» christmasy

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Aproveché el momento en el que Salsita hacía el desayuno para envolver su regalo. Antes de acompañar a Nia a la central, me dio los recursos necesarios para conseguir todo. Dejé la caja debajo de la cama y tomé el iPad para responder los 400 mensajes en el chat. Y justo como lo imaginé eran puros «memes». Salsita entró al cuarto con su bata de baño y su cabello a medio secar. Tomó la ropa que dejó sobre la cama y entró al baño a cambiarse. No entendía cuál era el inconveniente al cambiarse frente a mí, ahora sí puedo decir que conozco cada centímetro de su cuerpo. No es como si quisiera esconder que sus sostenes tienen relleno o que su ropa interior es ridícula.

Ella salió y se metió entre mis brazos, lo mejor que pude hacer fue abrazarla de la misma manera. Me gustaba cuando su cabello olía a frutas, era refrescante, en cambio cuando olía a coco, era más relajante. El que no soportaba era el de vainilla, me daba dolor de cabeza, era demasiado dulce.


Y como siempre o todos los días por abrir mi boca ella tenía grandiosas ideas que me dejaban en ridículo y a ella no le parecía importa en absoluto. Ella colocó una venda sobre mis ojos. Tras darme un par de golpes llegué a la parte del desayuno. Fue la comida más desesperante que alguna vez tuve en mi vida, me causaba conflicto el no poder qué es lo que estoy haciendo en mi plato con mis manos. Seguí ciertas instrucciones que ella me dio, como el hecho de tener que meter mis dedos en la comida, o sacar la lengua para buscar el bocado.

Con todo esto, no podía evitar pensar en ella. En nuestra primera cita, cuando observé cada detalle de ella. La forma en la que llamó mi atención cómo comía sin poder dejar de utilizar sus manos, cada que podía metía sus dedos a la comida, juntando las porciones que quedaban por todo el plato. Cómo probaba primero con la punta de su lengua la comida para conocer la temperatura a la que estaba. Después de terminar mi desayuno, lo pude entender todo.

"Vamos a lavarnos los dientes", dijo emocionada, me puse de pie y confiando a mis pasos logré llegar al cuarto donde busqué mi maletín y saqué mi cepillo. De la misma manera caminé al baño y busqué el tubo con la pasta dental. No fue mi mejor intento, pero al final logré colocar la pasta donde debía. Ella llegó detrás de mí, y escuché un banquito arrastrase por el piso.

"¿De verdad trajiste el banco de la cocina?".

"Shh", solté una carcajada y se paró detrás de mí. Tomó mi mano con el cepillo. "Sonríe", sonreí grande y ella guió el cepillo a mi boca donde empezó a hacer movimientos de arriba hacia abajo. "Y uno y dos y tres y cuatro", cambió de lugar. "Y uno y dos y tres y cuatro", no pudo pasar al siguiente lado porque escupí la pasta por la risa.

"Salsita, ¿qué mierda fue eso?", ella rió avergonzada.

"Es como me lavo los dientes, vamos. Y uno y dos y tres...", solté una carcajada. "Basta, así me los lavaba en la clínica con las enfermeras, ahora abre. Siguen las muelas".

"No puedo creerlo", negué y ella con mi misma mano movió en círculos sobre mis muelas, cantando una canción ridícula sobre los molares. Talló mi lengua y me indicó que escupiera. Me incliné para enjuagarme y estiré mi brazo para secar mi boca. Ella me abrazó por atrás besando muchas veces mi mejilla.

"Ay, mira qué bonito bebé", comenzó con sus mimos. "Mira qué bonita sonrisa tiene", dejó pequeños besos sobre mis labios. "Como me encanta, aiñ", sentí mis mejillas enrojecerse. Ella puso sus manos en mis mejillas y besó mis labios. "Ve a ponerte tus zapatos".


Salimos del departamento una vez que estuvimos listos, caminamos para llegar a la cumbre de los taxis. Tomamos el primer taxi que nos llevara para Central Park puesto que estaba un poco retirado de aquí. Podía escuchar el sonido de la cámara al tomar fotos, ya podía imaginar la cantidad de fotografías que había tomado. Era raro. Solíamos tener esta manía de tomar muchas fotografías, ella nunca me enseñaba las que me tomaba -a menos de que fuera vergonzosa-, y yo jamás le mostraba las mías, sólo compartíamos en las que salíamos ambos y en algunas excepciones las que nos tomábamos en lugares específicos. Pasaron unos minutos cuando sentí el taxi detenerse, le di mi billetera para que pagara y bajé del auto. Fácilmente pude encontrar su mano y sentí mi piel erizarse al presenciar los vientos fríos. Que por alguna razón me dieron unas ganas grandísimas de fumar aunque fuera un sólo cigarrillo. Pero había dejado la cajetilla en la otra chaqueta. Este lugar era bastante tranquilo, la vez que vine con los chicos estaba llenísimo. Era plena primavera a todo el mundo le gustaba venir a pasar el rato aquí.

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora