Epílogo.

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Las festividades de fin de año en Baulgrana llegaron algunas unas semanas más tarde. Esa noche Elizabeth vestida de dorado, portando orgullosa su panza, disfrutaba al lado de William y su suegra de un banquete al aire libre con la corte, mismo que se daba la última noche de diciembre para celebrar la llegada del siguiente año; con baile incluido y presentaciones artísticas. A Elizabeth le gustó mucho ver el espectáculo de un traga fuegos muy habilidosos, recostada en el pecho de William, al tiempo que él tocaba su barriga, sin importarle que toda su corte viese lo cariñoso que era con ella. Él se había convertido en un esposo adorable y obsesivo por llenarla de atenciones; ya no era ni sombra de aquel hombre frio, burlón y distante, con que se había casado, pero ella sabía que con otros seguía manteniendo su máscara de hombre duro, para que nadie pensara que se había vuelto blandengue y seguir llevando el control del reino con efectividad, por eso ellos aún no asimilaban, como ella, una plebeya podía lograr que le tratase así. La corte, aunque siempre con tacto para no enfadar a su rey, seguía despreciándola por considerarla no merecedora de ser la esposa de William, pero ella no se había dejado amilanar por eso porque solo le bastaba que William y su suegra la quisieran para ser feliz. Ah y por su puesto tambien le importaba su pueblo, quienes sí la amaban, prueba de ello, fue al día siguiente, que William los dejó pasar al patio principal para darles un discurso de año nuevo desde el balcón, y todos empezaron a vitorear: ¡Viva la reina Elizabeth, ¡viva!

William al oírlo solo sonrió a su pueblo y siguió el discurso:

—Así es señores, aquí tienen a su reina. La reina de Baulgrana—dijo él, aunque ella ya no era eso y la besó en el balcón, frente a toda la multitud de abajo.

Elizabeth, luego de la sorpresa inicial de que hiciera eso frente a tantos espectadores, emocionada correspondió a su beso, pensando que por fin pertenecía a un lugar, porque en esos meses no había permitido que nadie la hiciera bajar la cabeza, haciéndola menos, porque aunque a algunos no les gustara, ella pertenecía a Baulgrana, pertenecía a este hombre y a esta gente y así sería hasta el final de sus días, porque ella aunque no ostentara los títulos, era la consorte de William y lo apoyaría en su reinado. —¡Viva la reina Elizabeth, viva el rey William y Viva la reina madre! —siguieron vitoreando las personas de fondo, mientras a ella le encantaba saber que su esposo, cada día más, se convertía en el gobernante que su gente deseó. ¿Quién diría que le cambiaría la vida aquella mañana que se escapó del convento? Ahora era la esposa del rey del país y la mujer más feliz del mundo por serlo, pese que al principio renegó de serlo. La vida daba muchas vueltas y era verdad lo que le había dicho su suegra, cuando supo que tenía que casarse con William: todos tenemos un destino y su destino quizá era este: ser la esposa de este rey para mediar por los más necesitados. Lo único que podía decir de todo lo que había vivido, es que ya no era su reina por obligación, sino su reina por amor. Lo amaba. Lo amaba con toda su alma y le alegraba saber, que ella tambien tenía el corazón de William, luego de haber perdido las esperanzas, pensando que nunca le correspondería, pero todo eso había pasado y la vida había sido buena con ella, no quitándole al fruto de este amor, quien pronto nacería y los llenaría de alegría.

FIN.

FIN

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Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now