Airplanes » l.h

By abxvethenxise

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«El amor lo inventó un chico con los ojos cerrados, por eso somos ciegos todos los enamorados». Official Trai... More

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» capítulo 1
» drug addict alcoholic?
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» salsita
» capítulo 4
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» capítulo 8
» band-aids
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» the way you make me feel
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» you'll be in my heart
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» capítulo 32
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» michael
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» capítulo 37
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» capítulo 38
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» capítulo 39
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» capítulo 40
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» capítulo 41
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» capítulo 42
» pray
» capítulo 43
» chemotherapy
» capítulo 44
» down goes another one
» capítulo 45
» finale
♡ agradecimientos ♡

» ashes

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By abxvethenxise

                  

Un movimiento un tanto brusco provocó que me despertara. Sentía mis brazos congelados así como mis manos. Estaban heladas. Abrí mis ojos y la vi a un lado de mí, tenía su cabello alborotado de un lado y se había quitado la chaqueta que puse mientras dormía.

"Pensé que no tenías sueño", recordé y ella se me quedó mirando confundida. Mmm, sí. Eran los golpes.

"¿Qué te pasó?", preguntó.

"Me caí".

Alzó una de sus cejas.

"¿Con la cara?".

"Ya sabes cómo soy", me encogí de hombros y ella sin creerme volvió a recargarse en mí. Por lo menos hice que descansara un poco. Aunque mi espalda sufriera las consecuencias.

"¿Quieres comer algo?", pregunté y ella negó. Se miraba pálida, y tenía el rostro más afilado que otras veces. "¿Cuándo fue la última vez que comiste?".

Ella se quedó en la misma posición sin responder mi pregunta.

"No has comido, ¿cierto?".

"No he tenido hambre".

Oh cielos, debí suponer que no comería nada. Podía recordar la vez que Jack falleció, estaba tan ocupado pensando en otras cosas que olvidé completamente en que tenía necesidades vitales que atender.

"Zazil-Ha", me puse de pie y ella se quedó ahí sentada con sus pies arriba. "¿Qué te pasa? Tienes qué comer. Sólo a ti se te ocurre dejar de comer en tu estado".

"En mi estado", confirmó y cerré mis ojos. ¿Cómo hacerle entender lo mal que le vendría esto a su salud sin que la hiciera sentir como un enfermo de obra beneficiara?

Solté un suspiro.

"Lo siento, no quise decirlo de esa manera".

"No importa".

"Te llevaré a desayunar, vamos".

"No tengo hambre".

Ay no, allí iba.

"No empieces".

"Hablo en serio, voy a vomitar".

"No, lo que va a pasar es que vas a desmayarte por la falta de comida".

De verdad estaba más delgada.

"Estás exagerando".

"Oh Dios, no recordaba lo irritante que eras", confesé.

"¿Irritante yo? Tú eres el que siempre está de mandón".

"¿Vas a subir al auto o me harás subirte?".

"Tengo muchas cosas qué hacer".

"Y entre ellas está comer, anda mueve tu trasero".

"Luke, en verdad no quiero".

Iba a colmar mi paciencia.

"Bueno, tú lo elegiste",  caminé a ella y la cargué sobre mi hombro. La haría comer aunque tuviera que darle en la boca.

"¡Bájame!".

"No".

Ella empezó a patalear, golpeando mi espalda.

"Luke, basta, no es divertido".

"Tienes que comer carajo", demandé.

"No puedo irme, mi abuela está adentro".

¿Estaba aquí su abuela?

"Puede esperar".

"¡Luke!", gritó y rodeé mis ojos poniéndola en el suelo. Me dio empujón. "Apestas".

"No me digas que no extrañaste", vacilé.

"Me caes mal, basta".

"¿A dónde quieres que te lleve?".

"No voy a ir a ningún lado", fruncí el ceño. Y el terco soy yo. Negué y caminé a su puerta.

"¿Qué haces?".

"Te haré el desayuno".

Sí no quería comer fuera, la haría comer aquí. Abrí la puerta y los segundos sentí a un polizonte meterse entre mis pies.

"Hey amigo", me puse en cuclillas para hacerle unos cuantos mimos a Leo. "Hace tiempo que no te veía".

Me siguió a la cocina y abrí el refrigerador. De acuerdo, ¿que había? Quedaba un chorro de leche, había bastantes huevos, sin embargo no había jamón o alguna otra cosa para acompañarlo. Oh, había fruta. Excelente, algo ligero y saludable para que no le cayera mal.

"¿Ahora sabes cocinar?", escuché.

"No olvides mis dotes culinarios secretos", busqué un cuchillo entre sus cajones y agarré una tabla de madera para picar rápidamente la fruta sin evitar meter dos o tres pedazos a mi boca. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo al sentir la corriente de viento helada que entró por la ventana. Era un día frío, esto ameritaba más que sólo fruta. Abrí su alacena buscando avena, en todas las casa había avena y a ella le gustaba. Encontré el bote rojo y agarré una hoya. Le eché el chorro de leche que quedaba y vacié las hojuelas. Una vez que la vi casi lista, le puse un poco de vainilla y azúcar. En lo personal no me gustaba la avena con agua, era tan insípida. Me gustaba que estuviera cremosa como «arroz con leche». Le apagué a la estufa y dejé que se espesara por un momento.

"¿Te gusta la avena en taza o plato?", pregunté.

"En taza", justo como a mí. Saqué una taza y le serví ahí en lo que acomodaba las frutas en otro plato.

"Siéntate", dejé su comida sobre la mesa y ella me miró.

"¿Tú no comerás nada?".

"Quiero verte".

Me gustaba verla comer, por alguna razón me parecía bastante interesante, más ahora que sabía lo que escondía detrás.

"No comeré sí tu no lo haces".

Rodé mis ojos y saqué otra taza para servirme, me senté a ella y le di un sorbo.

"¿Ahora comerás?", pregunté y ella asintió. Comenzó por la fruta, ya que vio un avance, pasó a probar la avena.

"Está increíble", confesó. Obviamente era increíble, yo la había hecho.

"Magia Hemmings", le regalé un guiño y ella puso sus ojos en blanco.

"Es muy temprano para comenzar con tu ego".

"Tú amas mi ego".


Vi una figura desconocida asomarse por la cocina. Me erguí en la silla, era su abuela. No se veía como una persona tan mayor. Lucía muy bien conservada. Ella tenía una melena mediana color dorada, un poco más oscura que la de Zazil-Ha. Tenían la misma forma de los ojos y una que otra facción, sin embargo, si llegase a verla a simple vista, no notaría el parentesco.

"Buenos días", saludó y me puse de pie.

"Buen día señora, Luke Hemmings", estreché mi mano con ella.

Ella se me quedó mirando, diablos. Maldito seas Ashton.

"Melissa Johnson, abuela de Zazil-Ha".

"Yo bueno...", intenté buscar un título coherente, miré a Salsita.

"Es mi... Uhm".

Ella se nos quedó mirando.

"Sí, lo entiendo", solté el aire que estaba contrayendo dentro de mí.

"He hecho avena, ¿gusta que le sirva?", pregunté amable.

"Oh no, no te preocupes".

Ella caminó para servirse por si sola.

"Espero que no les moleste mi presencia", mencionó.

"No, no. Para nada abuela, siéntate con nosotros", abrí el espacio entre nosotros para que ella se sentara.

"Qué amable, gracias".

Zazil-Ha me miró y sonrió por lo bajo sonrojando apenas sus mejillas.

"Ahorita te das un baño hija y te arreglas. Ponte una chaqueta porque va a estar haciendo frío. A las dos nos entregaran las cenizas", oh Dios, ¿cenizas? Pensé que lo sepultarían, como a Jack.

"¿Iremos a esparcirlas no?".

"Un amigo de tu padre se ofreció a llevarnos en su yate".

"Qué amable".

"Así que... Para la una, te quiero bien cambiada".

Esta clase de pláticas resultaban ser un poco incómodas para mí. Todo me hacía recordarlo.

"¿Puedes ir conmigo?", escuché y la miré. ¿Ir con ella al... «funeral»?

"Yo, uh...".

No había asistido jamás a un funeral después del de Jack. Ni siquiera de mis «amigos», que han llegado a fallecer por accidentes. No me gustaba. Lo detestaba.

"Por favor", pidió. ¿Cómo decirle que no cuando le había prometido estar con ella?

"Claro".


Miré la hora en el teléfono y abrí grande los ojos. Mierda, habíamos quedado a las 12 en casa de mi abuela. Faltaba una hora. Me puse de pie para lavar la taza que usé.

"Tengo que ir a hacer unas cosas antes de eso, pero aquí estaré para la una", caminé a ella y besé su frente. "Regreso en un momento, te terminas eso".

Caminé a la puerta y corrí al auto para hacer una llamada grupal en la que todos lograron contestar rápido.

"Detengan lo que están haciendo, esto se cancela".

"¿Qué mierda? ¿A dónde fuiste anoche?", preguntó Calum.

"Te buscamos como locos y no contestaste tu teléfono", habló Ashton.

"Lo tenía en silencio", confesé. "Escuchen, el papá de Salsita falleció, ¿de acuerdo?".

"No es cierto", dijo Michael incrédulo.

"Ella está bien ahorita, pero hoy es el funeral e iré con ella".

"¿Irás?", preguntó Calum confundido.

"Sí, bueno... Algo así. El punto es que se va a mover para el lunes".

"¿Entre semana?", se quejó Michael.

"Sí, está mejor", dijo Ashton. "Habrá menos gente".

"Sí, probablemente ni siquiera haya".

"Lunes, de acuerdo", escuché a Calum.

"Sólo que Bry no podrá ir. Tiene un seminario".

"Bueno, pero tú no. Así que... El lunes a las 10 de la mañana en casa de mi abuela".

"¿No crees que es muy pronto sacarla así?", preguntó Michael.

"Ella necesita relajarse y distraerse", mencioné. "Bien, ahí estaremos".

"Los quiero putos", colgué.

Llegué a casa de la abuela donde me cuestionó por mi repentina ausencia. Tuve que explicárselo un par de veces para que no me regañara. Me di una ducha rápida y me coloqué ropa limpia -mi abuela la había lavado, ¿no es ella un amor?-, tenía que pasar a envolver unas cosas y comprar una cámara. Lavé mis dientes y salí de la casa para dirigirme a Best Buy, ahí había visto cámaras instantáneas.

Después de consultar ayuda con una señorita, me recomendó la mejor y no dudé en comprarla. Pasé la tarjeta y de ahí me dirigí a una tienda de regalos para envolverlo. Sentía que el tiempo se me estaba acabando puesto que cada dos minutos miraba la hora de mi reloj.

Quería que de todo esto, hubiera algo bueno. Tenía que llevarle su regalo ahora, de otra manera, al final del día estaría totalmente desanimada y cansada. La chica me dio los regalos envueltos, le di unos billetes y una vez dentro del auto, manejé hasta su casa. Al llegar, vi a su abuela y otra mujer hablando en el patio, probablemente alguna tía. La saludé nuevamente y me dejó entrar a la casa con las cajas en mano. Probablemente Salsita seguía arreglándose, sorpresivamente su puerta estaba abierta. Ella se miraba al espejo, a pesar de tener una mirada decaída, se miraba tan linda como todos los días. Dejé el regalo en el suelo y toqué la puerta anunciando mi llegada.

"¿Quién te dejó pasar?", preguntó en cuanto me vio.

"Leo", me encogí de hombros y ella sonrió.

"Tengo algo para ti", confesé. Ella pasó a sentarse a su cama donde empujé con mi pie las cajas en el suelo dejándolas a la vista de ella. "Feliz cumpleaños".

Su expresión había cambiado por completo, su cara se había iluminado y sabía que era porque ayer no había sido un día con regalos ni felicitaciones. Sino un día de disculpas y lamentos.

"Tus regalos me asustan. O son sorpresivamente caros o son extrañamente misteriosos".

"Ya ábrelo, te va a gustar".

Esto me emocionaba más que ella. Ojalá le gustara. No era algo como lo que anteriormente le había regalado, pero bueno... Ella no era el tipo que rechazaba las cosas así que...

Ella le quitó la envoltura el de arriba y abrió la caja para verificar que si hubiera una cámara dentro.

"¡Oh por Dios! ¡Qué bonita es!", saltó a abrazarme.

"¿Te gusta?".

"Siempre quise usa de estas", sabía que le gustaría.

"Aún te faltan dos", le indiqué y la abrirlas sonrió primeramente por los calcetines y la mantita de felpa a juego -busqué los más ridículos que pude encontrar-, y aproveché para darle de una vez la chaqueta que compré en Costco.

Ella abrió el tercero y comencé a reír dentro de mi por su cara de confusión.

"¿Qué es esto?", preguntó.

"Una casa de campaña. El lunes cancelarás todo lo que tienes que hacer porque nos iremos de camping".

"¿Qué? ¿Hablas en serio?".

"Así es", asentí. "Hará frío", apunté a la chaqueta y la mantita. "Y podrás tomar todas las fotos que quieras", tomé la cámara entre mis manos simulando que tomaba una fotografía.

Ella se me quedó viendo y lo único que pudo hacer fue abrazarme. Yo lo consideraría más cómo un apretón.

"Eres el mejor, gracias por todo".

"Uhm... Olvidé decirte que tendremos la compañía de tres cabrones".

Ella levantó su cabeza y me miró.

"¿Irán tus amigos?", asentí. "¡Oh Dios qué emoción!".

"Puedes llevar a tu amiga sí quieres".

Me gustaría conocerla.

"No creo que la dejen. Digamos que... Es ciega y pues...".

Ah, claro. Ciega, ¿con qué otra persona pasaría toda vida? Otra con la misma discapacidad que ella.

"Oh, bueno. Lo entiendo", alcé mis hombros. "Igual sería encantador conocerla otro día".

"¿Ellos están de acuerdo?", preguntó.

Sí supiera lo mucho que me jodieron.

"Ellos me dieron la idea. Y no te preocupes por el trabajo, tienes libre toda la semana".

"¿Nos iremos toda la semana? ¿Dónde dejare a mi Leo?".

Oh, Leo. Olvidaba que tenía un perro.

"No, no. Serán sólo dos días. Y puedes dejarla en mi casa, se llevaría bien con Molly".

"No quiero encargársela a tu mamá".

"Ella adora los perros, vamos. No por Leo cancelaremos todo".

Después de un par de segundos, logré convencerla.

"Pero tengo que hablar con mi abuela. Quiere que me vaya con ella".

Oh no, ya empezábamos mal.

"¿A Oregon?".

"Cree que es lo mejor", se encogió de hombros.

"No puedes irte a Oregon", protesté. No podía sólo irse porque a su abuela se le hinchaban los...

"Lo sé, me quedaré aquí".

Aunque por un momento, pude imaginarla viviendo sola. Cosa que realmente no es algo fuera de lo normal, quiero decir... Apenas cumplió 19. Ni jodiendo me iba de mi casa a los 19.

"Sola", confirmé.

"Es lo mejor, no quiero dejar este lugar morir".

Podía suponer que era para rendirle un poco de respeto a lo que dejó su padre.

"No lo harás", le alenté y atrapé su rostro con mis manos para poder besarla.

"Zazil-Ha, ¿lista?", escuché a su abuela y apreté mis labios. Ella río silenciosamente; por favor, ¿estaba pasando de nuevo?

"Sí abuela, Luke me llevará. Puedes adelantarte".

No miré a la abuela muy convencida. Por alguna razón sentía que le caía mal.

"¿Nos vamos? Luego se pone de malas", dijo tomando sus pertenencias.

"Espera", tomé su brazo y la jalé a mí para besarla como se correspondía. Sentí que sonrió y se aferró a mi camisa, atrayéndome más a ella y así poder estar más a mi altura. O es decir, yo a la de ella.

Me separé y hablé.

"Ahora sí".


Una vez dentro del auto ella puso un poco de música de la que le gustaba para relajarse puesto que se sentía muy tensa. Una vez llegando a la costa le abrí la puerta del carro para que saliera y nos encaminamos al espacio donde estaban sus familiares. Estos abrieron un espacio entre nosotros donde vimos aquella caja en la que reposaban las cenizas del señor. Ella apretó mi mano fuerte y me agaché un poco.

"Está bien", susurré sólo para ella.

Subimos al yate, procuré ir con cuidado por la orilla, ya que este no era tan grande. Pasamos a la parte trasera y me recargué al fondo sobre un barandal, ella se situó entre mis extremidades y la abracé de atrás sin soltar sus manos.

El vehículo se puso en movimiento y se abrazó más fuerte a mí.

"Jamás imaginé que la primera vez que me subiría a un yate, sería por estas circunstancias".

Por alguna razón eso fue como un golpe muy fuerte en el pecho. Le hacían falta tantas cosas por vivir, maldita sea.

"Algún día te llevaré a dar un paseo muy lejos de aquí", prometí. "Y te mostraré lo grandioso que puede ser".

Ella se aferró a mí y en cuanto paramos un comenzaron a bendecir las cenizas, ella se soltó a llorar. Sentía sus espasmos y sollozos en mi pecho, ella lloraba tan desoladamente que sentía su dolor entrar a mi cuerpo sintiéndolo tan propio. Odiaba este tipo de situaciones, odiaba ver llorar a las personas, odiaba el dolor ajeno, porque no podía hacer nada para detenerlo. No podía cambiar el hecho de que alguien muriera, o que tuvieran un mal día, simplemente así pasa y no podía cambiarlo. Y por más que lo intentara, aún se seguirían sintiendo igual o peor.

Cuando estas triste, no te importa lo que lo demás digan o te aconsejen, porque para ti, ellos jamás te entenderán, para ti no habrá cosa peor que la que estás pasando, y cuando te dicen «todo va a ponerse mejor», no. Simplemente no lo entienden, nada se pondrá mejor, porque ellos no tienen ni una puta idea de lo que están diciendo, no tienen ni idea por lo que estás pasando, y no es como si pudieras cerrar los ojos y al abrirlos ver un mundo color rosa, donde todo son cosas buenas, arcoíris y unicornios. No. Así no funcionaba.

Recordaba el funeral de mi hermano. Él fue enterrado, lo cual siento que puede llegar a ser un poco más doloroso, porque él aún estaba ahí, podías verlo. Podías ver su cara, como estaba inexpresiva, como cada vez perdía más color y se hacía más insípida. Me negaba a creer que estaría bajo tierra enterrado, que estaría siendo pisado, estaría siendo pisado por personas insignificantes. Y que probablemente en unos 20 años o 30 años, otra persona tome ese pedazo de tierra inservible, y otra familia le llore, y otra familia, tome su lugar. Podía recordar a mi madre llorando desesperada, a todos sus amigos rindiéndole respeto, a toda la familia rezando por él, pero lo único que yo podía pensar en ese momento es que mi padre no hizo ni un puto acto de presencia. Ni uno solo, pensaba que tal vez... Él estando ahí pudiera sentirme mejor, pero la verdad fue que el pensar en aquella mísera posibilidad me hizo sentir peor. Y cuando aquel agujero estaba tapado y toda la gente se había ido, mi madre me rogó por irnos, pero no pude. No pude hacerlo. Ella me dejó solo hasta que el sol se escondió. Fue hasta unas horas después que solté un grito desesperado y en el intento de querer traer a mi hermano de vuelta, comencé a escarbar con mis manos, sintiendo como la tierra entraba cada vez más a mis uñas. Porque sabía que él no debía estar ahí, debía estar afuera conmigo. Las lágrimas corrían por mi rostro, mis mejillas estaban sucias por la tierra que cargaba sobre mis manos. Al fracasar, fue el momento en que me di cuenta que ni la más grande fuerza en el mundo lo traería de vuelta.

Las cenizas del señor Johnson habían sido esparcidas y dieron una última oración y nos encaminamos a la orilla nuevamente. Pensé que jamás terminaría este sufrimiento involuntario. Ayudé a Zazil-Ha a bajarse y caminamos un poco lejos de donde estaba su familia. Ella aún tenía lágrimas corriendo por sus ojos. Me le quedé viendo y negué.

"No lo entiendo Salsita", ella me miró incapaz de poder emitir algún sonido. "¿Cómo es que aún con mocos escurriendo y la cara llena de maquillaje escurrido te sigues viendo tan linda?", ella comenzó a reír, pero al mismo tiempo a llorar más. Solté una risa divertida. "¿Qué te pasa?".

"No me hagas reír", dijo entre lágrimas y solté una carcajada. La abracé a mí y escuché sus gruñidos. "Me haces llorar más".

"El que debería llorar soy yo, ¿ya viste mi camisa? Espero que los mocos y la saliva se quite en la lavadora", ella rió.

"Ya", tapó su cara. ¿Por qué lloraba? La estaba haciendo reír.

"Aunque debo admitir que me gustas más menos mojada", admití y ella me miró rápidamente confundida. Analicé su expresión, oh Dios, lo había malpensado. Comencé a reír fuerte.

"Salsita, por favor. Hay un sacerdote aquí", le dije y ella empezó a reír sonrojada. "Esto lo tiene que saber".

"No, cállate", dijo ella entre risas.

"No, espera", reí. "¡Padre, padre!", grité y ella se paró de puntas para tapar mi boca. "¡Tenemos a una pecadora! ¡Padr...!".

"¡Luke!", soltó una carcajada y me uní a ella. "Te miran como un loco".

Unos minutos después no acercamos al grupo y quedaron en ir a comer, a lo que Salsita se negó, pero me la llevé a la fuerza. Si dejaba de comer como se debía, podría ponerse mal ella y es lo que menos quería –y deseaba-, en este momento. Saliendo del restaurante me dirigí a su casa en donde vimos un par de películas en su habitación para que se distrajera un momento. No fue por mucho cuando me dejó unos minutos solo para ir a hablar con su abuela, sobre irse a Oregon o quedarse. Me sentía un poco mal por la señora, había estado bastante tiempo apartada de ella y era entendible que quisiera seguir conviviendo son Zazil-Ha pero –quizá sea egoísta-, ahora ella pertenecía a California. Ella debía quedarse aquí, conmigo. Con sus amigos, y con sus compañeros de trabajo y... Simplemente este era su hogar. Ella le explicó que se iría a acampar unos días conmigo, a lo que logré escuchar:

«No lo sé hija, ¿tú sola con ese muchacho?», «no dudo que te quiera pero ya no está tu padre para tener a alguien detrás de ustedes», «eres una mujercita, sabes lo que puede pasar».

¿Por qué las personas mayores pensaban que iba a violarla o algo? Quiero decir, okay, soy mayor de edad y no tengo el mejor aspecto del mundo, pero creo que en mi casa me han enseñado a respetar a las mujeres cuando dicen que no. Lo único que me hizo no salir del cuarto para ir a hablar con la señora de frente fue que Zazil-Ha dijo.

«Mi padre confiaba en él»

Que por alguna razón, me hizo sentir un tanto, ¿emocional? E importante. Quizá mejor en muchos aspectos, y tal vez orgulloso. Era extraño. Ella regresó y seguimos viendo la película. Después de un rato, noté que empezó a cabecear. A lo que comencé a molestarla y me pidió que no me fuera. Ella finalmente se quedó dormida, y le bajé el volumen a la televisión para no despertarla. Logré conciliar el sueño después de una hora y no me di cuenta cuando fue que desperté. Pero ella comenzó a hacer ruidos bastante raros que me hicieron asustarme demasiado. Parecía como si se estuviera ahogando, pero estaba dormida, ¿qué diablos tenía qué hacer? ¿Llamar al doctor? ¿Despertarla? Estaba bañada en sudor, ¿y sí era una pesadilla? Oh Dios, seguro soñaba con algo terrible y, ugh. Mierda.

Comencé a moverla sin lastimarla.

"Hey, Salsita", hablé. "Hey...", ella no despertaba. "Zazil-Ha, despierta", hablé. "¡Hey!", ella abrió sus ojos y se levantó de repente. Su respiración estaba agitada, su cabello estaba empapado, así como su blusa. Definitivamente tenía una pesadilla. "¿Qué ha pasado?".

"No lo sé", dijo y tapó su cara. "Oh Dios".

Escuché que comenzó a llorar nuevamente ya apreté mis labios. No de nuevo. Suspiré y me acerqué a ella.

"Hey, está bien...Cuéntame".

Ella tuvo que esperarse unos segundos para poder hablar con claridad.

"Estaba en el mar y algo me jaló y no podía salir, me estaba ahogando, y sentí la muerte, ¿sabes? Sentí que estaba muriendo".

Mi bebé, ugh. Como deseaba que esto ya se terminara, que todo este sufrimiento pasara rápido.

"Todo está bien".

"No... No lo está".

"Estás viva".

"No lo sé".

¿Qué? Está viva, cómo no lo va a saber?

"Pensé que habíamos hablado de esto".

Ella negó y miró a sus manos.

"Aún sigo sin creerlo", confesó. "Él era mi todo. Mi persona favorita en el mundo, la que siempre estuvo conmigo y me apoyó incondicionalmente. Y ahora... Está muerto", pasó sus manos a su boca soltando un grito silencioso. Apreté mis labios, sabía exactamente como se sentía.

"¿Te digo algo?", ella me miró y le quité el cabello que se pegó a su cara por las lágrimas. Levanté las mangas de mi suéter dejando ver el «Engel können fliegen, wir werden niemals sterben». "¿Sabes lo que quiere decir? Es alemán".

"¿Qué significa?", preguntó.

Señalé el derecho.

Angels can fly»", apunté el izquierdo. "«We'll never... Die»".

Ella me miró sorprendida.

"¿Es por...?", asentí.

"Por él. Los hice unas semanas después", pasé mis dedos sobre mi piel recordando cómo se sintió. "Yo estaba como tú. Cada noche, cada día. No había noche que no soñara con él. Fue hasta un día que comprendí que él no estaba muerto en verdad. Quizá para los demás sí, pero para mí jamás. Me di cuenta que en el último lugar que muere alguien, es en tu corazón".

Ella se soltó a llorar un poco más.

"Mientras tu padre siga volando, jamás morirá".

Ella tapó su cara.
"No sé qué haría sin ti", confesó. Pasé mi mano a su cabeza donde la acerqué a mí y deposité un beso. "Eres mi bebita, ¿cómo te dejaría?", entrelazamos nuestros dedos.

Suspiré, ¿cómo lo haría?

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