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Elizabeth cuando abrió los ojos se sintió somnolienta y pegajosa de sudor, entonces recordó de golpe que la habían raptado y trató de moverse, siéndole imposible porque estaba atada de pies y manos en el suelo de un vehículo lleno de heno y con olor apestoso. ¿Dónde la llevaban?, se preguntó, no pudiendo ver nada porque aquella carreta estaba toda tapada con lonas. Entonces el vehículo se detuvo de repente y el hombre barbudo que se le había tirado encima antes de desmayarse, sonriendo con su dentadura desdentada, apareció y le dijo que había llegado a su destino, el palacio del Rey William V, el hombre que le enseñaría a ser una hembra. Elizabeth asqueada de su vocabulario, se preguntó el por qué la traerían aquí. Había escuchado mucho de este rey, al que el pueblo detestaba porque se decía era un tirano, pero no lo imaginaba pidiendo raptar mujeres para placeres perversos, cuando él debía tener muchas que no necesitaban ser obligadas. Todo era muy raro. No entendía por qué la traían ante William V, pero ojalá pudiese estar en presencia del rey para contarle lo que estos desalmados le habían hecho. Él con su poder podría ayudarla, pensó sintiendo otra vez que la oscuridad la reclamaba, entonces cerró los ojos, no sabiendo cuanto tiempo durmió, hasta que la despertaron para ponerle una mordaza y amarrarle las dos manos tras la espalda, al tiempo que le decían que había llegado su hora. Ella oró en su mente porque su destino no fuese a separarse de los caminos de nuestro señor. Dios mío ayúdame a salir con bien de esto, rogaba en su interior muy asustada.

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El hombre barbudo al cual su amo le había dejado instrucciones, cuando llegó el momento se bajó a negociar por la muchacha que había raptado, ya que, según las lo que le habían dejado de orden, había que simular ante los demás que iba venderla al jefe de guardia llamado Brunet, mismo quien era cómplice de su amo en el movimiento rebelde que existía contra William V. Así que al llegar a las rejas pidió a los otros guardias que llamaran a susodicho. Entonces en cuestión de minutos llegó Brunet, un tipo de ojos saltones y armadura, quien de inmediato abrió la gran reja y salió hablar con él.

—¿Qué quieres asqueroso? —le preguntó, haciendo una excelente interpretación de sorpresa al verlo. —El rey no quiere trabajos sucios por ahora.

—Tengo una damisela que le puede interesar a su majestad—respondió el hombre barbudo, subiendo la mirada hacia el palacio del fondo que se decía tenía más cien habitaciones. —Ya está entrenada para los juegos perversos que a él le gustan. De hecho, ya viene amarrada.

—¿Es puta? ¿De dónde la sacaste? —simuló preguntar Brunet.

—Vivía en las montañas y quiere dinero—siguió el teatro—Ha sido meretriz mía y de mi amigo, un tiempo.

Brunet hizo una mueca de asco.

—¿Está agraciada al menos? Es que no imagino a nadie acostándose con ustedes.

—Sí, es muy hermosa. —contestó el barbudo algo herido.

—Bueno, ¿y donde esta esa mujer?

—Ya se la traigo. —dijo y Brunet observó cómo fue hacia la carreta y sacó de ahí a una joven menuda, ni alta ni baja, a la cual le quitó la capucha frente a sus ojos, haciéndole notar los ojos verdes más vibrantes que había visto en su vida. Ella apenas hizo movimientos, viéndose algo lánguida, mientras el asqueroso hombre le abría la boca para que viera a través de la mordaza que tenía todos sus dientes.

—¿Por qué está amarrada esta mujer? —fingió indignarse Brunet.

—Es que se excita haciendo representación de esclava violada. —respondió el hombre bastante alto para que los demás guardias escucharan— No quiere que le quiten las mordazas, hasta que el rey haya simulado violentarla—mintió y agregó —¿Cuánto me dan por ella?

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora