三十四

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—No esperaba verlo de esa forma, senpai —dijo Shinpachi lavando mi espalda.

—Lamento si te estoy provocando problemas, Shin-ah —musité más muerto que avergonzado de que me estuviera viendo desnudo.

—No tiene de qué preocuparse, estoy acostumbrado a lidiar con problemáticos, ¿sabe? —dejó caer agua caliente sobre mi espalda para retirar el excedente de jabón—. El agua de la tina está caliente. Entre en ella, por favor.

Obedecí.
Sinceramente no tenía intenciones de objetar a su propia manera de tratar a los demás en esta cuestión. Era normal en Japón, pero aunque aquí no lo fuera, a mi desgastado corazón no le parecía motivo suficiente para reclamar que un hoobae me estuviera lavando la espalda después de encontrarme medio muerto en un parque infantil casi a medianoche. Sólo accedí a sus tratos.

Sentí la burbujeante agua masajeando mi adormilado y pesado cuerpo. Por su parte, Shinpachi también estaba lavando su cuerpo sentado en un banquillo. Tampoco le tomé importancia a que estuviera desnudo a unos metros de mí. A esas alturas, nada me importaba realmente.
Recargué mi cabeza en el filo de la tina para que cayera en la toalla que Shinpachi colocó ahí con ese fin.

—¿Va a contarme qué fue lo que sucedió? —inquirió con su usual voz profunda y tranquila.

—¿Contarte qué?

—No es como que sea normal encontrarlo borracho, apestando a tabaco, con residuos de frituras y maki sushi en el pecho mientras llora, ¿o sí?

—Era kimbap.

—En esta casa es maki sushi y lo acepta sin objetar o lo corro de aquí —respondió con el mismo tono de voz. La forma que tenía de ponerse a la defensiva o inclusive insultar usando el mismo volumen y tono en sus dicciones era divertido. Es como lo que Jinyoung quisiera ser si no se enojara de verdad—. Ahora sí, dígame. ¿Qué lo llevó al borde del colapso?, ¿se peleó nuevamente con Kawauso-kun?

—No realmente. No lo mencionemos esta noche, ¿quieres?

—Entonces sí tiene que ver con él —replicó antes de echarse encima un cubetazo de agua.

—Sí. Pero creo que ya no quedan más lágrimas en mis ojos para soportar hablar más de él.

—Siempre hay lágrimas, senpai —dijo—. Eso es algo que nunca se acabará —se puso de pie y caminó hasta mí para entrar en la otra orilla de la tina—. Incluso hasta cuando parezca que no hay más porqué llorar. No llorar es de inhumanos, de monstruos.

—Puede que tengas razón.

La tina era bastante grande para que ambos pudiéramos extender las piernas sin limitarnos. Aún así, él se mantenía con las piernas dobladas mientras se colocaba una toalla en la cabeza.

—¿Cómo es que terminó así si hasta hace unos días tuvieron relaciones sexuales? —añadió haciendo que casi me resbalara dentro del agua de la sorpresa. Al ver mi rostro después del impacto sólo sonrió levemente—. No soy estúpido, senpai. Lo noté en el momento en el que volvieron al salón de clases. Incluso me percaté que se tomaban las manos debajo de la mesa de la cafetería. Conozco a Kawauso-kun de toda la vida, sé cuándo hace qué cosa y cómo.

—Lamento si te causé alguna incomodidad al respecto.

—Para nada. De hecho, me causó felicidad y asco al mismo tiempo. Eso haría que Kawauso-kun no se callara en un buen rato. Eso me hace feliz, pero mi lado más egoísta lo quiere callar.

—Supongo que no todos soportan su modo de contar las cosas.

—No soporto el tema que ha tocado por cuatro años.

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