» capítulo 3

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El despertador sonó por la mañana, logré estirar mi brazo para apagarlo, abrir los ojos y ver que había amanecido ya. Me levanté y después de ponerme las pantuflas, bajé a hacer el desayuno para mí y mi padre. No tardaría en despertarse.

Saqué unos cuantos huevos del refrigerador junto con los vegetales que utilizaría. Con un poco de tomate, cebolla y pimiento bastaría. Lavé mis manos para picar la verdura y saqué una tabla. Corté la mitad del tomate, un cuarto de cebolla –no era tanto de mi agrado, a comparación con mi padre-, y medio pimiento. Hice pedazos finos para juntarlos en el tazón y romper seis huevos. Haría un delicioso omelette con queso.

Abrí una lata pequeña de champiñones y la agregué al tazón junto con una pisca de sal y pimienta. Precalenté el sartén y lo engrasé con mantequilla para que una vez que esté listo, vaciar un poco de mi mezcla de huevo y vegetales dentro. Esperé unos segundos para girarlo y agregarle el queso.

Ya que hice los dos, tomé una jarra y salí de la casa para ir con la señora González, quien vendía jugos naturales a la vuelta.

"Buenos días pequeña, ¿de qué va a ser hoy?", preguntó mientras le daba la jarra.
"Creo que de naranja con toronja", confesé y ella asintió. No tardó más que dos minutos en hacerlo y entregármelo para pagarlo. "Gracias, tenga un buen día".

Caminé de regreso a la casa y puse la mesa, la regadera del baño estaba sonando, eso sólo era señal de que mi padre estaba despierto. Coloqué los dos platos –ya no tan calientes-, sobre los manteles y serví el jugo en dos vasos. Sentí algo meterse entre mis pies y miré a Leo buscando comida. Reí al verlo tan desesperado.
Leo era un Beagle, tenía apenas 3 meses, se lo obsequiaron a mi papá y pues, tuvimos que quedárnoslo. Caminé a su plato y le puse croquetas para después llevar su otro plato con agua. Leo era un amor, se la pasaba jugando todo el día, era un bebé. Con una barriga gorda probablemente con parásitos pero no importaba. Era feliz, creo.

Vi a mi padre entrar a la cocina, ya limpio y cambiado con su traje. Se sentó frente a su desayuno y sonreí poniéndome frente a él.

"Buenos días papi".

"Hola princesa", respondió mi viejo, le pasé su tenedor. "Esto se ve muy bien, gracias".

"Lo mejor para el más guapo", le guiñé el ojo.

"Uy, eso que ni que", solté una pequeña risa y comenzamos a desayunar. Estaba un poco frío pero seguía bueno. "¿Irás a trabajar?".

"Si, ya me cansé de estar en la casa", confesó e hice una mueca. Me asustaba que algo malo le pasara estando en su trabajo. No era para nada arriesgado, trabajaba en un hotel dando recorridos para los turistas. Mi padre hablaba bastante bien el español. Mi madre era mexicana así que de alguna u otra manera debió enamorarla.

De hecho mi nombre era mexicano o algo así. Es Maya, Zazil-ha, significa princesa del agua.

Mi madre era muy inteligente. Miré a mi padre terminar su desayuno para lavar su plato en el fregadero junto con su vaso. Miré la hora, aún tenía tiempo. Una vez que dejé mi plato vacío lo lavé y subí a mi cuarto para preparar mi ropa. Hoy tenía ganas de usar falda y un suéter. Oh Dios, sí. Qué bonito. Dejé mi ropa sobre la cama y tomé mi toalla para meterme a bañar.

El agua estaba templada, parecía que el gas se estaba acabando. Tenía que recordar eso para el final de la semana. Rasuré mis piernas y salí. Humecté mi piel con crema y me puse una blusa de tirantes sencilla y una falda negra corte A. Busqué mi suéter rosa pálido y me lo puse. Amaba este conjunto. Me coloqué mis botines negros con unas calcetas blancas quedando un poco más altas que el zapato. Me dediqué a cepillar y secar mi cabello para dejar sus ondas naturales, me coloqué un spray y quedó listo.

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora