» postman

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Desperté con un fuerte dolor de cabeza aferrándose a sí. No tenía ni puta idea de cuándo había acabado todo, lo último que recordaba era... No lo sé. Tenía imágenes borrosas de gente yéndose. Miré a Salsita a mi lado, ella usaba una camisa mía para dormir junto con sus pants afelpados. Me puse de pie y caminé al baño para orinar y lavar mis dientes así como mi cara y poder despertar. Necesitaba café.

Me coloqué un pants junto con una sudadera, puesto que se sentía bastante el frío. Abrí la puerta y miré el mierdero de la casa.

"No salgas", le ordené a Leo. Era un puto desastre por todos lados. Caminé pateando de un lado a otro la basura y abrí el grifo de agua para tomar para llenar la cafetera.

Por mientras busqué una bolsa negra para la basura y empecé a recoger todos los vasos y botellas que estaba regados. Al rato le hablaría a Rufi para preguntarle si podía venir a limpiar con alguna de sus amigas o qué se yo.

Cuando estuvo listo el café saqué una bandeja de madera y serví dos tazas. Le di un buen sorbo a la mía y entré silenciosamente al cuarto para ir al botiquín del baño y leer las prescripciones de las medicinas. Saqué las que se tenían que tomar al despertar, y le agregué una para el dolor de cabeza. Serví un vaso de agua y la coloqué al lado de su taza de café, junto con sus pastillas sobre una servilleta. No tardaría mucho en despertar.

Lo dejé a un costado de donde estaba dormida y aproveché para darme una ducha. Cielos, necesitaba comprar los boletos de avión, empacar, buscar su regalo, bueno ya lo tenía previsto pero necesitaba confirmarlo.


Lavé bien mi cuerpo y al terminar, me coloqué ropa limpia y me encargué del aseo personal de mi persona. Escuché movimientos en la cama y la vi moverse enrollándose entre las cobijas.

"Espero que esta vez no me sorprendas con otra enfermedad", solté y escuché una pequeña risa.

"¿Sida suena divertido?".

"No para mí", confesé acomodándome la corbata.

Ella rió nuevamente y soltó un quejido segundos después.

"Dejé tus pastillas a lado de ti", ella se descubrió la cara y tomó estas tras darle un sorbo al vaso de agua. "Creo que el café está frío".

"Está bien, gracias".

Tomó la taza y se sentó recargándose en la cabecera mientras Leo se subía y se recostaba al lado de ella. Le miré por el espejo y sonreí apenas.

"Luces terrible".

"Y tú como si no hubiera pasado nada", negó.

"Quizá es la costumbre".

"¿Cómo vives con esta sensación moribunda?".

Me encogí de hombros.

"Después de un tiempo, ya no lo sientes tan fuerte".

"No me dejes tomar nunca", escuché y dejó su taza a un lado para ponerse de pie y caminar al baño.

"Tú eres la que te pones de alcohólica, changuita".

"Para qué me dejas".

"Que yo recuerde fue Michael quien te trajo así".

"Fue divertido".


Ella entró al baño y escuché la regadera encenderse. Salí a la cocina, no podía cocinar ni una mierda con este basurero. Tomé un par de frutas del cesto para picarlas y ponerlas en un plato. Le coloqué queso cottage y granola. Robé un poco con mis dedos y lo dejé en la mesa de noche del cuarto. Me importaba muchísimo más que ella desayunara que lo hiciera yo. Me gustaba mucho verla comer, no lo sé. Había veces en las que creía que era muy delgada, o que la razón por la que se agota muy rápido es por la falta de comida, por eso siempre me gustaba que comiera, aunque fueran cinco veces al día. Me dediqué a tender la cama encontrándome con la ropa interior rosada en el suelo. Cielos, tenía que borrar esas frustrantes imágenes de mi cabeza.

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora