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Las sirvientas me vistieron con un pesado vestido blanco que llevaba un corsé, apretando mi cintura, era de mangas largas y bajo la pesada tela bordada llevaba un par de medias de lana, pues el frío siempre estaba presente. Recogieron mi cabello, para después colocar el collar de perlas obsequio de las cortesanas. 

Salí al gran comedor y observe largas mesas de madera, el techo estaba cubierto por telas blancas que simulaban olas, entre estas telas bajaban candelabros de hierro pesado negro, mientras caminaba junto a mi traductora, vi mi lugar, donde Iorak ya me esperaba, cuando todos notaron mi presencia, tanto hombres como mujeres se pusieron en pie y al son de unos enormes y estruendosos tambores me recibían. Cuando llegue junto a mi marido este sujetaba una vasija entre sus manos la cual tenia un liquido rojo... que no parecía ser pintura. 

El se volteo a hablar con su gente en su idioma mientras los hombres golpeaban la mesa con sus tarros de hierro al mismo tiempo. Iorak me pidió pararme frente a él, yo nerviosa bajé la mirada, entonces el sujeto mi mentón y suavemente paso dos dedos sobre mis mejillas para dejar rastro de lo que parecía ser sangre. 

—Es sangre de conejo, es el regalo de bienvenida de los hombres de Norduslak— yo levante mis cejas y entonces escuche que ellos gritaban– Kairznne–  por lo que me voltee a verlos y solo sonreí en forma de agradecimiento. 

La cena continuó, deguste distintos platillos y la famosa bebida de Marmur, la "jada" una bebida hecha con hielo de lo mas alto de la montaña, extracto de ciruela del bosque y una raíz fermentada que volvía la bebida alcohólica. El fin de la cena había llegado, por lo que mis nervios comenzaban a aparecer pues sabia que Iorak iría a verme, pues no habíamos compartido la cama en semanas; pero esto no sucedió, mientras mis sirvientas me vestían para dormir Hilde apareció para decirme que Iorak había salido de la capital pues lo ocupaban al este del  imperio y no fijó fecha de regreso. 

Había pasado un mes de la partida de Iorak, en un país que no era mío, con gente ajena a mi y con un idioma que aún no dominaba, intente sacar lo mejor de mi, pues a pesar de mis circunstancias todo era mejor que mi antiguo hogar junto a mi hermano.

Hilde se despidió de mí diciendo que su labor como consejera solo era para la princesa extranjera no para la emperatriz, por lo que una nueva mujer seria quien me guiaría en mi camino como emperatriz su nombre era Agda; era una mujer  más joven que Hilde y quien también hablaba mi idioma. En este reino se tenía la costumbre de tener esclavos y esclavas por lo que entendí que mis sirvientas no eran mis mucamas... eran mis esclavas.  Aún tenía a Elsa como traductora, la cual iba conmigo a todas partes y practicábamos largos ratos todos los días, pero entre todo este séquito de mujeres pedí que trajeran a Aynur pues aun necesitaba hablar con ella. A pesar de que busque a la chica casi al instante de mi llegada, su adición a mi grupo de mujeres fue casi a la mitad del mes. 

Me encontraba sentada junto a un grupo de músicos que tocaban solo para mi, la magnífica música de aquí , algo tan distinto de casa; esta era producida a través de un instrumento largo el cual emitía sonidos agudos, ellos comenzaron a tocar para mi la noche posterior a la partida del emperador y desde entonces siempre pedía escucharlos. Mientras me recostaba y era arrullada por aquella encantadora música norduska, escuche que las puertas de la habitación se habrían

— Su majestad mandó a llamarme— dijo una voz joven entre los músicos, abrí mis ojos tranquilamente y me tope con la figura de aquella sirvienta que había viajado conmigo por los aires.

—¡Aynur!—exclame contenta y fue cuando me puse en pie —Así es, de ahora en adelante estarás a mi servicio, te necesito junto a mi— dije contenta, entonces pude ver como la chica sonreía, mientras yo la invitaba a tomar asiento y escuchar a los músicos con migo.

Pasaba largas tardes o incluso noches hablando con mi nueva sirvienta quien me explicaba muchas cosas del reino y de las tradiciones del lugar. Una de esas tardes, las dos habíamos salido a caminar por los jardines del palacio cuando yo traje un tema a la conversación.

— No he dejado de pensar en las cosas que hablamos en nuestro viaje y me sorprende que tu madre haya conseguido ser la favorita del emperador— entonces detuve mi paso y la mire a los ojos—Tengo miedo de perder a mi marido... y que busque otra esposa... pero también tengo miedo a compartir la cama con él— dije mientras bajaba la mirada, pero entonces escuche como ella rio.

—Veo que aun no se da cuenta su majestad de cuán bella y poderosa es usted... no creo que el emperador este buscando otra esposa— dijo riéndose de mis miedos—Pero si le interesa saber, le contaré que en la posición en la que usted se encuentra es privilegiada, pues mi madre llegó a estas tierras como una esclava, la cual tomaron de un reino del sur, Zands, tal vez se habrá preguntado por que mi cabello es rojo y no blanco como el de ellos— Aynur sonrió mientras comenzaba a caminar nuevamente junto a mi—Mi madre se ganó su libertad por que ella enamoró al rey, no busco solo satisfacer sus deseos, sino busco satisfacer también su corazón.

—Pero yo ya tengo mi libertad— dije desesperada.

—¿Realmente la tiene? — dijo Aynur mirándome a los ojos. 

Pase días enteros pensando en aquella pregunta ¿realmente era libre? en mi persona lo soy, no soy ninguna esclava ¿pero adentro?.

Analicé aquello lo suficiente para entender las palabras de Aynur, no era libre pues no hacía mi voluntad y mucho menos hablaba lo que realmente pensaba, jamás se me permitió, solo se me enseño a callar no solo mi voz, sino también mis ideas, las únicas que contaban eran las de mi hermano Octavius. Pero ya no estaba más en Andúne y mi hermano estaba muy lejos, era momento de que comenzara a hacerse mi voluntad. 


ROSA INVERNALWhere stories live. Discover now