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Pase largos días practicando a usar la espada con Waldemar como instructor y Wilhem como compañero, Iorak no me veía, pero siempre enviaba a alguien para vigilarme.
Entendí que Iorak se encontraba  celoso de Waldemar quien no era nada mal parecido y quien parecía estar atraído a mi, pues su comportamiento cercano y nervioso lo indicaba. A Iorak le preocupaba que en dos días regresaría a Marmur y estaría a solas con Waldemar.

Regresábamos de practicar, caminábamos en campo abierto, Waldemar estaba junto a mi y Wilhem detrás de nosotros. Waldemar y yo reíamos por un absurdo chiste que él había hecho momentos atrás, cuando escuchamos  bullicio y gritos de guerra, Waldemar extendió su brazo frente a mí evitando que pasara.

—Alto su majestad

—¿Qué sucede?—dije mirando en todas direcciones.

De pronto aparecieron dos hombres sujetando una camilla con un hombre convaleciente que paso a un costado mío. Vi al hombre en la camilla y su piel estaba al rojo vivo  y olía a quemado, el hombre gritaba y los otros hombres tenían sus rostros blancos cubiertos en ese polvo iridiscente negro con destellos verdes.

—¡Oksana!— me sacó de mis pensamientos Wilhem, voltee a verlo y este ya estaba delante de mi, me señalaba con la mano que me acercara . Entonces vi de qué se trataba esto, decenas de hombres llegaban a campo abierto pues habían sido lastimados. Me quedé boquiabierta viendo aquella escena, cuando un hombre sin aliento se paró a un costado mío.

—Es fuego hecho de matiti, es Zielony

Mire su rostro y este se encontraba morado del cansancio y sudaba. Cuando él mencionó el fuego recordé nuestro viaje a la tribu de Lochber y como Iorak me habló de aquella sustancia que producía fuego verde.

—Fue un ataque de los Yaqui. Lanzaron bolas de zielony a nuestros guerreros

Me llevé las manos al rostro sorprendida—¿Dónde está el emperador?

—Por suerte el emperador no fue a luchar hoy, se encontraba en junta conmigo. Una disculpa su majestad no hemos podido presentarnos, soy Kiril el consejero del emperador

—Un gusto Kiril—le di la mano y este me la tomo para besarla.

Kiril y yo regresamos nuestra mirada a la terrible escena, entonces actúe.

—Iré a ayudar

Kiril asustado, pues jamás había visto esta táctica de guerra en Norduslak se quedó en silencio y me dejo ir. Camine hasta el punto en donde los hombres llegaban.

—¿Que puedo hacer?—le pregunte al curandero de mayor rango. El me vio sorprendido y nervioso apuntó a la tienda donde atendían a los heridos.

Corrí hasta ahí, pero el lugar ya estaba abarrotado de guerreros quemados, asustada al ver tan trágica escena y un hombre me sujetó de los hombros y me dijo—Vaya al campo, ahí ocupan gente— dijo el hombre—Tome esto—el me dio un pequeño bolso que contenía unos remedios. Corrí hasta campo abierto y había muchos hombres en camillas sobre el suelo, me acerque a uno que estaba solo y pedía a gritos ayuda, busque en la bolsa algo que pudiese ayudarle, cuando escuche que me gritaron.

—Use la pomada—dijo uno de los curanderos que vestían largas batas blancas.

—¿Esta?— saque el bote y se lo mostré

—Si, después debe vendar las heridas.

El hombre me explicó solo una vez que era lo que tenía que hacer y qué darle a los guerreros heridos. Pase el día entero ayudando, pues cada vez llegaban más y más heridos. No fue hasta que vio un rayo de sol asomarse en el cielo, ya había vuelto a amanecer. Mire el cielo cansada cuando sentí una mano en mi hombro.
— Su alteza, tiene que ir a descansar— era Wilhelm preocupado.

—Wilhem— dije cansada

Él me ayudó a ponerme en pie y a pesar de que aún necesitaban mi ayuda, el me llevo hasta la tienda imperial, ahí el preparo la cama y me dijo que descansara, para después retirarse. Apenas recargaría mi cabeza sobre la almohada cuando Iorak entró a la habitación.
—Oksana ¿te encuentras bien?
—Iorak eres tú? —dije con los ojos apunto de cerrarse. El se acercó a mi.
—¿Donde estuviste?
— Ayudando a los curanderos, en el campo... ¿tú?

Iorak me miro preocupado— ayudando a recoger los cuerpos, tuvimos que hacer una retirada... jamás pensamos que serían capaces de hacer esto los Yaqui

— Lo siento mucho— Iorak no dijo nada y solo beso mi frente, para dejarme descansar.


A las horas desperté y regresé a ayudar. Mi estancia se prolongó por cuatros días más, pues aún tenía que ayudar a los heridos y a pesar de que veía a Iorak era como si no estuviera ahí. La última noche Iorak me pidió estar juntos íntimamente, pero el Iorak que yo conocía no estaba, ahora era frío, agresivo y sin sentimientos. Cuando el término busque mirarle a los ojos y él apartó la mirada, entendí que la guerra lo había cambiado.


— Oksana... lo he pensado— parecía nervioso— Y discutido con mis consejeros, ya es momento de que regreses a la capital

Me incorporaba en la cama y buscaba cubrir mi cuerpo, mientras Iorak me daba la espalda.

—Pero aún necesitan mi ayuda Iorak, aún hay que cuidar a los heridos
— Traeré gente de las tribus cercanas, debes regresar a tomar mi lugar
—Iorak...—me posicione sobre mis rodillas y buscaba su rostro, pero él aún de espaldas no dijo más y se fue.
Pase la noche llorando en silencio, no quería alejarme de él y más ahora que entendía su desconexión con sus sentimientos, no podía dejarlo en un estado tan delicado, me dolia verle asi tan cambiado por la guerra.

Me bañe y arregle, las maletas ya estaban listas, partiría esa misma mañana. Salí de la tienda y Waldemar me esperaba, para escoltarme a las afueras del campamento, donde Wilhem aguardaba con los caballos.

Los dos caminábamos en silencio cuando vi a Wilhelm; Iorak se encontraba a un costado y junto a él Kiril, su consejero. Me paré frente a Iorak y vi que no me dirigía la palabra.
—Wilhem eres libre de regresar, sin embargo he visto tu astucia y quisiera que formaras parte de nuestro escuadrón de espías... nos ayudarías mucho a ganar esta guerra— Wilhem se sorprendió, pero rápido busco mi rostro, yo le sonreí en silencio, indicándole que él era libre de hacer lo que quisiera.
—Su majestad es un honor escuchar su oferta— el me volvió a mirar intentando contener su emoción —Acepto
—Bienvenido — dijo Iorak dándole unos golpecitos en la espalda. Cuando escuché que aceptaba se me hizo un nudo en la garganta.
—Waldemar te encargo que cuides a la emperatriz, en ella está el futuro del imperio—Iorak se detuvo unos segundos pues al igual que yo, su garganta parecía querer cerrarse—Protégela y llévala con bien a casa.

Pensaba en casa, el palacio. Iorak solo miraba a Waldemar, yo quise llorar, no quería dejar a mi marido. Iorak le extendió su mano y Waldemar la tomó.
—Es una promesa su majestad, ella llegara con bien

Iorak no dijo nada y entonces se dirigió a mí, yo me paré frente a él, cuando nuestros ojos se toparon él miró rápido en otra dirección y mi mandíbula comenzaba a temblar, esta despedida nos estaba costando.
— Oksana— dijo escuetamente y con la voz quebrada.
—Su majestad— apretaba mis puños para no llorar.
Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla, entonces no pude aguantar más y las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas.
—Por favor no mueras— dije llorando.
Me aleje y sus ojos azules me miraron, se volvieron cristalinos pues también querían llorar.
— Ya es hora— dijo Iorak.
Waldemar me tomó del brazo y me acerco al caballo, yo en un trance no paraba de mirar a mi marido. Waldemar me subió al caballo y después se subió él, tomando las riendas. Ambos viajaríamos en un caballo pues el otro sería utilizado aquí por Wilhem.

Conteniendo las lágrimas me sujete fuerte de Waldemar y el caballo comenzó a andar. Decidí no mirar hacia atrás pues comenzaba a llorar y no quería que Iorak me viera así.

Todo el camino lo pasé llorando en silencio, casi que fue un día completo, hasta que paramos a pasar la noche. Waldemar no me decía nada, ni yo a él; me acosté sobre unas cobija que él había puesto mientras él se quedaba a hacer guardia. Los siguientes días a caballo fueron similares, solo que cuando me quedaba a hacer guardia lloraba en silencio, para que él no me viese llorar durante el día.

ROSA INVERNALWhere stories live. Discover now