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Entonces sucedió, el hombre clavó la espada de Iorak en el animal, después hizo un corte horizontal y lo dejó desangrar por el cuello, al ver eso grite y rápido voltee con Wilhem, lo abrace mientras yo sollozaba, sin importarme el ruido que hacia, entonces escuche silencio y sentí como Wilhem alejó sus manos de mi, me separé de él y le mire al rostro, el no me miraba, sólo veía hacia enfrente como si de un soldado se tratase.

—¿Wilhem? — le cuestione aun sujetada a su pecho, entonces mire a mi alrededor y todos me observaban, absolutamente todos, con sus penetrantes ojos y rostros serios, entonces me di la media vuelta y me tope con Iorak al frente de mi, quien me veía serio, sin poder entender mi comportamiento. Me aleje de Wilhem y limpie mis lagrimas, di unos pasos hacia enfrente y volví a tomar mi lugar en el círculo, sonreí nerviosa tratando de disimular mi tristeza y la ceremonia continuó.

Un esclavo le trajo un balde de plata a Iorak para recolectar la sangre del animal, podía escuchar los quejidos de este por detrás. Yo quería salir corriendo de ahi, pero no podía, era imposible. Iorak pasó por cada uno de los invitados que formábamos el círculo y les dio a beber la sangre. Cuando vi que él se aproximaba a mí, comencé a asustarme, mientras le decía entre dientes a Wilhem que me sacara de ahí.

—No puedo

—Por favor, por favor, sácame de aquí

—No puedo su majestad, sería muy mal visto

Las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas y me puse más nerviosa, entonces Iorak llegó hasta mí, él vio que yo lloraba, pero serio me acercó el balde de plata. Me llego el olor de la sangre del animal y quise vomitar, entonces vi que todos me observaban y rápido recordé mis primeros días en Norduslak y aquellos baños con agua hirviendo en la gélida intemperie, recordé el dolor, recordé que lo había superado y que también superaría esto. Tome el balde con mis dos manos, mis yemas tocaban los fríos dedos de Iorak, entonces acerque mis labios y estos tocaron la sangre caliente, entonces me aproximé a dar un trago y con gran pesar trague aquel líquido rojo mientras me aguantaba las ganas de vomitar. Cuando termine, solté el balde y Iorak lo alejó de mí, para después acariciar mi rostro

— Ma Kzarenei— dijo orgulloso, lo que se traduciría a ''mi emperatriz''

Sabía que esta era una prueba más y que me gustara o no, ahora estas eran mis tradiciones y como su emperatriz debía llevarlas a cabo, pero aún más importante que como extranjera debía respetarlas.La noche terminó con una cena en el comedor del palacio, todos se encontraban contentos pues el año nuevo había llegado y mañana seria un largo día de celebraciones. 

A la mañana siguiente me recogieron el cabello en una trenza la cual recorría mi cabeza de forma horizontal, pintaron mis ojos de negro y maquillaron ligeramente mis mejillas. Llevaba un vestido blanco y un largo collar de plata el cual me llegaba casi hasta el ombligo; un abrigo de piel de lobo gris me cubría del frío de la intemperie. Iorak y yo dimos un recorrido en carruaje por las calles de la capital para saludar a todos y desearles un feliz año nuevo. Al regresar al palacio nos esperaba el almuerzo con los invitados, lo tomamos afuera pues un cálido sol había salido esta mañana. Por la tarde hubo una cacería y también se tomó el té, pero me encontraba muy cansada, por lo que me retire y pase la tarde entera durmiendo.

—Su majestad imperial es momento de despertar, la cena se dará en una hora— dijo Revna con voz suave a un costado de mi cama.

Me senté sobre la cama y ella comenzó a cepillar mi cabello. Agda la ayudó a vestirme, un vestido rojo de terciopelo fue lo que llevaría puesto, este tenia bordados azules en la parte de abajo y las mangas, sobre mi pecho pusieron un Kolié que era una clase de collar que cubría mi cuello hasta mis hombros, este era un pedazo de tela gruesa la cual era bordada con piedras preciosas. El de esta noche tenía cuentas de oro y un enorme rubí al centro. Recogieron mi cabello y pusieron una enorme corona que cubría casi toda mi cabeza, la cual tenía cuentas de oro que colgaban a los costados de mi rostro; pintaron mis labios de un ligero rojo y pusieron anillos de oro por todos mis dedos.

Baje a la cena y todos se encontraban contentos de volver a verme y uno que otro se cuestionaba el porqué de mis ausencias.

—Te extrañamos— dijo Iorak a un costado mío, mientras sujetaba una copa de marfil que contenía sidra. 

—Lo siento he estado muy cansada últimamente

— No tienes que disculparte de nada— beso mi frente y en eso otro invitado apareció.

Pasamos a tomar asiento para tomar la cena, me sentaron junto a la jefa Ksenja de la tribu Per'ya y la reina consorte Natasha del reino de Saphslak, mientras que Iorak se encontraba junto a Saleh y el conde Sphin. 

Fue una velada encantadora, además que la comida era deliciosa, a mitad de la cena un par de músicos llegaron a tocar música suave. Después de la cena salimos a ver fuego artificiales, todos en color rojo y blanco los cuales brillan en el cielo oscuro. Cuando íbamos de regreso al salón de baile Wilhem me intercepto y pidió hablar conmigo en privado. Ambos salimos de ahí para alejarnos de la gente y platicamos en un pasillo a solas.

—El pintor ha dicho que la pintura esta lista

—¿En serio?

—Si, la traerá dentro de una semana para que la pueda entregar al emperador— dijo Wilhem contento.

—Perfecto, solo recuerdale que no puede decir nada y recuerda que tu recibirás la pintura, pues si lo hace un guardia le dirá a Iorak o Hal

—Si

—Una última cosa— dije mientras le sujetaba el antebrazo.

— Dime

—¿Quisiera saber si no has sabido algo de Plutarch? ¿No ha llegado correspondencia?

Wilhem me miro algo triste— Me temo que no

—De acuerdo, intentaré no preocuparme— dije mientras me mordía el labio, entonces separe mi mirada de Wilhem y vi que alguien nos espiaba a lo lejos, me aleje un poco de Wilhem para ver quien era y vi que era una mujer de vestido verde.

—Alguien nos observa, es mejor regresar al baile

—Si Oksana.

Para dar iniciado el baile Iorak quiso invitarme a bailar y acepte, el puso su mano sobre mi cintura y al son de la música comenzamos a bailar. En verdad que lo disfrutaba mucho y él también parecía hacerlo, así después todos se nos unieron y el baile comenzó. Me detuve a descansar pues los pies no los aguantaba y fue cuando recordé aquel vestido verde, mire entre las invitadas y descubrí que quien lo llevaba puesto era la reina Annia. Ella era quien nos espiaba. 


ROSA INVERNALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora