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No había visto a mi hermano desde aquella plática que tuvimos en el salón del consejo, ni se había vuelto a hablar de mi matrimonio. Los días habían pasado de forma normal sin noticias y sin nada interesante; hasta que una tarde mientras tomaba el té junto a mis damas se me informó que Plutarch mano de acero, deseaba verme, a lo que mi hermano extrañamente accedió, puesto que ese privilegio se lo concede a unos pocos. 

Plutarch formaba parte del consejo privado de Octavius, pues al morir mis padres él fue nuestro tutor y quien se encargó de manejar el reino por aquellos años,  por eso le llamaban mano de acero, puesto que fue un regente justo, tan justo que ni siquiera intentó quedarse con el trono, en cuanto Octavius cumplio los 18 le entrego el poder. 

Me prepare para su visita la cual tomó lugar dos días después del aviso, lo recibí en mi salón privado. Al verme el me recibió con un fuerte abrazo y como siempre con un regalo proveniente de alguna parte del reino. Cuando mis damas se fueron y por fin nos encontramos solos, le conté los planes de mi hermano a Plutarch, él se sorprendió extremadamente y después de nuestra plática él se fue muy pensativo. Antes de irse le pedí enviarme todo lo que pudiera encontrar de aquel imperio lejano, desde libros, pergaminos, incluso objetos y pedí saber más del tal emperador Iorak a lo que él accedió.

Cortaba unas rosas de mi jardín privado, junto a mis damas de compañía, cuando Ocatvius apareció en el balcón de uno de los edificios que rodeaban el jardín.

—Oksana te tengo noticias— dijo el hombre con una sonrisa de oreja a oreja.

—Su majestad— dije mientras mis damas y yo hacíamos una reverencia y dejábamos de lado la jardinería.

— Ven a la habitación del roble, tenemos que hablar— dijo entusiasmado.

—Si su majestad— dije mientras asentía y le sonreía.

Cuando él se fue, se borro mi sonrisa y le entregué los objetos de jardinería a mis damas, me quite los guantes y me dirigí hacia adentro del palacio. La tela de mi vestido color melocotón, se meneaba en el aire, pues yo caminaba a paso veloz por los pasillos junto a los guardias reales que no me dejaban sola ni un minuto, para ir a la audiencia con el rey.

— Oksana— me llamaba Octavius con un tono juguetón en su voz.

Yo seguí su voz y entré a la habitación, el me recibió alegre en su silla de roble, recargando sus brazos que eran cubiertos por un saco negro, su color favorito y debajo llevaba una camisa blanca, donde los volantes podían percibirse pues salían por los puños.

— Ya hay fecha para tu enlace matrimonial, es un sí definitivo— dijo mientras se ponía en pie y se paraba frente a mi — Le enviamos tu retrato al rey y quedó obsesionado contigo— dijo sonriendo de forma juguetona, mientras me quedaba atónita y abría mis ojos — Vendrá dentro de 6 meses, pues el viaje en barco es largo —Octavius comenzó a explicarlo todo mientras hacía movimientos con sus manos —Además que hará algunas paradas para visitar unos cuantos reinos antes de venir aquí, pero todo está ya acordado, cuando el llegue el pedirá tu mano y su compromiso durará 2 meses que es el tiempo que se quedará aquí.

— 2 meses— repetí intentando procesar tanta información, mientras perdía mi mirada en la nada.

—Si, el casamiento tendrá lugar aquí y después el te llevara a Norduslak, donde te convertirás en su emperatriz—el se acerco a mi y comenzó a rodearme en una forma de acecho y dijo con un tono travieso— Quien lo diría... tendrás una posición más arriba que yo, ahora seré, quien tenga que arrodillarme ante ti— rió nuevamente —Al menos será por ahora— dijo en un tono más bajo.

— En 6 meses estare casada— dije mirando al suelo, mi hermano sonrió levemente y no dijo nada.

— Es hora de empezar los preparativos, sus tesoreros ya enviaron dinero para algunas cosas de la boda, Douglas será quien ayudará a organizar todo, cualquier duda recurre a él. Tu comenzaras a ser preparada para tu matrimonio, te he asignado una dama especial que te explicara todo— Octavius sonrió levemente y me dio la espalda, para irse.

— ¿No podría ser Plutarch? él es como un padre para mi... para ambos— dije triste, entonces Octavius se dio la media vuelta y me miró realmente molesto, este jugaba con su mandíbula. Douglas era la mano derecha de mi hermano, su mejor aliado y mayor consejero, era el único hombre que había logrado agradar al quisquilloso de Ocatvius, además que congeniaba con la mente malvada de él .

—No, Douglas se encargó de que esta alianza se llevará a cabo, se hará todo como él lo diga, debes estarle agradecida— dijo en modo serio. No dije más y solo baje mi mirada, para evitar llorar, entonces él se acercó a mí y sujeto mis manos— Este sacrificio lo haces por nuestra familia, por mi que soy tu rey y por el reino, nunca lo olvides— después soltó mis manos y se fue abruptamente dejándome ahí parada sin entender nada y casi a punto de llorar.

Habían pasado 4 meses y casi todo estaba listo, Douglas se había encargado de todo tal y como mi hermano lo dijo, cada día había algo nuevo que ver por el palacio, si bien para la ceremonia de mi compromiso o para mi boda, cada vez llegaba mas y mas gente a Bell la capital del reino, pero a la llegada de más y más súbditos también se hacía visible la mano dura de mi hermano; se podía ver y sentir que las cosas comenzaban a cambiar, sabía que mi hermano no era un rey ejemplar o amoroso, era todo lo contrario, pero jamás pensé que también se comportara conmigo de aquella forma fría de la que los sirvientes murmuraban.

Octavius había restringido mis visitas a solo mis damas de compañía y tenía prohibido ver a Plutarch, quien sospechaba de la locura de mi hermano y quien también entendió su mensaje, sabía que era peligroso acercarse a mi, nadie nunca iba en contra del rey Octavius. Las paredes del palacio murmuraban que los súbditos habían recorrido kilómetros para verme a mi... no a Octavius quien era su rey.

Mi vestido de novia estaba siendo diseñado por los mejores costureros del reino, se había hecho con las mejores y más caras telas y llevaría miles de pequeñas perlas incrustadas.

Cada día que pasaba se acercaba más la fecha en la que mi futuro marido llegaría. Me encontraba en mi última prueba de vestido, me miraba frente a los tres espejos de aquella habitación, especialmente al vestido que portaría el día de mi boda, cuando mi hermano entró a la habitación; todos corrimos a hacer una reverencia y el ignorando a todos fue hasta mi y me puso en pie para saludarme con dos besos en las mejillas

— Te ves espectacular— dijo fascinado.

—Le agradezco su majestad— agache mi cabeza en forma de agradecimiento.

–Veo que todos han hecho un gran trabajo, pero pido que todos salgan ahora, tengo que hablar con la futura novia— todos de forma veloz hicieron lo pedido y nos dejaron a solas.

— Se ve que todo está a tu favor, la boda se adelantará — dijo el hombre realmente contento, mientras llevaba su mano izquierda por detrás de la espalda.

— ¿Pero de qué habla?

— Tu prometido llegará dentro de dos semanas, por lo que su compromiso sólo durará un mes y después te casarás

— Pero aún falta un mes para su llegada

— Decidió que no visitaría ningún otro reino... vaya que está ansioso por verte, se dice por ahí que le gustaste tanto, que no puede esperar un día más a poner sus manos sobre el cuerpo de mi bella hermana— terminó su frase mientras tocaba con su dedo índice una de las perlas en forma de gota que colgaba de la parte de los hombros del vestido y hacía una mueca de picardía; me puse tensa y roja por lo que dijo y solo baje mi mirada, él vio mi reacción y se comenzó a reír.

— Mi dulce y virginal hermana... bueno eso es todo, tengo que irme iré a practicar espadas, tengo una partida con Teo el hijo del Conde de Dupris, te veré luego, ah y como siempre te ves hermosa.

Cuando el se fue me caí al suelo intentando respirar, de la tensión me había quedado sin aire, intentaba quitarme el vestido y aquel sujetado corsé pero era en vano, el corsé ni todas esas piedras eran el problema, el problema es que me casaría y pronto, con un hombre al que jamás he visto y el cual ansía conocerme.

ROSA INVERNALWhere stories live. Discover now