あなた

73 15 22
                                    

Él apareció.

—Mucho gusto, sunbaenim —me dijo sonriendo—. Mi nombre es Choi Youngjae.

Sé que no soy la persona más amable del mundo, pero no pude evitar sentir lástima de él al verlo sonándose la nariz al ser consumido por su alergia provocada por el repentino cambio de clima. El idiota le prestó su paraguas a alguien más y eso me hizo confirmar de manera más acérrima que verdaderamente era un idiota. Llamé al taxi y me dispuse a esperar junto a él. Lo envié a casa y esperé no volverlo a ver. Los hoobaes son entusiastas en exceso.

Sin embargo, como si capricho del destino fuera, mi mirada se cruzaba con la de él en cada sitio o rincón de la escuela. No importa hacia dónde volteara, su pequeña mirada estaba ahí para encontrarme. Era cansado, realmente cansado.
Al ser un tonto por naturaleza, se acercaba a mí a saludar creyendo que yo quería una amistad con él. No era así, ni en lo más mínimo. 
Sus amigos se impresionaban al ver que él era -supuestamente- cercano a un sunbae. Quizá él les haya dicho que éramos amigos o algo por el estilo, yo no estaba seguro de ello y aún así, me molestaba.

Lo miraba al llegar a la escuela, antes de mis clases, de casualidad en los baños, en la cafetería, en la biblioteca, en el cambio de clases a la hora de activación física, en los casilleros, en la salida. Parecía como si quisiera que yo lo notara y eso me estaba hartando.

—Sólo te dice "hola" —dijo uno de mis amigos mientras me cambiaba el calzado para volver a casa—. Dijiste que le diste una mano en alguna ocasión, simplemente está siendo cortés y que tú no pienses que no es agradecido. Te apuesto lo que quieras a que probablemente si él no se acercara a saludar, tú estarías maldiciéndole con la excusa de "le ayudé aquella vez y ya no me reconoce". ¡Relájate un poco, hermano! Lo dices como si el chiquillo te estuviera haciendo algún mal. 

Evidentemente era lo correcto de pensar, pero de una forma u otra me hacía sentir que yo le debía una amistad. Y creo que es evidente que yo no quería.

—Únicamente pienso que es demasiado extraño que me lo tope en todos lados —respondí abriendo mi paraguas.

—Es lo que pasa cuando conoces a alguien. Era totalmente invisible hasta que te percatas de su presencia. Me sucede con un chico que lleva siempre una mochila graciosa de caparazón de tortuga, eso lo distingue y ahora lo veo en todos lados. Hasta me parece extraño el día en el que no lo veo.

Y así los días pasaron hasta que se volvió un mes de haber comenzado el semestre y con ello el nuevo ciclo escolar. Naturalmente, al irnos adentrando en el periodo, los estudiantes se veían más ocupados en sus asuntos y preocupados por sus deberes, por lógica a ello, no miré al chiquillo en un buen tiempo.

—¿En qué piensas, cariño? —preguntó mi novia inclinando su cabeza sostenida por sus manos—. Has estado muy pensativo y no has probado ni un poco de tu almuerzo.

—En nada importante —respondí—. Hace poco conocí a un hoobae, y como suele pasar, empecé a topármelo. Aunque, últimamente no lo he hecho y me extraña.

—Eso me sucedió con una chica de segundo año que ayudé a llegar a Servicios Escolares, sólo fue un día que la vi y de repente ya estaba en todos lados —replicó sonriente acomodando su largo cabello castaño detrás de su espalda—. Supongo que ya debe de tener un grupo de amigos establecido, no hace mucho comenzó el semestre, no todos se conocen al entrar.

—Tienes un punto.

—No me digas que estás adoptando hoobaes, cariño —acusó señalándome con el popote ensartado en la tapa de su té—. Sería muy lindo de tu parte ayudarles un poco.

—No soy esa clase de persona.

—Lo sé, sólo bromeaba.

Como si ella fuera adivina, él entró a la cafetería con un grupo de chicos y de chicas. Eran como diez en total contándolo. 

—Es él —le indiqué—. El regordete de extraño corte de cebolla. 

—¿El de cabello rubio y corte de hongo?

—Sep. 

—Se ve que es un buen chico. Lindo y simpático.

Como todo grupo de nuevo ingreso, estaban entusiasmados y eran ruidosos. Afortunadamente se sentaron lejos de nosotros.

—Bueno, si no te importa, cariño, ¿puedes traerme una botella de agua? Debo ir al baño a acomodarme el uniforme.

—¿Por qué te acomodarías el uniforme?

—La toalla femenina —susurró—, no quería decirlo pero parece que aún no entiendes los códigos de una mujer.

—Tengo una hermana menor y ella simplemente me dice "debo ir a acomodarme la toalla sanitaria, se movió de lugar y no quiero dejar una masacre".

Ella sólo giró los ojos riéndose y se encaminó al baño.
Me puse de pie y fui hacia la máquina expendedora. Curiosamente, él estaba ahí haciendo cola.
Cuando el chico frente a él compró su bebida y su turno llegó se dispuso a escoger un refresco de moras, y después uno de naranja, y uno de uva, y uno dietético, y uno de melocotón.

—¡Oye! —exclamé—. ¿Planeas vaciar la máquina, niño cebolla?

—¡Ah!, ¡hola, sunbaenim! —clamó al verme—. Son las bebidas que los chicos me encargaron.

Al ver que las pagaba con su dinero, comencé a sospechar de que probablemente las personas con las que entró no eran más que abusadores que se aprovechaban de alguien tan tonto como él. Me sentí mal por el chico como si yo fuera quién le estaba haciendo el daño.

—En un momento le doy pase —me dijo—. Disculpe la molestia.

Entonces miré como agitaba lata por lata con fuerza y una botella la abrió para beber un sorbo que después regresó al interior. 

—Adelante —indicó llevándose todas las bebidas firmemente sostenidas entre sus brazos hacia su mesa—. ¡Nos vemos!

Sinceramente, me dejó bastante sorprendido. 

Quizá, el sonriente y tímido chiquillo no era ningún tonto.


Él, FIN.


I guess this is KARMA [2Jae]Where stories live. Discover now