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La situación se había puesto peor para Elizabeth en aquella celebración con la corte, ya que su infame esposo había empezado a danzar con Selene en un entarimado con músicos, viéndose muy contento con la susodicha, así que a Elizabeth no le había quedado más que escabullirse lejos de los presentes que estaban reunidos en el inmenso jardín, celebrando junto a su rey. No aguantaba a toda esa gente, pero la reina madre le había explicado que todos los reyes tenían una corte de aliados que le servían, gracias a Dios pronto se irían a sus viviendas, donde regentaban tierras y el palacio volvería a quedar sin muchas personas, a excepción del servicio, los consejeros reales y la guardia real. Ojalá tambien se fuese Selene, pensaba Elizabeth, ya alejada de todos en el bosque, lugar donde empezó a escuchar susurros, que se mezclaron con el pulular de los animales nocturnos. Los ruidos lo hacían el rey y Selene, quienes encimándose en un árbol empezaban a besarse afanados. Ella los reconoció de inmediato, por la altura de su esposo y su cabello largo, además estaban siendo iluminados por fuegos artificiales que explotaban en el cielo estrellado, mismos que tiraban los sirvientes del palacio para dar más emoción a la celebración. Elizabeth, sintió una ira corriendo su interior al ver la escena erótica. Su esposo le subía las faldas a Selene, mientras esta sinvergüenza lo apretaba más, como si ese hombre le perteneciese, cosa que no era verdad, porque el rey era suyo, ya que estaba casado con ella, pensó Elizabeth, no pudiendo evitar acercarse para detenerlos.

-¿Qué está sucediendo aquí? -les dijo exigente, haciéndolos separarse y sorprenderse.

-Esposa. -susurró él rey entre dientes, poniéndose serio por su intromisión.

-¿Qué falta de respeto es esta, su majestad? -reclamó Elizabeth, furiosa. -Cometer este acto estando casado conmigo.

-Selene, retírate. -le dijo el rey a su acompañante rubia, quien antes de marcharse visiblemente molesta, miró a Elizabeth con mala cara.

-Usted no respeta nada ¿verdad? -se quejó Elizabeth con su esposo cuando estuvieron solos. -Juró ante dios serme fiel y hace esta inmoralidad.

-Mira Elizabeth, tú no tienes derecho a reclamarme nada cuando no cumples como una verdadera esposa en mi lecho. -replicó William irónico, cuando por dentro estaba divirtiéndose a mas no poder por la escena de celos que le hacía su esposa. Él había planificado todo cuando vio a Elizabeth escabullirse, entonces ordenó a un sirviente que la siguiese sin que se diese cuenta y cuando tuvo la información de donde estaba, vino con Selene y la besó para que su esposa los viera. Había salido perfecto el plan y ahora tenía a Elizabeth solo para él, en la oscuridad, donde podía aprovechar su estado beligerante para seducirla.

-¿Entonces me va engañar en todo el matrimonio?

-No pensarás que me quedaré célibe ¿cierto? -rio él, burlón. -Tu misma, quien pensabas quedarte para siempre enclaustrada con las monjitas, te has dado cuenta que te ibas a perder de mucho. -se le acercó, agarrándola de un brazo cuando intentó correr. -El cuerpo necesita de "ciertas" atenciones, querida. -le susurró, pegándola a él, para restregarle la erección, entonces cuando ella gimió derretida entre sus brazos, la encimó en el mismo árbol donde tuvo a Selene minutos antes y empezó a simular embestidas de una copula, sometiéndola contra el árbol.

-Pare...-rogó Elizabeth, sintiéndose muy débil para lograr escapar de aquel asalto.

-Tu no quieres que pare, mi señora...-susurró él, bajando la cabeza para morder suavemente sus aureolas, por encima del vestido, haciéndola estremecer. Entonces le subió las faldas y metió la mano bajo sus enaguas, lugar que empezó a estimular. -Estas mojada y caliente...quieres esto tanto como yo...-agregó él, inclinándose ante ella para quedar de rodillas, donde a continuación hizo algo que dejó a Elizabeth conmocionada: Él empezó a besar su feminidad, luego de arrancarle las enaguas, usando toda su boca para acapararla, dándole varias chupadas, raspándola con su incipiente barba, que a ella le provocaron que las venas se le enardecieran. Luego el rey usó la lengua para saborear sus pliegues, concentrándose despues en la pequeña grieta de donde empezó a correr un caudal caluroso, que a él no le importó catar.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now