I guess this is KARMA [2Jae]

二十二

Recuerdo que al entrar a mi casa, lo primero que hice fue abrazar a mi mamá. Mi padre bajó por el ruido que hice tan fuerte al estacionar el auto derrapando las llantas y me miró aferrado al agarre de mi madre.
Ella no entendía qué me sucedía, probablemente por su mente pasó que fue algo horrible. Suplicaba porque le dijera lo que estaba destruyéndome por dentro, sus lágrimas se dejaron ver aunque no quisiera.

Yo realmente no estaba llorando, pero la forma tan atrabancada en la que llegué, sumado a que abrí la puerta de la casa de un tirón y caminé hacia la cocina a paso veloz para abrazar repentinamente a mi madre, bueno, fue motivo de preocupación por dónde sea que se vea.

—Odio tanto haberles causado problemas años atrás —susurré con toda la voluntad del mundo para no quebrarme ante ellos—. Hice mucho daño y lastimé a muchas personas.

—¿Qué quieres decir con eso, Jaebeom? —inquirió mi papá acercándose a mí—. ¿Hay algo que te esté molestando?

Recalco que ellos no saben lo de las peleas clandestinas. 
Saben que estuve mal, y saben que tuve conflictos con algunas personas, sin embargo no tienen ni idea de que yo me he enfrentado a cinco cabrones solo únicamente por pronunciar aquel nombre.

Era de madrugada, yo solía llorar en las madrugadas por la frustración en ocasiones, ya sabes, cuando las cosas te rebasan y se derraman de tu cabeza hasta que no te queda más por dejarlo salir. Ahora, no hacerlo para que mis padres no se preocuparan más era ir en contra de mi naturaleza.

—Les prometo que algún día me miraran y lo primero que piensen no será en qué problema me metí o qué cosa mala me sucede —afirmé apretando los ojos, estrujando a mi madre.

—Eres joven, Jaebeom, no tiene nada de malo cometer errores —dijo mi padre tomando mi cabeza para que lo mirara—. Además, las cosas malas no sólo pasan físicamente, también de forma mental y yo te veo totalmente sano por fuera, pero hay algo que no quieres contarnos. No somos tan ingenuos.

—No me asustes, Beom. ¿Es por tu amigo que no quiere hablarte? —preguntó mi mamá viéndome desde abajo con esa expresión de preocupación al borde del llanto por no comprender a su hijo que siempre pone cuando se trata de mí—. Te dije que puedes invitarlo a casa, quizá así...

—Es por él, sí —interrumpí para no recordar—. Aún así, las cosas no son tan fáciles.

El ruidoso silencio entre los tres era agobiante, podría decirse que incluso sofocante. Decir las cosas a medias era igual de doloroso que no decir nada. Incluso me atrevería a decir que hablar y decir la verdad dolería menos que preocupar a mis padres por una historia a medias.

—No fue sólo un amigo, ¿verdad? —inquirió mi mamá sosteniendo mi cara—. Jaebeom, por favor, necesito ayudarte, soy tu madre —tragó saliva dolorosamente—. Verte llegar así con el rostro lleno de angustia es como si me apuñalaran mil veces. Podemos encontrar una solución, sólo te imploro que me digas qué te sucede.

Asentí. La abracé una vez más, abracé a papá y les prometí contarles todo una vez estuviera me sintiera totalmente tranquilo para poder desahogarme como es debido.
Ella me miró dudosa, torciendo la boca en señal de que no estaba conforme con mi respuesta. Insistí y me hizo jurarlo con el meñique, papá me hizo jurarlo con los dos meñiques.

—Te amamos —dijo mi padre entre el abrazo.

—Y yo a ustedes. En serio. No puedo pedir mejores padres.

Es casi imposible para un hijo poner tu mejor cara hacia tus padres que fueron un completo terrón de azúcar desde siempre. Son sensibles, son amorosos.
Mi madre creció en un núcleo amoroso desde niña. Con papá fue todo lo contrario, pero intentó de todo para complementar a mamá desde que se enamoró de ella en su juventud. Él quiso ser lo que ella necesitaba según su juicio. Después de años saliendo y mucha terapia, papá logró dejar atrás poco a poco las secuelas de una crianza fría y lejana. 
Ahora tengo una mamá amorosa y comprensiva, y un papá firme pero empático.
No es falso en absoluto, él siempre fue así, sólo que antes tenía problemas de confianza.