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Elizabeth en madrugada se despertó y se sorprendió mucho al encontrarse acurrucada en los brazos del rey. Dios mío, que cosa tan extraña, fue lo que pensó, mientras se separaba de su poderoso pecho, sombreado de vellos dorados. El rey hizo un sonido de queja al perder el calor de su cuerpo, pero siguió durmiendo, ladeándose y ella pensó que en ese momento no se veía tan amenazador como siempre, sino más bien vulnerable. Era una bestia en reposo. Una bestia que descansaba y recuperaba fuerzas para al despertar, seguir aprovechándose de los más débiles.
Madre…— deliró él de pronto y Elizabeth pensó que no había escuchado antes un llamado con una entonación más triste y desesperada que esa. —Madre…
Debía estar teniendo una pesadilla con la reina madre y parecía muy afectado. Que sorpresa… nunca hubiese imaginado que aquel hombre pudiese querer a alguien, incluso hasta había pensado que no le interesaba siquiera la mujer que le había dado la vida, pero tal parecía que no era así, porque mientras deliraba, temblaba, como si lo que estuviese soñando con su progenitora fuese tan horrible, que no pudiese soportarlo. Bueno tambien podía estar temblando de frio, porque las velas de la habitación se habían apagado y el fuego que daba calefacción, apenas era una mecha azul, por eso Elizabeth se levantó y buscó una bata en su ropero para cubrir su cuerpo en tela, luego volvió con él y no le quedó más remedio que abrazarlo para recibir su calor, claro, esto solo lo hacía como medida de supervivencia por el frio, por nada más, se dijo, aunque sonaba inverosímil, ya que cuando se enterró en sus brazos aprovechó para acariciarle el cabello rubio que le caía como una cascada dorada, ocultando su cincelado rostro. ¿Qué le ocurría con él?, se preguntó Elizabeth muy confundida antes de quedarse dómida, plácida entre los brazos de su esposo, como si se le hubiese olvidado todo el mal que ese hombre le había hecho.
 

******
 


William a la mañana siguiente, estaba molesto por el momento de debilidad que había tenido con su esposa, ya que la noche anterior, finalmente se había quedado dormido junto a ella, hasta que en la madrugada se despertó, encontrándosela dormida sobre su pecho, abrazándole. Bien, él la había dejado abrazarlo, pero se había dado cuenta por una bata que Elizabeth llevaba que parecía haberse levantado en algún momento y lo había sorprendido así, abrazándole. Esto era lo que lo tenía furioso. ¿Qué estaría pensando de él? Seguro que él tenía algún interés romántico en ella, cosa ridícula porque él nunca había tenido romances, sino a putas para servirles. Lo que le pasaba con ella era que se había encaprichado con ese dulce coño inocente, el cual estaba adaptando a sus necesidades de hombre y que le había costado conseguir por voluntad de ella, pero nada más. Ya cuando se aburriera de ella, solo la visitaría de vez en cuando para plantarle su heredero, sí es que Elizabeth no lo llevaba en el vientre ya, luego de las cogidas que le había dado el día anterior, decidió no definiendo que sintió al pensar en un hijo con ella. Seguramente sería una criatura muy hermosa si se parecía a la madre, pensó recordándola entre sus brazos dispuesta, besándolo y acariciándolo. Cerró los ojos, cuando su corazón se alteró por el recuerdo y siguió caminando por el bosque de su jardín trasero hasta que le apareció la bella Selene, queriendo hacerle compañía. En otro momento se la habría llevado a una edificación rectangular, que había fabricado en el medio del bosque para llevar amantes y distraerse en días difíciles, pero ese día no quería nada, más que meterse en el cuarto de Elizabeth y volver a danzar entre sus muslos. Eso le daría a ella un mensaje equivocado como si no pudiese estar separado de ella, así que pensó en mejor dedicarse a hacer una reunión con sus consejeros para hablar de cómo había amanecido el pueblo, luego del edicto que les había enviado. Esta fue la excusa que le dio para rechazar a Selene, pero ella se colgó de su brazo, diciéndole que lo acompañaba hasta el palacio. William se lo aceptó y cuando entraban por el monumental vestíbulo, se encontraron cara a cara con Elizabeth, quien estaba majestuosa con un vestido azul, acompañado de un abrigo hasta el busto para el frio de la mañana. Su madre la acompañaba y ambas los miraron con total desaprobación por tener del brazo a Selene.
—Sus majestades. —hizo reverencia Selene primero a la reina madre y luego a Elizabeth a regañadientes.
—Buenos días Selene. —dijo la reina madre, tan regia como siempre. —¿Nos dejas a solas con el rey? Tenemos que tratar problemas familiares.
—Por su puesto, su majestad. —respondió la mujer, con un respeto absoluto hacia la dama mayor, luego se retiró.
—Ya va siendo hora que Selene se regrese con su marido ¿no crees? —comentó la reina madre a su hijo, quien puso los ojos en blanco.
—Es necesaria para mí. —dijo William impasible.
—¿Ah sí? ¿Para qué? —replicó Elizabeth en un tono que hizo que la reina madre y William la miraran sorprendidos. —Usted tiene esposa, no necesita amantes.
—Eso lo decido yo, querida. —le respondió William frio, tan distinto al hombre que la había abrazado en la noche, luego preguntó: —¿De que desean hablar conmigo? Ando un poco ocupado, así que sean breves.
—Elizabeth y yo hemos hablado de hacerle donaciones de comida y dinero a los orfanatos de la ciudad, por eso queríamos tu autorización para llevar a cabo el plan—dijo la reina madre. —ya que ambas queremos hacerlo en persona.
—Ni hablar, eso sería muy peligroso con el pueblo revuelto. —dijo William.
—Para eso tiene usted bastantes guardias reales, ellos pueden acompañarnos. —dijo Elizabeth retándolo como siempre.
—¡No y punto! —se impuso él inclemente—Pueden mis hombres llevarles la comida y el dinero para que ustedes no se expongan.
—Perdoneme pero no confío que esa comida llegue en buen estado, sino estoy supervisando—dijo Elizabeth—Se de fuentes que usted entrega comida podrida al pueblo.
William apretó los dientes, queriendo zarandearla y tambien queriendo callarle esa boca con un maldito beso, sin embargo, lo que hizo fue volverles a dar una respuesta negativa, dejándolas allí para caminar hacia su despacho, pero Elizabeth lo siguió, diciéndole que estaba siendo cruel, no permitiéndoles hacer la obra de caridad. Él pudo pedirle a los guardias que custodiaban las puertas dobles de esa estancia que no la dejasen entrar, sin embargo, la dejó pasar, no entendiendo porqué, bueno tal vez si lo entendía, era porque le gustaba estar cerca de ella, verla, admirar lo bella que era, cosa que despues de sentarse tras su silla tallada en oro, hizo extasiado, no gustándole para nada que esa mujer lo afectara tanto, por eso deseó castigarla y mostrarle que él jamás la trataría diferente a otras. Así que se le vino un plan a la cabeza y le dijo:
—En esta vida todo tiene un precio, cariño.
—¿Ahora que quiere?—le preguntó Elizabeth, sabiendo que sus palabras encerraban otro nuevo chantaje. —No voy a aceptar que me encadene.
El sonrió malévolo.
—No te preocupes que para lo que quiero puedes tener tus manos libres.
—¿Y qué es eso que quiere?
—Quiero que te lo lleves a la boca. —explicó, soltándose los botones de su pantalón para sacarse la dureza, gruesa y llena de venas.
Ella lo miró horrorizada.
—Vamos, no me digas que no habías llegado a la conclusión de que esa práctica se podía hacer, cuando yo te he dado esa atención. —dijo él algo burlón. —Te va gustar.
—Le he insultado con los peores insultos, su majestad, pero para esto tan repugnante que me pide le juro que tengo palabras que decirle.
Él sintió una agonía horrible al oírle decir que le daba asco darle ese tipo de atención, pero no se lo demostró, en cambio le dijo aburrido:
—Bien, sal querida. No tenemos más que hablar.
—Si hago esto que usted quiere, quiero a Selene fuera del palacio—dijo Elizabeth, haciendo que William la enfocara con su vista azul llena de sorpresa.
—Apenas hemos copulado un par de veces y ya toda posesiva conmigo, querida mia. —rió él. —Deja los celos; no son buenos.
—¿Eso me lo dice el hombre que un día me prohibió hablar con cualquier hombre, luego de enterarse que su primo me había hablado?
William se puso serio de que le recordara ese momento de celos.
—Eso es diferente, eres mi esposa y me debes respeto.
—No, no es diferente, yo tambien merezco respeto. —replicó Elizabeth alzando la barbilla. —Y me lo está faltando, paseándome en la cara a su amante.
—Así que esperas que no tenga amantes solo por estar contigo. —bufó burlón él, no diciéndole que desde que se habían casado, solo había estado con ella.
—Si, eso es lo menos espero de usted. —le respondió seria.
—Maldita sea, te gusta discutir—exclamó él, golpeando con una palma el escritorio. —Está bien, Selene se irá y tu harás caridad, pero esto despues de que hagas lo que yo quiero. Ven acércate un poco.
Elizabeth tragando saliva se acercó, entonces él le hizo sentarse sobre él y luego la deshizo del abrigo y le bajó el vestido hasta la cintura con él fin de chuparle los pechos. Sus pezones eran dos picos duros, que él mamó hasta el cansancio, dejándoselos casi flácidos. Elizabeth esperó con mucho miedo la orden de que lo tomara con la boca, pero esa orden no llegó en el despacho, porque él rey luego de saciarse con sus senos, la cubrió nuevamente y luego agarrándola de la mano la hizo ir con él. Ella se sorprendió cuando la condujo por el jardín trasero y luego por el bosque, donde llegaron mas tarde a una edificación rectangular, que cuando entraron parecía un sueño, ya que había una cama con doseles y los techos eran de vidrio por eso se entraba la luz del día, dando un efecto idílico a la cama. Él rey de inmediato empezó a quitarse la ropa, haciendo lo mismo con el vestido de ella, mientras la besaba con pasión. Elizabeth aún se sentía cohibida de mostrarle su cuerpo, pero no se bloqueó ante sus besos y caricias. Él luego se tiró a la cama con la espalda pegada al colchón, mientras Elizabeth veía su miembro masculino estaba parado con orgullo, haciéndolo ver a él como el espécimen más hermoso y deseable del mundo.
—Acércate querida. Soy todo tuyo para que me hagas lo que me prometiste. —le dijo, viéndose ansioso y Elizabeth no le quedó mas remedio que acercarse y ponerse sobre él. —Tócalo primero—le pidió él guiando sus manos, donde se la empezó a mover para que ella lo acariciara todo, al tiempo que apretaba los dientes. —Ves que no se siente feo tocarlo.
Elizabeth disfrutó de la textura de aquella larga y gruesa dureza.
—Ahora pruébalo, querida. —la acercó él tomándola de la nuca, luego cerró los ojos, cuando Elizabeth se atrevió a engullirlo tímidamente acaparándolo hasta la mitad. —Chúpalo todo. —le pidió él agarrándola con un puño tras su cabeza para moverla y Elizabeth quien pensó que sería lo más asqueroso del mundo hacer esto, se sorprendió cuando le empezó a gustar. Por eso al coger confianza sus chupadas fueron menos torpes y lograron que el rey, soltara exclamaciones de gozo. Elizabeth al escucharlo hacer eso se excito mas, por eso le puso mas empeño a la tarea y lo chupó, hasta que él le pidió que parara, sentandose en la cama y sentándola sobre él, con las piernas de ella a cada lado de su cuerpo. En esta posición la penetró, mientras sonreía con los ojos brillantes, como si le estuviese encantando mucho lo que estaba pasando. Elizabeth gimió ante cada embestida y cuando él la agarró de las nalgas y las arremetidas empezaron a ser más furiosas, ella clavó los dientes en su hombro, sin lastimarlo y ahí ahogó el primer orgasmo que tuvo porque el resto del día, siguió teniendo a mas liberaciones porque él rey la tomó en varias posiciones, dándole tanto placer que al final terminase exhausta mirando al techo, donde se veían los árboles y la naturaleza, que eran testigos de que no tenía el control de su cuerpo cuando estaba con él. Era suya, solo suya, pensaba aterrorizada, porque además de responderle de esa forma tan apasionada, en la tarde se alegró cuando su rival Selene salía con equipaje del palacio. ¿Su rival?, dios mío. ¿Qué cosas pensaba?, se decía, mirando por la ventana de su cuarto, sintiendo molestias en su feminidad, luego de que él rey en aquella edificación del bosque la hubiese tomado hasta el cansancio, prometiendo que ahora en la noche la visitaría aquí en su alcoba.
—Así que lograste convencerlo de que la sacara de aquí —oyó Elizabeth una voz a su espalda, girándose para ver a la reina madre, quien la miraba una ceja levantada. —y me imagino que tambien lo convenciste con lo de las donaciones.
—Sí…—susurró Elizabeth con cierta timidez, mientras la dama ataviada con un elegante vestido y su corona, se sentaba en la cama—pero dijo que tambien irá con nosotros.
—Esto no te lo creo. —sonrió la reina madre.
—Dijo que lo hacía para mejorar su imagen. Por nada mas.
La reina soltó una amable carcajada.
—¿Para mejorar su imagen o para estar tranquilo de vigilar que a su reina no le ocurra nada?
—No creo que sea por eso.
—Ay hija, aún no te has dado cuenta que tienes a mi hijo en la palma de tu mano. —replicó la dama mayor. —Y no sabes lo feliz que me haces, porque yo quiero que William sea feliz, luego de…en fin…—le agarró las manos—Al igual que tambien quiero que tú lo seas.
Elizabeth se preguntaba en la noche que había callado la reina y su corazón se puso al límite cuando la puerta se abrió y vio que él rey llegaba. Esa noche fue igual que la anterior, terminaron sudados y cansados hasta el amanecer y luego de esa noche hubo varias más, en que el rey absorbió todos sus sentidos. Él no parecía querer esclavizarla y eso la tranquilizó porque no sabía cómo iba afrontar aquello. Lo que si le alegraba era ver que él la dejaba hacer más cosas por los más necesitados. Aparte de esas donaciones que hicieron en el orfanato, le permitió darle dinero a las monjas del monasterio donde estuvo, para que arreglaran la estructura de piedra que se les estaba cayendo, además de que él empezó a darle comida en mejor estado a los habitantes del pueblo, tambien había empezado a crearle mejores plazas de trabajo para que no pasaran hambre. Por su puesto todo esto el rey lo hacía a cambio de prácticas que él quería de ella en la cama, aunque para Elizabeth dejó de ser un peso complacerlo. Cada día lo que sentía por él dejaba de ser desprecio para convertirse en otra cosa y esto la preocupaba de sobremanera. Él era un hombre frío y sabía que ella solo le importaba para pasarla bien en el lecho. Sería un error sentir algo más por una persona así. Un grave error.
 
 


NOTA:

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Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now