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Martes de español, lo más fácil de la semana. Después de terminar la clase de Expresión oral, salí a los 15 minutos de descanso para fumar un par de cigarrillos. Me recargué en el árbol y lo encendí entre mis labios. Quería dejar de pensar en ella por un momento, pero simplemente no podía evitar escuchar mis propias palabras resonar una y otra vez por mi cabeza. Creo que logré que me odiara, en verdad ella sería la mejor persona del mundo si no lo hiciera. Me merezco todo el puto odio del mundo. Jamás debí decirle tantas estupideces, quizá con un «Salsita, ya no podemos hablar, adiós», hubiera sido mejor y seguro hasta lo hubiese entendido. Soy un idiota. Todo por ser un maldito egoísta de mierda que no quiere salir lastimado. ¿Es malo eso? Quiero decir, el tener miedo.

Jamás había tenido miedo a nada, o por lo menos no a amar. Todas las novias que he tenido han sido casuales y por lo mucho de sólo dos me he enamorado de verdad. Simplemente nunca me había topado con alguien como ella. Alguien que hiciera sentir tan seguro, tan libre, tan... Yo. Era consciente de que ella y yo éramos polos opuestos, pero simplemente no podía comparar la manera en la que cada que hablaba, siempre me miraba a los ojos. Cada que bromeaba se reía, cada que necesitaba su ayuda, ella estaba y sobre todo cada que me quedaba sin nada, ella no hacía nada, más que mirarme. Mirarme como si... Me quisiera. Y yo simplemente tomé una parte de su corazón, jugué con ella y lo tiré todo a la basura.

No recordaba haberme sentido tan mierda desde que la vi llorar, jamás me hubiera imaginado ver llorar a Salsita. La misma persona que siempre está sonriendo y hablando con todo el mundo y saludándolos y riéndose de cualquier cosa aunque sea la más absurda. Nunca me perdonaría eso, probablemente la imagen de ella llorando permanezca en mi cabeza hasta que me enamore de alguien más y para hacer eso, tendrían que quitarle la corona a ella. Terminé mi segundo cigarrillo y caminé al salón de Literatura, ni la lectura más interesante podría hacer que saliera ella de mi cabeza.

En toda la clase me la pasé haciendo garabatos al final de la libreta, deseando que la maestra Raquel nos dejara salir. Sólo quería llegar a mi casa y dormir, aunque así tampoco solucionaría nada. Ninguna cosa podría compensar lo que le hice pasar, cielos. La había humillado. Quizá no frente a miles de personas pero sí frente a Michael y Diana y el otro tipo rubio que no recuerdo su nombre. Mierda, ¿y si alguien la vio llorar después de que me fui? No, eso me hacía sentir aún peor. De pronto vi que todos comenzaron a guardar sus cosas y tomé mi mochila para salir corriendo del salón antes de que cualquier persona me hablara. Caminé a la cafetería, moría de hambre.

Crucé medio campus y vi a Calum saliendo del edificio, caminó hacia acá.

"Parece que no dormiste", admitió.

"Te pondré una estrellita, felicidades", dije. Bufó.

"¿Fuiste con ella?", preguntó entrando a la cafetería, justo estaban Ashton y Michael sentados en la mesa bajo una carpa.

"Sí, y la humillé", dije por lo bajo mientras me sentaba.

"¿A quién?", preguntó Ashton.

"A su novia", respondió Michael.

"Mierda, ¿qué hiciste Luke?", preguntó Ashton en un tono molesto.

"No lo sé, sólo comenzaron a salir las palabras y en cuanto se fue, supe que la había cagado. Ya no podía hacer nada", dije desesperado con ganas intensas de llorar. Maldito sentimental de mierda.

"¿Qué le dijiste exactamente?", preguntó Calum y entreabrí mi boca.

"Que...", mis labios temblaron y refunfuñé, ugh. No podía.

"Que le tenía lastima, que nadie saldría con ella y que... No recuerdo, algo de sus pinturas y un boleto de avión", respondió Michael.

"Gracias", respondí sarcástico.

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora