四十二

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Me daba la impresión de que comenzaría a salir vapor por sus orejas de lo rojo que estaba. Nunca despegó su mirada de la mía mientras subía y bajaba como si estuviera en un balancín. Su boca estaba ligeramente abierta dejando salir sus pesadas exhalaciones y su lengua se asomaba de forma sutil.

Todo él era un encanto.

Finalmente, los bizcos que hizo hacia arriba y el cómo mordió su labio de abajo como forma de retener el dulce sonido del clímax me dieron a entender que -junto a mí había- terminado.
La emoción que tomó mi corazón desde el momento en el que me robó el beso en el baño de la sala de cómputo no hizo más que acrecentarse formando nuevamente ese sentimiento que tuve por él desde la primera vez que comenzó a entregarse a mí. Una vez más, todo comenzó con un beso. 

Se dejó caer sobre mí, rodeando mi cuello con sus brazos. Mi piel se erizó en el momento en el que besó mi cuello y detrás de mi oreja. Sentir que su corazón se aceleró más de lo que estaba en el momento que me abrazó, sentir sus labios curvarse en una sonrisa contra mi piel, notar de reojo como sus bellos ojos miraban atentos a mis reacciones, todo ello en conjunto me enamoraban cada vez más de él. Estaba cayendo sin retorno, otra vez, y realmente no quería dejar de caer.

Lo tomé de su espalda baja, en un abrazo y lo besé y lo besé y lo besé y lo besé. En el momento en el que sus manos tomaron mi rostro sabía que todo era mutuo y no me refiero al sexo sino a lo que sigue. A esas caricias sinceras en mis brazos, hombros y espalda. En cómo paseaba sus manos por mi torso, cuello y vuelve a mi cara para intensificar nuestros besos. 

—Te amo —susurré entre besos.

—Yo también lo amo —respondió sonriente—. No tiene idea de cuánto.

Continué con mi travesía por sus tiernos (y ahora tímidos) labios que buscaban los míos de tal forma que aparentaba que en algún punto se acabarían y no habría más. 

Tiempo después, nos limpiamos con pañuelos, desechamos todo en una bolsa de plástico que me encargaría de tirar después, arreglamos nuestras ropas y tratamos de vernos lo más decente posible.
Él me sonreía cada vez que nuestras miradas se encontraban al colocarnos adecuadamente la ropa. Y yo me moría por esa sonrisa suya.

Conduje por la carretera toda la tarde. Sin pensarlo ni planearlo, viajamos a la ciudad vecina. Paramos en estaciones de servicio para comprar comida chatarra y demás porquerías. 
Me encantaba verlo probarse lentes oscuros con forma de corazón mientras hacía muecas tontas al espejo para eso junto a la ventana que hacía que el sol incrementara su belleza ante mis ojos.

Le tomé una foto. Y la amé. Y entendí su pasión antigua por fotografiar situaciones especiales. Y me adueñé de ese pasatiempo. Pero era con él y sólo con él.

Le tomé otra foto mientras comía esas frituras de camarón que en mi mente quedó que tanto amaba. Sus piernas estaban extendidas hasta el tablero, el asiento ligeramente reclinado, su mirada perdida en el paisaje pintado bajo el cielo multicolor. Era perfecto.

Después estacionamos el auto cerca de un río que iba a la par de la carretera. Nos sentamos en el césped sin zapatos para meter los pies en el agua y nos dispusimos a esperar el atardecer. Pero aunque el ocaso era bellísimo, él lo era más.

—¿Pasa algo? —preguntó tímidamente al notar que yo no hacía más que estudiar su perfil.

—Muchas cosas —respondí sonriendo inconscientemente—. Todas al mismo tiempo.

Con pequeños brincos sobre su trasero se pegó a mí restregando levemente su cabeza en la hendidura de mi cuello y hombros.

—¿Podemos hacer que este día dure para siempre, Jaebeom sunbaenim?

I guess this is KARMA [2Jae]Where stories live. Discover now