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Me despertaron muy temprano para arreglarme pues hoy era el gran día, llevaba un vestido blanco de una tela delgada y por encima una capa de terciopelo blanca que se amarraba al frente con un moño. Me peinaron con una semi coleta que dejaba parte de mis rizos dorados sueltos, y unos guantes de seda cubrían mis manos. 

—El carruaje espera— dijo Plutarch entrando a mi tienda. 

—Gracias Plutarch

Salimos de la tienda y nos subimos al carruaje que nos llevaría al centro de la tribu, ahí ya había un tumulto de personas esperando a su emperatriz. Plutarch me ayudo a bajar y en el escenario estaba la jefa Gunhild quien me esperaba junto a otro grupos de personas. Subí al escenario junto a ellos y me pusieron una corona de flores amarillas y hojas de un verde claro. 

—Bienvenida su majestad imperial— dijo Gunhild. 

Gunhild dio un discurso en el idioma de la tribu y terminó en nordus, para después dar unos pasos al frente cargando una antorcha que le habían dado dos jóvenes que también llevaban en la cabeza una corona de hojas verde. Gunhild se acercó a una gran copa que se encontraba al centro del escenario y con el fuego de la antorcha la encendió. Era la bienvenida del verano y de un año próspero en cosechas.  Los nordos veneraban esta corta temporada, pues eran los pocos meses del año en que podían recoger las cosechas y plantar más, para así sobrevivir al crudo invierno de estas tierras. 

Después de la ceremonia la jefa Gunhild dio una comida para toda la tribu. Plutarch se sentó en mi mesa y estaba fascinado con la música de Norduslak, quedó hipnotizado al escuchar las voces de aquellas mujeres que cantaban con alegría al centro de la locación. Después de la comida hubo una pequeña obra musical a la cual estuvimos invitados, para asi despues en la noche hacer las ofrendas. Para que este fuera un verano rico en alimentos todos debían ofrendar algo en el templo de la diosa de las cosechas. Desde Marmur traje conmigo unas monedas de oro que dejaría en el templo, todos abrieron camino para que la emperatriz caminase y llegara hasta la imagen de la diosa y dejar mi ofrenda. Plutarch y mis kyrias también lo hicieron, así terminabamos la noche de celebración y bienvenida al verano. 

— Que descanse su majestad

—Gracias Aynur— ella hizo una reverencia y antes de salir apagó las velas de mi tienda. 

A la mañana siguiente mientras me daba un baño noté que mi sangrado había llegado, al salir le pedí a Aynur que me preparase el té que hilde me había dado.

—Su majestad su té— dijo Aynur dejando una taza de marfil sobre la mesa de madera

—Gracias querida— dije mientras me envolvía en mi bata de terciopelo gris y me sentaba en la silla de cuero.

—Algo más, la jefa de la tribu la ha invitado a comer junto a ella y sus allegado

—Esta bien, puedes decirle que asistiré

—De acuerdo 

Por la tarde Revna y Aynur me arreglaron para ver a la jefa Gunhild, un vestido de cuero negro me cubría completa y por encima pusieron un largo collar de piedras de plata, ni coronas, ni más lujos, mi imagen debía recordarles que estábamos en guerra. 

—Su majestad imperial ya la esperábamos

—Espero que no haya sido tanto— rei mientras tomaba la mano de la jefa para saludarla

—Por su puesto que no su majestad

Tomamos asiento y comenzamos a hablar de la tribu y de cómo se han ido adecuando al tema de los esclavos, tras unas horas de plática, la jefa pidió que pasaramos al comedor para comer. Degustamos un rico pato asado cuando de pronto entró Waldemar quien era el jefe de los guerreros de nordborg. 

—Su majestad imperial— dijo el hombre haciendo una leve reverencia y acercándose a mi, hasta llegar a mi asiento, este se hinco y alcanzo mi oido izquierdo—Tengo un mensaje para usted

Los demás invitados miraban al guerrero, mientras yo les sonreía levemente para que no se alarmaran. 

—Dígame guerrero Waldemar

—Tenemos que irnos ahora mismo su majestad— entonces voltee a verlo a la cara.

—¿Pero qué dice?

—Tenemos que volver a la capital su majestad

—¿Por qué?

—No puedo decirle aqui— el hombre de ojos azul grisáceo y cabello gris como la plata , miro a los invitados.

—¿Es Iorak? ¿le sucedió algo?

— Por favor haga caso, nos tenemos que ir inmediatamente

Asustada lo mire y asentí en silencio, Waldemar se puso en pie y con la cabeza me hizo una reverencia para caminar a la entrada de la tienda, donde me esperaba inquieto.

—Pido una gran disculpa, pero asuntos en la capital demandan mi presencia, me temo que tengo que irme — los invitados se pusieron de pie al igual que yo y parecían asustados

—¿Todo está bien su majestad?

—Si, nada de qué preocuparse, pero tengo que irme ahora mismo

—¿Algo que podamos hacer? — dijo la secretaria de Gunhild

—Gracias pero no, fue un placer estar en Tyslia

Me retire a si sin mas y a la salida Waldemar me cubría las espaldas, caminamos unos cuantos metros y vi un carruaje, Aynur y Revna se encontraban ya arriba con las maletas.

—¿Y plutarch?

—Esta en el bakismalan ya, ahí nos esperan

Entonces voltee a ver a Waldemar

—Ya me dirán de qué va todo esto

—No su majestad, lo haré cuando lleguemos al bakismalan.

El camino en el carruaje fue tortuoso, no paraba de pensar en los peores escenarios.

—Su majestad— dijo Waldemar sujetando mi mano para que bajase del carruaje. Al subirme al bakismalan vi a Plutarch lo abrace y entonces se cerraron las puertas.

—Pronto estaremos en el aire señora— dijo Waldemar.

—Gracias, ahora ya me pueden decir— dije mirando a ambos.

—Han invadido la tribu de Bayr

—¿Pero qué dices?

—Nos ha llegado un aviso por la mañana

—Aún no llegan a Marmur ¿cierto?

—No su majestad, pero es necesario que regresemos no sabemos la situación real de las cosas

— ¿Y Iorak?

—Aún no sabemos nada de él su majestad... es por eso que debemos regresar a la capital, debemos protegerla a usted ya que puede que el emperador este muerto— Cuando Waldemar dijo eso yo me sentí morir, me sujete del brazo de unos de los sillones y tome asiento evitando llorar.

—Pero eso no ha sido confirmado su majestad, mientras debemos esperar

—De acuerdo Waldemar — dije intentando controlar mi voz.

Pase la noche en vela, me decía a mi misma que no llorara, no debía llorar por alguien que aun no había muerto. 




ROSA INVERNALWhere stories live. Discover now