三十三

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Es karma. Siempre lo ha sido.

Me senté en la banca fuera de una tienda de autoservicio después de comprar porquerías. Era noche. Las personas entraban por alcohol y salían riendo hablando sobre cómo la pasarían ese sábado.
Caminé tanto que llegué cerca a una plaza comercial con demasiada afluencia. Me dediqué a ver a toda persona que pasaba, intentando adivinar sus historias: una madre soltera que compraba un dulce para su pequeño hijo con lo que quedaba de su sueldo; un grupo de amigos de los cuales uno cumplió la mayoría de edad e irán a comprar alcohol para descubrir que sabe horrible; un hombre que acaba de salir de su inhumana jornada laboral y sólo quiere un pastelillo; otra puta pareja feliz que está por pasar un increíble fin de semana.

—Te odio, Choi Youngjae —susurré viendo las estrellas—. Te odio con todo mi ser. Te odio tanto por amarte con la misma intensidad con la que te odio —empiné una lata de cerveza en mi boca dejando que raspara mi garganta con su amargo sabor de mierda—. ¿Por qué con mi hermano?, ¿por qué de todas las personas con mi hermano mayor? 

Tomé mi bolsa de compras, tiré la lata vacía de cerveza en un contenedor de basura y caminé hacia el parque más cercano. Dejé caer mi culo en otra banca, la más lejana de todas esas malditas parejas que cruzaban de un lado a otro. Abrí otra cerveza y me dispuse a dar grandes tragos hasta acabármela.

—De todos los putos parques de los que pude haber ido a parar, ¿este?

Mi banca estaba en paralelo al camino que dirigía a aquella estructura de juegos. La misma dónde en una fría noche de la segunda mitad del año en la que le robé su primer beso a Choi Youngjae.
Mareado y llorando con enojo, fui hasta ella aprovechando la ausencia de niños y entré a la parte de abajo dónde todo ocurrió acostándome en el sitio exacto.

—Vete al diablo, Choi Youngjae. Tú y el perfecto de mi hermano pueden irse a tomar por culo.

«¿Jaesang hyung tiene la culpa?».

—No. En absoluto. ¿Pero por qué tuvo que enamorarse de Choi Youngjae? —dije al aire—. De mi Youngjae.

Sentía la vibración de mi teléfono. 
Tenía la fugaz idea de que sería mi hoobae buscándome, diciéndome que me miró en la acera y que de alguna forma que mi dolida mente no podía formular todo se solucionara y nadie saliera herido.

Era mi hermano.

"¿Estás bien? ⊙﹏⊙∥... ¿Necesitas que vayamos por tí?... ¿Dónde estás?..."

«Maldiciéndote».

Por el bien de ambos, yo no debía responder eso. Estaba molesto, herido, con ganas de gritarle a todo el mundo lo que no me gustaba. Con ganas de desahogarme con la intención de que los demás se sientan igual de miserables de lo que yo lo hacía.

Lancé ligeramente mi teléfono a mi lado escuchando como golpeaba un barrote de madera que sostiene la estructura. Cruzó por mi mente que mi teléfono valió mierda.

—Probablemente, papá y mamá lo trataron de lo mejor. Le dieron la bienvenida a casa totalmente complacidos —murmuré viendo la sucia parte de abajo de la estructura de juegos—. Pero era yo quién debía presentarte a mi familia. Era yo quién debía estar nervioso de que supieran lo mucho que te amo. Yo quería tomar tu mano y caminar a tu lado hacia la puerta de mi casa.

Rebusqué sin ver en la bolsa de plástico y saqué una cajetilla de cigarrillos que compré por impulso junto a un encendedor. Si algún policía pasaba cerca, o una familia podía meterme en problemas por las estrictas leyes en cuestión del tabaco.

Pero al diablo. Ni la policía ni ninguna familia se sentaría conmigo a escuchar qué es lo que me estaba orillando a hacerme daño como una incoherente forma de sentirme aunque sea un poco mejor. Desquitarme conmigo.

—Ponerlo en mi boca e inhalar cuando lo encienda, dijo Shinpachi. Hacer como si lo tragara inhalando por la boca, retenerlo y soltarlo.

Lo hice. Sorpresivamente no me ahogué con el humo pero sí me incomodó sentir el humo sabor menta recorrer mi garganta. No me importó y lentamente me acabé el cigarro.
Odiaba el olor. Odiaba beber solo. Odiaba estar solo debajo de la estructura de juegos dónde le robé un beso a la persona que más he amado. 

Autodestrucción.

Ladeé mi cabeza hacia la maldita cosa que da vueltas y mi visión comenzó a esclarecerse. 

"Todo da vueltas, sunbaenim".

"Eras tú el que daba vueltas".

"Usted me gusta mucho".

"Lo sé".

"Por eso quiero que sea feliz. Ya no llore más, por favor".

Fue contraproducente recordar esa última oración pues dejé fluir las lágrimas sin hacer gesto alguno. Sólo salían sin más, sin preguntar, sin esperar. Pero estaba bien, eran mi única compañía.

"¿Qué tal si cantamos una canción? Eso deberá subirle los ánimos".

Tarareé la canción que cantamos en ese entonces. La que más recuerdo. Nuestra canción, al menos a mi parecer. La repasé una y otra vez hasta que las palabras se distorsionaron con recuerdos, con cosas que él dijo, que dijimos. 

Pero mis ánimos no mejoraron.

—Ahora cantará esa canción con él. También jugará en este parque. Beberán juntos y se besaran ebrios y enamorados, como nosotros lo hicimos. Tomará muchas fotos de esos sitios, de ellos dos y las guardará con recelo en su álbum sólo para esos recuerdos que compartirán. Le mostrará todos esos detalles que hacen de Youngjae, Youngjae. Le dejará ver todos esos lados tan maravillosos de él y verlo sonreír —sonreí.

El alcohol comenzaba a hacer sus efectos sin retorno.

—Hará de mi hermano un chico divertido y amado. Hará que se vuelva adicto a verlo feliz. Hará que ame cada palabra que salga de su boca con la emoción de ser escuchado. Hará que se enamore de sus pequeños ojos y esa maravillosa sonrisa. Hará que ame todo de él.

Encendí otro cigarro y abrí otra cerveza.

—Hará de mi hermano lo que hizo de mí. Un chico feliz.

 Un chico feliz

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I guess this is KARMA [2Jae]Where stories live. Discover now