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Baulgrana

William sintió que el corazón le volvió a su lugar cuando un mediodía, luego de buscar a Elizabeth por todas partes, los guardias le notificaran que la habían visto salir del palacio rumbo a la edificación del bosque, lugar que él había utilizado en el pasado para llevar amantes. Elizabeth al parecer había aprovechado que su madre, quien la vigilaba cuando él estaba en reuniones, tuvo que atender asuntos de la corte y se escabulló a este lugar, sin que nadie le dijese nada. William solo suspiró, mientras se adentraba al bosque, pensando que su esposa pudo resbalarse caminando por estos terrenos peligrosos, ya que la noche anterior había llovido y el suelo estaba encharcado. Desde que él medico les había dicho que ella seguía embarazada, hacia algunos días, su madre y él habían tratado a Elizabeth como de cristal, no permitiéndole ni que saliese de la cama; Elizabeth había hecho preguntas sobre el comportamiento de ambos, pero él solo le había dicho que él doctor había ordenado reposo para que se recuperase de los males que la agobiaban; no le habían hablado del embarazo aún, porque William reconocía que le daba pavor decírselo, emocionarla y que perdiese la criatura, sufriendo nuevamente ese dolor. Él ya casi ni dormía de la angustia de imaginar que eso pasara y no quería que ella tambien se sintiese igual de nerviosa, aunque era obvio que no podía ocultarle para siempre la verdad, cuando cada día que pasaba ese vientre le seguía creciendo, puesto que desde que él se había enterado que la criatura seguía viva, se había dedicado a mirarle aquella pancita con más detenimiento, viendo los cambios; incluso hasta la palpaba en las noches a ver si ya se movía el bebé, lastimosamente aún no pasaba, cosa que lo hacía llenarse de ansiedad, porque él necesitaba esta última prueba que esto era real, porque él tambien había sufrido por pensarlo muerto y aún le costaba hacerse la idea que no era así. Ese infeliz del doctor y su asistente les habían hecho mucho daño a Elizabeth y a él. A esos desgraciados ya hoy en la mañana les había firmado sus sentencias de muerte, luego de haber sido investigados; investigaciones que habían arrojado que efectivamente no tenían nexos con ningún movimiento de complot. Ese par solo habían hecho lo que hicieron por ineptos, ya que hasta habían descubierto que esa mujer que asistía al doctor, ni siquiera tenía un pasado de salud para ejercer de matrona, sino que antes de estar con el viejo, se había dedicado a ser una criada de la mansión que él tenía en sus tierras y luego él la había anexado a la corte, cuando la hizo su amante, aproximadamente hacía un año. William había tenido ganas de ahorcarla cuando había escuchado que ella declaraba entre lágrimas, luego de ser torturada que había engañado al doctor, diciéndole que antes había asistido partos para conseguir que él la hiciese su asistente, claro entre otras cosas que tuvo que hacer para ganar ese puesto. Le daba furia haber puesto a Elizabeth en manos no idóneas, porque mientras esa mujer era una farsante, el doctor era un discriminador que por su menosprecio hacia Elizabeth ni siquiera se había dignado a revisarla a profundidad, cuando ella alegaba sentirse mal, para darse cuenta que el embarazo continuaba. Gracias a Dios a analizar los brebajes que este imbécil le hubo dado a Elizabeth en este mes para supuestamente bajar su hinchazón, se dieron cuenta que las hiervas no eran agresivas para una criatura, porque si ya de por sí, el bebé tenía probabilidades de venir mal por la pérdida de sangre de Elizabeth, con unas tomas nocivas hubiese sido peor, pensaba William, mientras trataba de caminar con todo ese barro, sintiendo los hombros pesados de tantos problemas, porque aparte del tema de Elizabeth, el reino seguía perdiendo mucho dinero, teniendo que rodear otros territorios de navegación, ya que el viejo Darcy aún no les permitía pasar por Ganah, que era una ruta más corta. Además hoy había recibido la noticia que su primo Ambrose había muerto en la batalla que tenían en países bajos, ya que él mismo había ordenado, luego de la ejecución de los rebeldes, que su primo volviese a esta guerra y a su general le había mandado la orden que lo pusiese al frente donde Ambrose fue atacado con las bombas enemigas, porque aunque no le habían comprobado nada, William siguió desconfiando de la inocencia de su primo y había decido que era mejor cortar de raíz ese problema, poniéndolo deliberadamente en un punto donde sabía podía desaparecer para siempre. No se enorgullecía por lo que había hecho, pero tenía que proteger al reino de cualquier amenaza y principalmente a sus mujeres, concluyó, ya corriendo la puerta de la edificación que antes le había servido de escenario de lujuria y desenfreno, lugar donde encontró a Elizabeth sentada en la cama, frente a una pequeña mesa de madera que había corrido, donde escribía con papel y tintero. Ella solo alzó la cabeza al verlo, antes que él le soltara toda su frustración porque ella no había atacado las ordenes de reposo:

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now