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William, algunos días más tarde, suspiró cuando le notificaron la llegada del cardenal Di- Santi al palacio. Entonces, ocultando que no le gustaba para nada esa visita, dejó de discutir temas de estado en su despacho y ajustándose su levita verde brocados, salió a recibirlo al vestíbulo, junto a sus ministros y el cardenal de su corte, último quien se unió a ellos, cuando mandó a buscarlo para que hiciese la labor diplomática de recibimiento a su superior.

Di-Santi era un anciano, con sotana roja, crucifijo en el cuello y gorro, que caminaba encorvado con ayuda de los hombres que traía con él, quienes pudo observar, se dividían entre sus sirvientes, dos freiles y su seguridad. A William le llamó la atención el gran número de guardias con qué venía el cardenal, pero luego cayó en cuenta que seguramente el anciano consideraba que Baulgrana era un lugar muy peligroso, despues de las acusaciones del rey Darcy. En fin, mejor que viniese bien cuidado aquel anciano, se pensó William, luego que el cardenal de su corte tomara a Di santi del brazo para ponerlo frente a él.

—Su eminencia, bienvenido a Baulgrana—le dijo William, poniendo su mejor cara.

—Gracias, su majestad William V— respondió Di-santi apenas curvando la boca en su ajado rostro, entonces le extendió la mano para que él le besara su anillo eclesiástico, gesto que se debía hacer al papa, cardenales de roma y arzobispos, y William odió ese momento en que tuvo que hacer una venía ante otro ser humano, tarea que no podía eludir.

—¿Y a que debemos el honor de su grata visita, su eminencia? —William fingió entusiasmo y desconocimiento a Di-santi cuándo alzó la cabeza.

—No me diga que no se imagina el porqué de mi presencia aquí, William V— replicó el anciano, alzando una ceja.

—Desgraciadamente sí me imagino a que ha venido y si es como pienso, me alegra que esté aquí para que de una vez y por todas se limpie mi nombre—contestó William con seguridad, mientras el cardenal le devolvía una mirada inquisitiva, al oír sus palabras. Ya William se había preparado para su llegada, era por ello que no temía salir mal librado de su visita al reino. La ayuda de la orden de los masónicos, previniéndolo, lo había hecho organizar cada cosa para no verse incriminado en ninguna acusación, es más hasta había formulado un plan para que a través del cardenal, pudiese desmantelar a ese grupo de conspiradores, que sabía funcionaría para acabar con esa plaga. Todo saldría bien. Confiaba en ello. Esta visita sería para bien y no para mal para Baulgrana, se dijo, seguro.

Luego de las presentaciones, William ordenó que les arreglaran las habitaciones a los religiosos y las demás personas que venían con el cardenal, sin embargo, aunque Di-santi debía estar agotado por el viaje, quiso de inmediato dedicarse a lo que había sido enviado por el pontífice, por eso pidió reunirse con él, así que William lo llevó a su despacho. Allí el anciano, cuando ambos estuvieron sentados uno frente a otro en el escritorio de roble, se puso manos a la obra, empezando a relatarle las acusaciones del rey Darcy sobre el supuesto intento de asesinato a su hijo en la justa, como tambien lo acusaba de haberlo querido envenenar a él y toda su familia. William escuchó atentamente al cardenal mientras Cuviert y el señor Hall estaban en la estancia para apoyarlo, en todo lo que él declararía, ya que les había pedido su presencia para ayudarlo en alegar su inocencia, con todos los informes que tenían recolectado de las investigaciones.

—¿Y usted como responde a todas estas acusaciones del rey Darcy, su majestad? —culminó el anciano mostrándole una carta donde alguien le advertía a Darcy que la comida del convento estaba envenenada porque él había ordenado matarlo con toda su familia para quedarse con su reino. —Según este papel su fin para toda esta barbarie era apoderarse del reino de Ganah ¿Qué tiene que decir al respecto?

—¿Pues qué le puedo decir, su eminencia? —replicó William, soltando un suspiro cansino, luego de leer aquella nota que le pasó al señor Hall para que analizara la letra— Soy inocente de toda esta falsedad de la cual se me acusa—William enfocó cardenal con una mirada azul llena de seguridad—Todo esto es un tinglado montado por las personas que conspiran contra mi reino y quisieron destruir mi alianza con el rey Darcy. Ellos fueron los que alteraron la lanza para que hiriera accidentalmente al príncipe Héctor en la justa y me culparan a mí, como tambien intentaron matar a Darcy en aquel convento cuando se dieron cuenta que él había aceptado el diálogo conmigo. ¿A caso Darcy no le explicó que cuando estuvo a punto de reunirse conmigo pasó lo del envenenamiento?

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now