» capítulo 31

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Sentí una fría corriente entrar por mis ropa, haciendo que mi piel se erizara. Intenté moverme un poco pero me tambaleé al darme cuenta que estaba en la mecedora. Abrí mis ojos y vi mis pies arriba sin tocar el suelo. Noté la chaqueta negra que me cubría y me giré para verlo a mi lado. No fue un sueño, se había quedado.

Anoche fue tan... Extraño. Esperaba que pasa todo, menos que él llegara en la madrugada a mi casa. Sí, tal vez estaba un poco ebrio, pero había algo en él que me hizo creerle. Que me hizo confiarle. Cuando abrí la puerta, lo vi parado a unos metros, debajo de los míseros escalones. Él se abrazaba a sí mismo, tenía sus ojos rojos y cristalinos, sus labios hinchados y su nariz enrojecida. Como si hubiera llorado. Tenía una mirada de perrito arrepentido, que hizo que todo me doliera dentro de mí. Y justo cuando empezó a hablar, no pude escuchar más sin evitar que mis lágrimas me ganaran. No me había dado cuenta de cuanto lo necesitaba, como lo hice el día de ayer. Y sí, quizá era muy estúpida, y sí, él fue un idiota, pero... Era mí idiota. Cuando terminó de hablar, supe que nada de lo que ocurrió en el pasado me importaba, porque él llegó justo en el momento en el que más lo necesitaba.

La más oscura noche jamás la sentí tan brillante con él a mi lado.

Me dolía el cuello, supuse que era por la posición en la que me había quedado dormida. Él tenía su cabeza recargada en el cojín que amortiguaba la mecedora, tenía una de sus manos sobre mi pierna y otra hecha puño, como si hubiera tenido frío. Se había quitado su chaqueta para que no pasara frío, me haría llorar. Me la quité y se la puse encima cubriéndolo, él se despertó rápidamente por el movimiento y me vio. Suspiró tallando ligeramente sus ojos.

"Pensé que no tenías sueño", dijo y sonreí. Apenas me había dado cuenta que tenía su rostro lleno de moretones y cortes. Incluyendo su labio.

"¿Qué te pasó?", pregunté.

"Me caí".

Arqueé una ceja.

"¿Con la cara?".

"Ya sabes cómo soy", alzó uno de sus hombros y negué. Me recargué nuevamente en su hombro y cerré mis ojos.

"¿Quieres comer algo?", preguntó y negué. "¿Cuándo fue la última vez que comiste?".

Comencé a hacer mis cálculos, ayer no había comido absolutamente nada, diablos. ¿Cómo pasó eso? Apreté mis labios sin decir nada.

"No has comido, ¿cierto?".

"No he tenido hambre".

"Zazil-Ha", me miró y se puso de pie. ¿Ahora me llamaría por mi nombre? "¿Qué te pasa? Tienes qué comer. Sólo a ti se te ocurre dejar de comer en tu estado".

"En mi estado", afirmé. Quizá más como pregunta. Él se me quedó mirando y soltó un suspiró exasperado.

"Lo siento, no quise decirlo de esa manera".

Apreté mis labios y me encogí de hombros.

"No importa".

"Te llevaré a desayunar, vamos".

"No tengo hambre".

Él me hizo una cara larga.

"No empieces".

"Hablo en serio, voy a vomitar".

"No, lo que va a pasar es que vas a desmayarte por la falta de comida".

"Estás exagerando".

"Oh Dios, no recordaba lo irritante que eras", confesó.

"¿Irritante yo? Tú eres el que siempre está de mandón".

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora