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—No...tal vez usted se ha confundido al ver que mi esposa tiene el vientre inflamado—dijo William a la viejecita cuando se recuperó del aturdimiento por lo escuchado y sacó la cara de entre sus manos—Mire... ella no puede estar embarazada, ya que hace un mes perdimos al bebe que esperábamos y yo no he vuelto a... cohabitar con ella hasta hace unos días.

—¿Dice usted que hace un mes ella perdió a la criatura? —frunció el ceño la viejecita, volviendo a palpar el vientre de Elizabeth, última quien entreabrió los ojos un poco, pareciendo reaccionar, pero los volvió a cerrar, viéndose cansada. —Fui la matrona asistente de mi difunto esposo por años su majestad y puedo asegurarle, al palpar la barriga de su esposa, que el embarazo tiene mucho más de un mes. —agregó la señora, volviendo a mirarlo.

William se volvió a sentir mareado ante tal afirmación y tuvo que mesarse la larga cabellera varias veces sintiendo el cerebro colapsado por lo que le decían. Su madre al verlo así de nervioso y perdido, intervino, acercándose a la cama para decir a la mujer:

—Señora lo que dice mi hijo es cierto: mi nuera aproximadamente hace un mes se puso mal una noche y perdió mucha sangre, entonces nuestro médico real confirmó la perdida de la criatura.

Beatriz vio a la señora arrugar la frente, poco convencida, antes de volver a revisarle las pupilas a Elizabeth y un rato su pulso, como si estuviese contando sus latidos.

—¿Cuánto tiempo sangró su alteza, cuando les dijeron que perdió a la criatura? —preguntó la mujer, sin girarse, quien ignoraba que ya Elizabeth no poseía el título de reina.

—Fue solo aquella noche. Calculo que sangró quizá una media hora, luego cesó y fue limpiada. —respondió Beatriz, estrujándose las manos, mientras William recordando ese horrible momento, agregaba, devastado:

—Así es. Sangró tanto que no hubo nada que hacer. Nuestro bebé no logró salvarse.

—¿Había coágulos en el sangrado o pedazos de algo? —siguió preguntando la mujer, ya lastimando a sus interlocutores que se miraron con sus vistas cristalizadas por revivir esos momentos tan horribles.

—No que yo recuerde. Solo sé que hubo mucha sangre —fue William quien respondió, luego pidió en un hilo de voz, caminando hacia donde estaba su esposa— Señora ya pare de hacer preguntas, que recordar esta desgracia nos hace daño y no quiero que mi mujer vaya escuchar esto y sufra más.

La señora se apartó de la paciente para darle el espacio al rey para que se sentara al lado de la misma, sin embargo, con la cabeza gacha, dijo:

—Disculpe si desobedezco su orden de callar, su majestad, pero es mi deber hacerles saber que cuando hay un aborto, se sangra por días y no por menos de una hora, como me cuentan le pasó a la reina, por lo tanto, en una sola noche no se le iba salir todo lo que llevaba en gestación. Y sí hubiese sido el caso que hubiese retenido a la semilla sin vida o pedazos de lo que estaba formado (que sucede en casos) ella no hubiese pasado el mes sin que le diese una fiebre terrible, por la infección de tener algo muerto dentro de ella. Así que con toda seguridad les afirmo que lo que ella sigue llevando en su vientre está vivo y creciendo, considerando el volumen de su barriga. —dictaminó la mujer seria, mientras William la miraba con la vista exaltada— Ella aún está embarazada, su majestad, lo dice su pulso y sus pupilas dilatadas y su doctor a todas luces se equivocó confundiendo una amenaza de aborto, con un aborto.

—¡Basta señora! —exclamó William, todavía incrédulo, volviéndose a parar—Yo estaba con mi mujer la noche que sangró. La llevé entre mis brazos y luego la revisaron y dijeron que no había nada que hacer que la criatura la había se había salido en el camino, mientras la llevábamos...lo que usted dice no puede ser...ella está inflamada porque el doctor me aseguró que le quedaron secuelas del aborto.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora