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Elizabeth, despues de que William se fuera con el rey Darcy y los demás hombres, se pasó toda la mañana con la reina madre, siendo presentada por la dama a mayor a mas familias de nobles, pertenecientes a la corte de su esposo, quienes al parecer habían llegado del norte del país, a este castillo de campo por motivo del torneo. A Elizabeth, aunque no le gustaba la corte, ahora mismo le tocaba estar en aquel salón grande y lujoso de altas cúpulas pintadas de ángeles y muebles dorados, donde ellos se reunían a interactuar (jugando cartas, bebiendo vino, disfrutando de bufetes y demás) tocándole a ella fingir la serenidad que estaba lejos de sentir, ya que ellos le lanzaban miradas de animadversión evidentes, sabiendo Elizabeth, que se debían a que la consideraban por debajo de ellos, para ser la reina de William, pero bueno, ella alzaba la cabeza con dignidad y trataba de ignorar aquello, diciéndose que si estaba en ese lugar, no era su culpa, sino del destino y a ellos no les quedaba más que aceptarlo, como le había tocado a ella, quien había sido la primera en renegar de ser una reina.

Elizabeth observó, que mientras ella y la reina madre estuvieron hablando con un caballero y una dama ancianos y empolvados, la tal Selene reunida con muchas damas en una mesa, la miraba con una sonrisa de burla, detectando Elizabeth que todas esas mujeres debían estar hablando de ella, mientras Selene llevaba la voz reinante, ya que se había enterado que antes que se casara con William, Selene había sido una de las mujeres más poderosas e influyentes de la corte, por ser la amante favorita del rey, por eso muchas mujeres la idolatraban y respetaban, así que ahora Elizabeth sospechaba que la mujer para vengarse de que ya que William no la buscaba, sacaba su molestia, burlándose secretamente de ella.

—¿Me das unos minutos, Elizabeth? —le dijo la reina madre al oído, ya que la dama de compañía de su suegra, la estaba llamando desde la puerta, entonces Elizabeth se quedó sola y a verla perderse ,para matar el tiempo, se dirigió a la mesa de bufete pegada a una esquina, momento en que otra persona se le acercó. Era la princesa Helena, quien había entrado majestuosa por la otra puerta del salón y venía con sus dos damas de compañía como un sequito, mismas a quienes mandó a andar por el salón para que quedarse a solas con ella.

—Su alteza...—apenas inclinó la cabeza la hermosa pelinegra de ojos verdes, brillando en ellos el sarcasmo.

—Princesa...—saludó Elizabeth, conservando la compostura para no decirle de mala manera que la dejase en paz.

—¿Cómo le terminó ir la noche, con la escapada del rey? —preguntó atrevidamente la dama, en tono confidente—Según sé, él disfrutó mucho de las mujeres de dudosa reputación que le dieron de regalo sus cortesanos más libertinos.

—No le parece que estos temas que usted quiere abordar no son adecuados para los oídos de una doncella, no casada, como lo es usted. —replicó Elizabeth secamente, viendo como su interlocutora torcía sus bonitos labios—Sumado a que no son de su importancia, porque el rey es mi esposo y no el suyo y por lo tanto lo que él haga, solo me interesa a mí.

—Oh querida, pero no se me ponga así...

—¿Y cómo me puedo poner si su intención es decirme estas cosas para que dude de mi esposo?

—¿Así que está muy segura de él y su fidelidad? —punzó Helena, divertida—El rey es un hombre de variedad. No me lo imagino el resto de su vida con una sola mujer.

—Sí, estoy muy segura—replicó Elizabeth, alzando la barbilla—Así que le exijo que deje de lanzar intriga en contra de mí matrimonio.

—Ahora que dice la palabra matrimonio, el suyo me sigue desconcertando ¿sabe? —la princesa, estudió sus cuidadas uñas, como si estuviera más interesada en ellas que lo que en lo que decía, pero Elizabeth sabía que no era así. —Es muy extraño que roma haya dado permiso al rey para un matrimonio con usted, sin ser morganático. —agregó volviendo a clavar sus ojos verdes en ella—En ningún reino que se rija bajo los mandatos católicos, se permite algo así, porque los hijos de plebeyos y reyes, no pueden heredar un trono, ya que no son considerados seres divinos.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now