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Los siguientes días, William y Elizabeth se mantuvieron bastante alejados, ya que Baulgrana estaba abajo en los puntos resultados en las justas de esa semana contra Ganah y esto tenía a William frenético y de mal humor, muy ocupado entrenando y gritando a sus hombres, sin tiempo alguno para dedicar a su esposa. A Elizabeth le dolía su actitud, porque desde la noche que lo había echado del cuarto, él no había vuelto a intentar entrar para que arreglaran las diferencias. Apenas y lo había visto y eso había sido en las celebraciones que se hacían despues de cada justa con su bendita corte. Él se mostraba distante con ella cuando tenían que sentarse en el trono a ver sus súbditos en el salón, solo preguntándole como iba el embarazo, para volver a ponerse absorto seguramente pensando en ese horrible deporte que ya tenía a muchos hombres heridos de ambos países. Elizabeth, quien había vuelto a preguntar las reglas de ese juego a su suegra, supo que ahora que empezaban los tres días de lucha contra William y el príncipe Héctor, se podría remontar la perdida de Baulgrana, si William ganaba los tres días, ya que al parecer los puntos de las cabezas de los equipos, sumaban un triple. A Elizabeth no le importaba quien ganara, a decir verdad, lo único que quería era que a su esposo no le pasara nada malo, ahora que le tocaba su turno de luchar, como tambien deseaba fervientemente que él volviera a prestarle la atención de antes. Caso difícil, porque con este comportamiento de él, ella se había dado cuenta que para William siempre habría cosas más importantes en su vida que ella. Era doloroso aceptarlo, pero a si era, pensaba Elizabeth mientras esa mañana nublada, ataviada con un mullido abrigo, de masoquista se metía por el bosque con el fin de ir a mirarlo a entrenar, escondida entre arbustos. Ya llevaba varios días haciendo esto, asustándose cuando antes de ayer ya William dejaba la figura de madera y con un caballo y armadura de hierro, combatía lanza contra lanza cada uno de sus soldados de su equipo. Ella se había sorprendido por lo formidable que era, porque no había visto ninguno de esos hombres derribarlo, ya que parecía ser un poderoso guerrero de técnica y fuerza, entrenado por años. Bueno, él le había comentado una vez, que desde pequeño lo habían instruido en la justa, así que, por ello, parecía invencible. Ojalá no le pasara nada malo por su problema de equilibrio, volvió a rogar al cielo, soltando un grito cuando al llegar al lugar donde espiaba, se encontrara con un hombre que agachado hacía lo mismo, vestido con una capucha negra. El mismo, se apresuró a quitarse esa capa que lo cubría para que ella lo viese, ya que ella llena de pánico seguía gritando, seguro pensándolo un enemigo que quería matar a su marido. Elizabeth se sorprendió de darse cuenta que se trataba del príncipe Héctor.

—Por favor, no siga gritando, va alarmarlos sobre nuestra presencia. —le rogó él, alzando las manos. —Solo se trata de mí.

Elizabeth respiró y cedió a la petición de aquel rubio de cabello largo y ojos verdes, vestido con un elegante levita, vestimenta que había notado luego de que se quitara la capucha de tela negra.

—¿Qué...que hace espiando a mi esposo? —le preguntó ella y él solo sonrió y dijo:

—Solo veía como es William V me va triturar en el campo, desde hoy en la tarde.

Elizabeth no supo por qué, pero le dio lastima el tono resignado que percibió del risueño muchacho.

—¿A caso no sabe luchar en la justa? —le preguntó, extrañada, queriendo entender más su comentario.

—Oh por supuesto que sé, su alteza—respondió él—Pero dios, lucharé contra su esposo, un hombre instruido como una bestia para triturar huesos de hombres.

—¿Instruido como una bestia? —frunció el ceño Elizabeth.

Sí, me refiero a su entrenamiento militar. —contestó Hector— Ya sabe, William V fue tirado en el bosque a los lobos desde pequeño y tuvo que matar y robar algunos unos meses para sobrevivir. Esa primera prueba para luego empezar el horrible y estricto entrenamiento parecido al de la antigua Esparta, que se lleva en ese castillo lejano de Baulgrana, según sé. Por eso digo que William fue instruido como bestia.

Su reina por obligacion /LIBRO 1) COMPLETAWhere stories live. Discover now