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Luego de la larga y tormentosa noche que había pasado Elizabeth, por fin abrió los ojos, encontrándose con dos damas. Una con un vestido elegante y corona, adornando su cabello rubio; otra vestida con harapos.

-Muchacha al fin despertaste. -dijo Sheba, poniendo una mano en la frente de su paciente, misma que se había quedado toda la noche a cuidarle por orden del rey.

Elizabeth, por su parte, no pronunciaba palabra, se mantenía sumida en un estado de ausencia; sus ojos verdes estaban abiertos, pero su mirada estaba perdida en un lugar determinado de la habitación. Entonces de un momento a otro, su mirada fue invadida por lágrimas silenciosas, cuando las imágenes de lo que había vivido inundaron su mente. Casi podía sentir las manos, sentir los gemidos y los empujes del hombre que le había robado su pureza, convirtiéndola en su fulana.

-¡Muchacha tienes que reaccionar! -se sentó a su lado Sheba, mientras le ponía compresas. -Sé que lo que te pasó fue algo muy horrible, pero no te puedes dejar dominar por el dolor.

Elizabeth no la entendió en sí por estar muy perdida, pero de sus ojos siguieron corriendo lágrimas silenciosas.

-Sheba tiene razón-dijo la reina madre, tomando las manos de la muchacha. -Sé que fue horrible lo que pasó, las mujeres a veces no podemos exentarnos de sufrir, pero con el tiempo podrás superarlo y llevar una vida tranquila.

La muchacha, sin parecer escuchar nada, siguió llorando con la mirada fija en un punto indeterminado, cuestión que hizo que Sheba comentara:

-Sucedió lo que me temía, su alteza.

-¿Mujer que quieres decir? -le preguntó Beatriz, preocupada.

-Que la muchacha puede quedar loca. -contó Sheba. -El rey hace practicas muy extravagantes. No sabemos que más cosas pudo hacerle a esta joven virgen e inexperta, aparte de robar su virtud.

-Sí, me lo imagino.-dijo Beatriz mirando a la enferma con dolor, a la que despues intentó sonsacarle como se llamaba y de dónde venía. Fue en vano, porque esa jovencita parecía perdida de la realidad y no contestó nada.

~ ~ ~ ~~ ~

William luego de haber tratado algunos asuntos del reino con sus consejeros, se apersonó a su alcoba a mirar el estado de la joven, puesto que era necesario que la trasladasen lo más rápido posible a otras de sus propiedades, para que nadie se enterara de lo que había hecho.

-¿Cómo sigue hoy? -preguntó a Sheba, quien le hizo reverencia al verlo en el umbral de la puerta.

-Físicamente; con fiebre, pero no es de cuidado. Mentalmente, bastante mal. -contestó la curandera, mientras William se daba cuenta que la mujer que había lastimado tenía los ojos abiertos, entonces se acercó a ella, para luego un poco alejado decir:

-Yo no sabía que eras pura, querida...te compensaré los daños sufridos, te irás a la campiña a otras de mis propiedades y vivirás en paz hasta el resto de tus días.

La joven al tenerlo tan cerca, entró en crisis de repente y frenéticamente se levantó de la cama gritando que no le hicieran daño y luego se alejó a una esquina de la habitación, viéndose muy enajenada.

Sheba corrió a agarrarla, temiendo a que se fuera a hacer daño, mientras su madre, quien tambien estaba en la habitación, miraba la escena estupefacta.

-Su majestad, por favor salga de cuarto, la muchacha teme a su presencia. -pidió la curandera y William que no estaba acostumbrado a recibir órdenes, demoró un rato parado, luego salió, sintiéndose bastante culpable por cómo había enloquecido a esa jovencita.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora