» capítulo 21

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Habían pasado un par de horas desde que Luke llegó, durante ese tiempo lo pusieron a transcribir unas cartas en la computadora para enviarlas a unos socios. Llamaba mucho mi atención la forma en la que escribía sobre el teclado. Sus dedos eran largos y delgados y se miraba muy gracioso al teclear. Parecía palillos bailando. Que a diferencia de mí los míos eran pequeños y gorditos. Escribía bastante lento por computadora, de todas las cosas que he memorizado los últimos años de mi vida, el orden del teclado no era una.

Empecé a apagar todas las cosas para estar lista cuando Luke dijera y me quedé sentada en la silla del escritorio leyendo el blog de uno de mis amigos de la clínica. Era sobre sus quimioterapias, apenas llevaba tres, en verdad esperaba que se curara. Sabía que un tumor no era fácil de quitar. Díganmelo a mí. El mundo de los enfermos requiere mucha paciencia y tiempo. Sobre todo tiempo.

Escuché la puerta sonar dos veces y al alzar la vista lo vi recargado en el marco. Ya se había quitado la camisa de vestir y los pantalones para una camisa suelta color negro y jeans con sus botines negros de vestir.

"¿Nos vamos?", preguntó y rápidamente asentí para tomar mi bolsa y apagar las luces de la oficina.

"¿Cómo estuvo tu día?", pregunté mientras bajábamos por el ascensor.

"Bien, un poco aburrido. Escribí mucho", se encogió de hombros. "¿El tuyo?".

"Igual, tranquilo", confesé y nos despedimos de Diana y Eric, para salir y caminar a su auto.

Ahí estaba, brillando reluciente. Era precioso. Él se dio cuenta que lo miraba y me tendió la llaves.

"¿Qué?".

"Manéjalo".

Comencé a reír nerviosa y negué. La verdad me moría de ganas por hacerlo.

"No sé manejar", confesé, él arqueó una ceja no muy sorprendido y me abrió la puerta del copiloto.

"Ya veo".

Subió y encendió el auto. Tomó un cigarro de la cajetilla que estaba dentro de la guantera y lo puso entre sus labios, miré cómo sacaba el humo por su boca, se veía tan atractivo.

"¿Te molesta que fume?", preguntó y fruncí el ceño negando.

"Si a ti te gusta hacerlo está bien, aunque he de confesar que el olor no es de lo más agradable", tomé la cajetilla. "Debe ser por esta marca tan barata".

Él entreabrió su boca y me miró.

"No es una marca barata", respondió ofendido.

"¿Camel? ¿En serio?", reí. "Cuestan como un dólar veinte", negué.

"¿Desde cuando eres experta en cigarrillos?", preguntó.

"No lo necesito para poder ver los precios en las cajas del súper".

"Touché".

"Igual, ¿para qué lo preguntas? No vas a dejar de fumar por mí", me encogí de hombros.

"Podría hacer el intento", bufé.

"Fumas como si de eso dependiera tu vida".

"Apuesto que si no fumara no te gustaría tanto", arqueé una ceja.

"Para empezar no me gustas tanto, bájale", él rodó sus ojos.

"El olor a cigarro en un hombre despierta el apetito sexual en las mujeres", fruncí el ceño confundida. ¿Qué diablos estaba diciendo?

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora