46

9.8K 685 157
                                    

William, a la mañana siguiente no pudo evitar despertarse nervioso y sudoroso, buscando a Elizabeth en la cama y gritando su nombre. Había tenido una horrible pesadilla con ella, donde él y sus guardias revisaban el palacio y se daban cuenta que ella había escapado sin dejar rastro. Aquello lo había conmocionado tanto que ahora mismo, sentado en la cama, sentía los ojos cristalizados en lágrimas y temblaba. Solo pudo tranquilizarse cuando oyó la voz de Elizabeth contestándole y preguntándole que le pasaba, misma quien lo hizo girar la cabeza, ya que la misma venía con un cuenco lleno de agua y trapos, implementos que dejó en la mesita de noche para ir a ver que le ocurría.

—¿Qué pasa William? —volvió a preguntarle ella, viéndose muy preocupada, cuando se sentaba a su lado en la cama.

—Sigues aquí—murmuró William, con voz quebrada, alcanzando a tomarla de las mejillas, pese al dolor del brazo, temeroso de que fuese a desaparecer. Ella estaba hermosa como siempre, porque ni el vestido negro que llevaba esa mañana de luto, podría quitarle un ápice de su belleza.

—Claro que sigo aquí—respondió ella, tocando su frente llena de sudor—¿Qué pasa, amor? ¿Te sientes mal? ¿Te duele algo?

—Sí, sentí que me habían arrancado el corazón, pero ya al verte me siento mejor. —respondió él lleno de sentimiento, aliviado de que aquello solo había sido un horrible sueño y ella seguía a su lado, amándolo. —Dime que jamás me vas a dejar—pidió, ahora agarrándola de la mano.

—Creo que ayer fui clara sobre mis sentimientos, amor. —le respondió ella, tomando su gran mano para darle un beso en el dorso. —Ya aclaramos todo y sabes que quiero continuar contigo.

—Solo júrame que si vuelves a sentirte decepcionada de mí, no tomarás la decisión de marcharte, sin que lo conversemos—insistió él, porque sabía que había hecho cosas muy malas en su pasado que a ella podrían hacerla aborrecerlo, si se enteraba—Porque te juro que me destruirás, Elizabeth...eres mi vida— y agregó de forma más baja. —Te amo mucho y no quiero perderte.

—Ay querido, sabes que tambien te amo—susurró ella conmovida—Así que estate tranquilo: no me iré de forma alocada de nuevo, sin meditar las cosas. —entonces la voz se le afligió de dolor— Ya me quedó de experiencia que no debo actuar impulsivamente... Ya ves lo que pasó la última vez.

—Ay cariño siento haberte hecho recordar aquello tan doloroso...

—No, no te disculpes. Tranquillo—lo cortó Elizabeth al ver su preocupación, al tiempo que se limpiaba las lágrimas que escaparon de su mirada verde—ayer tambien hablamos que lo que pasó con nuestro bebé seguiría afectándonos, así que no te alarmes, si me ves decaer.

—¿Cómo no quieres que me preocupe? —susurró él, tierno— Es horrible ver esos hermosos ojos tan llenos de dolor y veo que sigues echándote una culpa que ya te he dije, es mía.

Elizabeth no quiso seguir hablando de eso, quizá como táctica de no querer aceptar lo que él decía, en cambio tomó el cuenco con agua que había dejado en la mesita de noche. William siguió mirándola, deseando devolverle la felicidad, pero sabía que no podía hacerlo. La pérdida del bebé, seguramente sería algo insuperable para ella; es más, quizá para los dos.

—Sigues sudando mucho—le dijo ella, luego le pasó un paño para limpiarlo. —¿Seguro te sientes bien?

—Sí. Siempre estaré bien si tú estás conmigo—respondió William, haciéndola suspirar porque ella sabía que él no estaba diciendo la verdad. Aún se veía muy pálido.

—Estaba preparándome para asearte, antes que se dignara a aparecer el médico—dijo Elizabeth con algo de molestia, recordando que el señor había dicho que subiría a las siete a verlo y ya eran las nueve de la mañana. Incluso ella se había levantado al amanecer para poder asearse y cambiarse para estar mientras estuviese revisando a William, pero en fin, este hombre era bastante irresponsable—Ya las muchachas te han traído el desayuno—le señaló Elizabeth el pequeño juego de comedor del cuarto, colocado al lado del balcón donde entraba la luz de la mañana. En la mesa había una vajilla tapada. William tambien se dio cuenta que no estaban solos en la habitación, porque dos criadas a distancia, trajinaban limpiando el lujoso cuarto, donde él pensó, Elizabeth no debía estar, por lo que él le había hecho allí en el pasado. Entonces se prometió que en cuanto pudiera, se cambiarían de habitación.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETANơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ