» capítulo 19

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Sábado por la mañana, por fin se termina la semana. He de confesar que hubiese querido que esta semana terminara con Hemmings, así como la empecé. Pero de buena manera, no exactamente de mala. Hoy llevaba una falda corte de A –circular-, rojiza con flores azules con toques celeste como estampado y un suéter negro tres cuartos. Me coloqué mis botas cortas negras y dejé mi cabello caer naturalmente. Hoy lo único que llevaba era mascara, polvo y gloss. No tenía ganas maquillarme como usualmente lo haría –delineador, pocas sobras, rubor, etc-, bajé a la cocina donde mi padre me esperaba con el desayuno hecho. Waffles –congelados-, pero aun así estaban bastante bien. Aproveché para hacerle unos mimos a Leo y cambiarle su agua y darle más comida.

"¿Tú dándole comida al perro?", preguntó. "Seguro que debes ir a la clínica enseguida", dijo mi padre y reí divertida.

"¿Qué te pasa? Sí yo siempre le doy de comer", confesé.

"Sí, pero después de que yo te lo recuerdo", me sonrojé y me senté en la mesa donde ya descansaba un plato con varios waffles. Les puse miel de abeja, crema batida y unas cuantas fresas. Eran mi fruta favorita.

"¿Quieres tocino?", preguntó mi padre y negué arrugando la frente.

"No, y tampoco tú. No debes comer esas cosas", dije y me puse de pie para guardar de regreso el paquete de tocino ahumado en el refrigerador.

"Un poco no hace daño".

"No importa, debes mantenerte sano", le dije y puse el tazón de fruta frente a él.

"Jesús, ¿qué hice para merecer esta casa de enfermos?", preguntó y reí apenas.

"Somos los mejores, ¿lo sabes?".

"Hoy te vez bien", confesó y sonreí.

"Gracias, hoy me siento bien", admití. "Mejor que otros días".

"Ya lo veo, me alegra", metió unos pedazos de fruta a su boca.

"Y a mí".

"¿Alguna buena noticia?", preguntó curioso y me encogí de hombros.

"Sólo creo que hoy será un buen día", admití. "Ah, por cierto. Invité a Stefany a quedarse hoy, espero que no haya problema con eso".

Él negó.

"Sabes que es su casa y puedes traerla cuando quieras", sonreí agradecida y miré la hora. Faltaban 30 minutos para las nueve.

Terminé de prisa y fui a lavarme los dientes. Tomé mi bolso junto con mi celular y me despedí de mi padre. Salí para tomar el autobús donde saludé a Janice y me dejó frente a la florería del señor Higgins. Por ser sábado me regaló unas margarita –mis favoritas-, a parte del girasol que compré. Llegué a BuzzFeed y marqué mi tarjeta. Subí a la sala donde puse las flores en el jarrón y encendí la PC para comenzar a hacer el papeleo lo más rápido posible para irme temprano y pasar más tiempo con Stef. Una vez que lo acomodé todo y junte las cartas y correspondencia, salí con el carrito a entregarlo. Bajé por lattes y cappuccinos para los de oficinas y se los fui a dejar al escritorio. Ahora tenía que esperar a que se dieran al menos las 12 para poder irme. Faltaba tan sólo una hora. El resto de la tarde casi siempre era grabar así que ya no me correspondía hacer nada.

Me senté frente a la computadora y me puse a ver ropa por tiendas. Había unas cuantas tiendas de ropa que tenían la clase de ropa que me gustaba y me encantaba verla, aunque sólo un par de veces he tenido el lujo de comprar algo –y con la tarjeta que me presta el señor Reed-, todo era tan colorido.

Abrí la página de Hot Topic y vi unas mochilas preciosas. Eran realmente más como bolsos medianos, pero tenían estampados preciosos. Muchos eran de caricaturas o bandas que me gustaban, y algunas veces emojis. Quería comprar todo. Era una lástima que no tuviera tarjeta e ir a los locales no era una opción tan viable. Casi siempre lo que estaba en línea, jamás estaba en la tienda. Ese era el peor sentimiento del mundo. Ver algo por internet y juntar dinero, para llegar a la tienda emocionada y que te digan «lo siento, sólo puedes conseguirlo en línea». Lo peor.

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora