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Iorak  y yo habíamos planeado que iríamos al lago de la capital a pasar un rato a solas. de regreso al palacio Iorak dijo que me vería en la noche, yo me fui con las costureras pues decían que era hora de hacerme nuevos vestidos, más modestos pues el país se encontraba en guerra.

Mis kyrias me prepararon para ver a Iorak, el cual ya me esperaba en la habitación. Iorak no dudo ni un minuto en acercarse a mí, él parecía estar deseoso de mi y yo de él, hicimos el amor varias veces esa noche y entre los descansos el me sujetaba junto a él, parecía que quería mantener mi recuerdo en su mente, tal vez ya presentía lo que vendría.

A la mañana siguiente Iorak se fue a hacer ejercicio junto a su escuadrón. Tomaba el té junto a Plutarch y hablábamos de los buenos recuerdos de mi niñez, cuando Agda interrumpió.

—Su majestad, su alteza— dijo haciendo una referencia a ambos

—¿Qué sucede Agda?

—Es su majestad, el emperador... ya se va

Me paré al instante, ni siquiera dejé mi taza en la mesa— Pero que dices Agda ¿como que se va?

—Han invadido Heim, los Yaqui

Solté mi taza sorprendida; al ser de hierro esta solo hizo un fuerte estruendo, pero no se quebró en mil pedazos como las extranjeras, las de porcelana.

Casi que corría por los pasillos para llegar a la oficina de Iorak, y Plutarch detrás de mí; abrí la puerta sin tocar y lo vi ahí hablando con Hal.

—¿Qué sucede? ¿como que te vas?

—Los Yaqui invadieron la tribu de Heim y hay muchas muertes Oksana, me necesitan allá— Iorak se alejó de Hal, quien hizo una reverencia para saludarme— Aprovecharon que estaba en la capital para poder invadir la tribu— dijo Iorak enojado.

—Iorak... pero eso significa— el se acerco hasta mi y me tomo de las muñecas.

—Entiende, me necesitan y si tengo que morir defendiendo a mi pueblo lo haré— dijo serio, respondiendo a lo que yo intentaba decirle... que era probable que muriera.

—Iorak no

El me beso la frente y se dirigió a Hal— Cuidala, ya sabes qué deben hacer si muero— yo comencé a llorar y cerré mis puños zafandome de su agarre.

—No digas eso, tu no necesitas ir Iorak, hay más de mil hombres allá afuera que morirían gozosos por su emperador, pero no tú, tu nación te necesita

—Por eso mismo, me necesitan, tengo que pelear junto a ellos, sino los Yaqui creerán que pueden seguir invadiendo y matando todo a su paso

—Yo te necesito— dije entre lágrimas

—Oksana, están muy cerca de llegar a la capital, una tribu mas y luego estarán a la entrada del palacio, tienes que entender— dijo sujetando mi rostro mojado por las lágrimas que no paraban.

Baje la mirada y Plutarch por detrás me sujetó los hombros— No te preocupes Iorak, nosotros la cuidaremos— Iorak me soltó y se alejó un poco, mientras que yo aun no le dirigía la mirada.

—Gracias— dijo Iorak viendo a Plutarch, entonces así sin tocarme se acercó a mí y me susurro— Te amo, pero entiendeme, es mi gente— sus labios besaron mi cabeza y como yo estaba cegada en mi enojo ni siquiera voltee a verlo, sentía rabia al saber que me dejaba, me dejaba para ir a morirse.

Iorak salió de la oficina, Hal se fue detrás de él y Plutarch se quedó conmigo, volteandome hacia él, para así sujetar mi rostro

—Oksana no seas asi, el esta cumpliendo su deber

—¿Y su deber de marido Plutarch?— dije enojada.

—Su deber de emperador es más grande, que el de ser tu marido, cariño... Iorak es un buen hombre y te ama... por tu enojo ni siquiera te despediste de él

Me quede pensativa y limpie mis lagrimas— Tienes razón, puede que no lo vuelva a ver y yo lo amo— dije asustada.

Corrí entre los pasillos, tal vez y lo alcanzaba, tal vez aun podia abrazarlo. Llegue hasta la entrada y me dijeron que las carrozas habían partido ya, pero tal vez los alcanzaba en el pueblo, entonces baje a paso rápido la gran escalinata del palacio, dos guardias se percataron de que me iba así sin más, por lo que comenzaron a correr detrás de mí para protegerme y plutarch detrás de ellos. Corri y corrí entre la gente, quienes se sorprendían de verme así, tan humana, cansada, llorando y sin aire en los pulmones, pues quería alcanzar a mi amor y decirle que yo también lo amaba. Vi a una carroza, esta iba al puente, pero entendí que era la última y el puente pronto iba a levantarse... no alcanze a llegar.

Me detuve ya sin aire, pues si corria mas caería al agua,  el puente se había levantado, evitando que nadie saliera ni entrara a la capital. Me tire al suelo y comencé a llorar.

—Su majestad imperial— dijeron los guardias asustados de verme en tales condiciones.

—Oksana— dijo Plutarch llegando a la escena.

—Se fue Plutarch, se fue... el hombre que amo se fue

Plutarch no dijo nada y solo me abrazo mientras yo lloraba en su pecho sin consuelo alguno.

—Vayan por un carruaje su majestad está cansada y nadie la puede ver así — les dijo Plutarch a los guardias imperiales.

De regreso al palacio Aynur me llevo bebida y comida a mi habitación, plutarch no se separo de mi en ningun momento, pero yo no quería hablar, estaba molesta conmigo y mi comportamiento tan infantil, si hubiera dejado de lado mi enojo hubiese podido haberme despedido de mi marido.

El resto de la semana la pase en el jardín a solas, pues pronto llegará la primavera y quería prepararlo todo para el recibimiento de esta.

Era de noche y caminaba de regreso al palacio cuando Wilhem apareció.

—Buenas noches Oksana

—Hola Wilhem

—Te llego correspondencia

—¿Ah si?

—No es de él— dijo triste

No respondi nada, pues creo que mi rostro lo decía todo, entonces el me dio una carta

—Es del parlamento— dije sin mirarlo a los ojos, abrí la carta y con la luz de las antorchas del palacio alcance a leer— Ya hay fecha para el voto de libertad a los esclavos— dije son una sonrisa corta.

ROSA INVERNALWhere stories live. Discover now