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Finalmente, esa noche Selene consiguió que uno de los guardias que custodiaba la puerta, la ayudase a escapar. No le había sido difícil, lo había conseguido más temprano por medio de artimañas, ya que cuando una de sus damas de compañía (que espiaba por orden de ella por la rendija de la puerta a los tres hombres que las vigilaban en el pasillo) le informó que un guardia se quedaba solo, Selene aprovechó la oportunidad y abrió la puerta en actitud provocadora, mintiéndole a ese guardia, diciéndole que había sentido a un intruso meterse a sus aposentos, seguro luego de haber trepado por la ventana del baño. El mismo se había alarmado y había entrado al cuarto y cuando lo tuvo en el baño buscando al supuesto malhechor, ella se cimbreó contra él, enloqueciéndolo con movimientos lascivos, hasta que lo hizo culminar, teniendo cara de tonto. Ella luego le había preguntado si quería más, pero el muchacho de mejillas rojas y uniforme se echó atrás, diciendo que ya sus compañeros regresarían y no podía seguir metido allí, entonces Selene le había propuesto que si en la medianoche la ayudaba a salir, podían verse en otra parte y así había conseguido salir, cuando él la había venido a buscar al cuarto desesperado por poseerla, entonces habían terminado copulando en la oscuridad de un recóndito pasillo de la torre mas alejada del palacio, hasta que ella lo hizo oler una sustancia impregnada en un pañuelo que lo debilitó y lo hizo desmayar, preparación que tambien le había dado Chalú, junto a lo otro que le echaría encima a la reina. Luego de eso Selene había arrastrado su cuerpo para esconderlo y no ser descubierta rápido y con cuidado de que nadie la viese, se subió la capucha y bajó hacia las mazmorras del área sur. Aquellos casi oscuros y sinuosos pasillos llenos de cárceles, estaban vacíos porque no había presos de ese lado, ni guardias que los custodiasen, ya que esas áreas eran reservadas para los juegos de esclavitud del rey, así que Selene cuando llegó al calabozo, la última estancia de ese pasillo, corrió la pesada puerta y entró a aquel lugar de aspecto de épocas pasadas con paredes de piedra, adornado con una cama con cadenas en el respaldar y muebles actuales donde el rey le había dado látigo en el pasado, entonces buscó el pasadizo que llevaba hacia los aposentos de él. El acceso a ese túnel solo se podía conseguir moviendo una piedra de las paredes, así que ella la movió y se adentró. Siempre le había dado pavor ese lugar tan estrecho, pero nunca le había dicho su miedo al rey, quien jugaba a trasladarla teniéndola engrilletada de las manos y desnuda, mientras le daba con un fuete en las nalgas para que avanzara. Ese recuerdo le hizo añorar aquellos tiempos en que era la favorita del rey. Aquellos tiempos en que su vida era estable; en que tenía un esposo de la nobleza; sus hijos estaban vivos y no era una paría que tenía que abandonar el palacio con la cara llena de vergüenza; sin un chelín y sin derecho a volver a sus propiedades, ya que debían ser decomisadas por la traición de Alfred. Se quedaría sin nada, porque hasta el título de condesa lo perdería. Lágrimas se salieron de sus ojos al pensar en esta cruel realidad, mientras temblaba de expectativa por lo que haría a continuación y apretaba con un puño el frasco de líquido corrosivo que llevaba. Su vida estaba destrozada, , pero ella no sería la única destruida de esta historia, ya que dejaría esta noche a esa reina marcada el resto de su vida, aunque fuese lo último que hiciese, pensó fuera de sí.

"madre..."

"madre..."

Las voces de sus hijos le resonaron de repente como ecos escabrosos y se sintió más frenética y sudorosa. Desde que habían muerto no dejaba de escucharlos. ¿Serían ellos desde el lugar donde estuviesen, llamándola? ¿O su propia consciencia por no haber sido una buena madre para ellos?, empezó a pensar, mientras caminaba dispuesta a todo; dispuesta a hacer sufrir a la desgraciada que le había quitado el favor del rey, tal como ella sufría por dentro por todas sus desgracias.

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William esa noche se sentía muy inquieto. Él ya estaba mejor del brazo y ya todo estaba cogiendo su cauce en el reino. En los próximos días serían cortadas las cabezas de todos los rebeldes y se liberaría de ese movimiento contra su corona, volviendo todo a la normalidad, pero la preocupación que tenía, se debía a Elizabeth, a la que veía muy decaída y pálida, aunque ella trataba de enmascarar la situación, pareciendo animada, ahora que estaban más juntos. Estaba tan angustiado por su abatimiento y esa hinchazón en su vientre, que en la tarde (luego de salir de sus reuniones donde estuvo afinando detalles para la ejecución de los traidores) sin que ella se diese cuenta había exigido al médico saber si ella no estaría desarrollando tumores. Él viejo se lo había negado y le había repetido lo que Elizabeth le había dicho días atrás, que aquella hinchazón se debía a que estuvo llevando un bebé y que se le quitaría con los días, pero William quien no creía en palabras, sino en hechos, había cogido al anciano doctor de las solapas del levita y lo había amenazado que si a Elizabeth le ocurría algo, lo mataría. Él hombre solo había asentido alterado y había vuelto a recetarle a Elizabeth brebajes para sus malestares, que ahora la tenían durmiendo en la amplia cama de doseles corridos, en que ahora dormían todas las noches, desde que decidieron estar en la misma habitación. William había estado abrazado a ella, hasta verla dormir, luego que ella rezara, pero tuvo que levantarse cuando le corrió un frio por la columna, al pensar que ella se fuese a morir primero que él, por eso ahora estaba en el balcón de esa habitación, pensativo, mientras veía los jardines del palacio, sin prestarles atención, por estar tan absorto. El haber conocido la fragilidad de la vida, luego de lo del bebé, lo había dejado temeroso de seguir perdiendo. Él no podría vivir sin Elizabeth, pensó, abrumado, girándose para volver al cuarto, entonces cuando la contemplaba en medio de la oscuridad, con las mantas hasta el cuello y la melena negra desparramada, frunció el ceño y se quedó estático al detectar un ruido extraño. Quizá otra persona no le habría prestado atención al mismo, sin embargo, él, que había sido entrenado para estar siempre alerta de un ataque enemigo, si lo percibió. Alguien venía y pudo darse cuenta que era por el pasadizo que conectaba al largo pasillo que llevaba al baño y esa persona debía conocer el lugar porque había que encontrar un punto clave en la pared para acceder. William se quitó la bata dorada que llevaba para moverse con más celeridad y luego de buscar un cuchillo en la mesita de noche, se mantuvo esperando escondido tras una pared para emboscar al intruso cuando saliese del pasillo, entonces cuando la figura pasó a su lado, le saltó a su espalda, oyéndose un grito espantoso despues. ¡Un grito de mujer! La persona era una mujer y gritaba como si la estuviesen degollando, por eso William se separó un poco, queriendo entender de quien se trataba. Entonces se hizo la luz porque Elizabeth se despertó asustada pensando que le habría pasado algo y prendió una vela ante el estruendo y ambos notaron con horror que él acababa de tirarse sobre Selene, quien giraba pidiendo ayuda frenéticamente, mientras la piel de la cara y el cuello parecía estársele achicharrando. William entonces notó un frasco quebrado con un contenido que debió derramarse encima de la mujer cuando la estrelló contra el suelo, tumbándola boca abajo y no tuvo que ser adivino para entender lo que ella había pretendido. ¡Seguramente echárselo encima a Elizabeth!, la ira lo consumió y la levantó del brazo, estremeciéndola y reclamándole sus actos, sin importarle sus suplicas y aullidos de ayuda. Luego a gritos llamó a sus guardias que entraron rápidamente y la entregó a ellos, empujándola como algo inservible, mientras señalándola con el dedo la sentenciaba a morir por haber intentado asesinar a la reina.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAМесто, где живут истории. Откройте их для себя