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No pienses mucho en ello —me dijo una chica con la cual me acosté hace tiempo—. No es tu culpa, sé que amas a alguien más.

La llamé por el nombre de Youngjae.

No te preocupes, esto es sólo por diversión —me dijo un chico con el que también me involucré.

Me detuve en pleno acto al notar que no era mi hoobae.

Creo que debes llamarle a ese tal Youngjae, mencionaste su nombre mientras dormías. Espero que no le estés engañando conmigo —me advirtió una chica distinta en una ocasión distinta.

Todo eso y más aconteció en los años anteriores a mi alistamiento en el Servicio Militar Obligatorio. 

Mi mente estaba hecha un completo desastre al no poder encontrar a Choi Youngjae por ningún lado. 

Recuerdo que cuando lo fui a buscar a su salón de clases, este ahora sí estaba dividido: los que apoyaban a mi hoobae y los que le dieron la espalda. Ambos grupos me detestaban.
Yo no era bienvenido en el club de música y los maestros se esforzaron en brindarme orientación psicológica y conductual, evidentemente la rechacé. 
Realmente, la peor parte se la llevó mi hoobae, eso era evidente, por lo que me empeñé en moler a golpes a cada idiota que volviera a mencionar su nombre con malas intenciones. Terminé en detención, suspendido muchas veces e incluso tuve amenazas de expulsión definitiva.
Mi hermana menor se enteró de esto antes que nadie, ella no era tonta y supo que mis heridas eran por conflictos callejeros y no por entrar a clases de artes marciales mixtas como le hice creer a mis demás familiares.

—Déjalo así —musitó mientras vendaba mi pierna—. Sinceramente no logro comprender que tan fea es tu situación —doce años tenía en ese entonces—, pero lo que puedo entender es que lo que estás buscando ya no está y no le encuentro sentido a aferrarse a eso.

—No puedo darte todos los detalles, Jaehwa, eres muy pequeña aún para entender lo horrible que le arruiné la vida a alguien.

Ella era muy joven aún. Sus ojos se llenaron de lágrimas al no poder comprenderme ni ayudarme pero no hizo revuelo. Lloró en silencio mientras continuaba vendándome.

—Quiero entenderte, hermanito —sollozó—, quiero ayudarte. Yo no creo que seas mala persona, yo te conozco.

Acaricié su mejilla y besé su frente.
No podía hacerle eso a mi hermana menor. Hay límites y cosas que no pueden decírsele a un menor. Verla en ese estado me hizo entrar en razón de que no debía equivocarme más y debía empezar por ella.

—Prometamos algo, Jaesang hyung —le dije repentinamente a mi hermano esa misma noche desde la litera de arriba.

—¿Prometer qué, Jaebeom? —preguntó con voz extrañada e inocente.

—Prométeme que protegeremos a Jaehwa a toda costa.

—Somos sus hermanos mayores, claro que debemos hacer eso.

—Cuando digo a toda costa, es realmente a toda costa —reafirmé—. Hay cosas que no debemos contarle. Debemos ser cuidadosos con la inocencia que aún conserva. El mundo está lleno de mierdas que aún no debe de saber.

—Si no se lo decimos nosotros, se enterará por otro lado, Jaebeom, y eso tendrá un efecto contraproducente.

—Pero debe ser lento, que ella crezca junto a sus conocimientos.

Se quedó en silencio un par de minutos.

—¿Sucede algo malo, Jaebeom? —inquirió con su característico tono amable.

I guess this is KARMA [2Jae]Where stories live. Discover now