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William luego de chantajear a la muchacha, se puso en el balcón fuera de sus aposentos y con nostalgia miró su amplio jardín delantero, lleno de fuentes y hermosos arboles bien recortados, mismos que bordeaban el camino de piedras que iba desde la entrada del palacio, hasta las rejas que protegían la propiedad. El palacio les había pertenecido a los Bowes-Teck por más de cuatrocientos años; tiempo en que había iniciado su reinado, luego de derrocar a otra dinastía. Todos sus antepasados se habían casado con princesas de otros reinos, haciendo la sangre cada vez más pura y ahora él iba romper la tradición, teniendo que casarse con aquella insolente, que aún se lo tenía duro de deseo. Sabía que debía de dejarla tranquila en el aspecto sexual cuando la desposara, ya que él tenía muchísimas amantes que lo podían complacer en la alcoba, pero le molestaba que pareciese tenerle asco. Él no conocía el rechazo de una mujer, todas siempre se les habían tirado a los pies y solo le había tocado elegir cual sería la que tuviese el honor de compartir placeres en su lecho y en su mazmorra donde él las dominaba con su látigo, pero esta joven insignificante se atrevía a rechazarlo. Bueno, había que entender que la había violentado y era natural que sintiese repulsa hacia él, pero le causaba furia el hecho.

—Su majestad, la reina madre ya está aquí. —oyó William que le avisó uno de sus guardias, desde el cuarto y él, girándose le pidió que la dejaran pasar. A los minutos tuvo a su madre con él, tan regia y elegante en su vestuario, como siempre, mirándole con perspicacia, a través de su mirada azul.

—¿Qué sucede William? —le preguntó, poniéndose a su lado en el balcón— Creo recordar que me dejaste hablando sola en el salón de trono.

—Me casaré con la muchacha, quien reaccionó y ya le avisé que será mi esposa. —le comunicó él.

—¿Y ella aceptó así sin más? —levantó la ceja la reina madre.

—La amenacé. —dijo él, no pareciendo tener remordimientos —Sí. No me mires así. Tocaba. En fin, te mandé a llamar porque quiero que te la lleves dos semanas a nuestro palacio de campo en Zaragozha, así yo soluciono con mi cardenal de la corte los detalles con que se llevará el matrimonio, mientras tú le enseñas como debe comportarse una reina.

—William no me gusta que sigas maltratando a esa muchacha. —dijo Beatriz preocupada. —La violentaste y debe sufrir mucho recordando el hecho, para que tu sigas haciéndole crueldades. ¿Con que la amenazaste para que aceptara ser tu esposa?

—Eso no importa—contestó él—Más bien ella debería estar feliz de que va ocupar el puesto más importante de este país, luego de ser una simple novicia escondida en un monasterio en ruinas.

—¿Feliz por tener que casarse con su violador? —replicó Beatriz. —William deja la arrogancia. Ella debe estar muerta de miedo por esto. Si no estuviese en juego la vida de ella y la de todos nosotros, hasta te pidiese que la dejaras ir, para que no siguieses haciéndole más daño.

—En fin, te irás con ella para prepararla. —dijo William para cortarle esos temas sentimentales que no entendía. —Hazla una mujer digna de este reino, como lo eres tú.

Beatriz soltó un suspiro de tristeza al oír sus palabras, ya que ella hubiese preferido ser una mujer normal, de las que pasaban en la calle llevando a todos sus hijos que podían criar hasta la edad adulta; antes de tener que ser la consorte de un rey, con el deber de entregar a su único hijo pequeño, para que se lo llevaran lejos y le enseñaran a ser el sucesor a la corona. Este reino le había robado a su hijo, pensó recordando las pataletas de su niño de siete años, cuando lo arrancaban de su lado. William debió haber sufrido mucho, como ella, que había llorado por años el no poder vivir con él, solo teniendo que conformarse con las dos visitas que le permitían al año, al castillo de entrenamiento militar en que tenían a su hijo, en una provincia recóndita del país.

Su niño. Su pobre niño. Al que le habían suprimido sus emociones.

~ ~ ~ ~~ ~

Beatriz a la mañana siguiente se apersonó al cuarto donde ahora tenían a la joven, entonces la encontró con Sheba, quien la ayudaba a comer. Elizabeth, por su parte se impresionó cuando le comunicaron que ella era la reina madre, la madre del monstruo que la había abusado, dama que le había parecido ver antes, vigilando su estado.

—¿Cómo te sientes hoy? —le preguntó la reina y Elizabeth no pudo contenerse, estalló:

—¿Cómo cree que me he de sentir, sabiendo que tengo que ser la esposa del monstruo de su hijo?

—Disculpa. Sé que era una pregunta que no debí hacerse, pero solo quería entablar una conversación contigo.

Elizabeth solo le quitó la cara, sentada en la cama.

—William me dijo que aceptaste casarte con él. —le dijo la reina, sentandose en una silla frente a ella, con su porte digno de una dama de sangre real.

—No acepté; más bien me chantajeó. —contestó la joven volviendo a mirarla.

—¿Con que?

—Con que va matar a todas las hermanas del convento de donde vengo y tambien a hacerles...lo que me hizo a mi—contestó Elizabeth con los ojos brillando de furia. —¿A que no es adorable vuestro hijo?

—Elizabeth, siento el comportamiento de mi hijo —dijo Beatriz apenada. —Me imagino lo que debiste sentir ante lo que te hizo. Perdóname. Sé que no hay palabras para excusar sus indignantes acciones.

—No. Usted no se imagina nada...no se imagina las pesadillas que tengo ¡No se imagina ni la cuarta parte del dolor que sentía mientras...—le falló la voz, sintiendo el camisón empapado—... mientras su hijo gozaba haciéndola daño a mi cuerpo! ¡Profanándome! Usted no sabe lo que se siente...¡Lo odio y no deseo casarme con él!

—Querida está en riesgo tu vida tambien, sino efectúan el matrimonio. —apuntó Beatriz no diciéndole que sí sabía a lo que se sentía.

Elizabeth intentó hablar, pero soltó en llanto, un llanto vivido y horrible, que provocó que la reina le tomara la mano.

—Se que a veces somos puestos en lugares que no deseamos, muchacha, pero todos tenemos un destino y si estás aquí es por algo. —dijo la reina, haciéndola levantar la cabeza. —Mi hijo parece un desgraciado; no lo es, en lo más profundo de él, pero hace su papel muy bien. Y que te toque ser su consorte, ha sido por alguna razón. Antes querías servir a Dios para ayudar a los más necesitados, bueno ahora tendrás el poder para lograr esta tarea, siendo la esposa de un rey. Piénsalo, hija. Velo desde este punto. El destino y Dios tienen un plan para ti. Tú puedes salvar a este país y hacer a este pueblo feliz, aprendiendo a dominar a mi hijo.

Elizabeth meditó sobre esto y se dio cuenta que era cierto. Ahora siendo la reina podía ayudar a los menos favorecidos, a los pobres, como hacían las hermanas, sin mucho apoyo económico. Baulgrana sufría con hambre la tiranía de su rey y ella podía tratar de empezar a mediar para hacerles la vida más digna a los habitantes de este país. Iba ser difícil hacerlo con aquel monstruo, pero podría intentar.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now