» capítulo 9

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"Gracias señor Higgins", dije con mi geranio en mano. Caminé las dos calles sobrantes para entrar al edificio. Al abrir la puerta me sorprendió la presencia de Hemmings el recibidor.

"Vaya, madrugaste", mascullé y él rió apenas.

"Aunque no lo creas, te estaba esperando", confesó y sentí un hueco en mi estómago. O no sé si sea un hueco precisamente. Era raro. Cómo sí de pronto todo comenzara a revolverse, la piel se me erizara y mi boca se secara.

"¿Y eso se debe a...?", él se encogió de hombros. No llevaba puesto el uniforme, usaba una camisa gris un poco apretada de los brazos, hacía que éstos sobresalieran y su espalda se viera más ancha de lo normal.

Él me miró y cerró uno de sus ojos, ah ya veo. Suspiré.

"¿Qué necesitas?", pregunté y él sonrió.

"Organización".

"¿Almacén?", él asintió. "Necesito hacer algo primero. Podemos hacer esto: Vas adelantando y me esperas al menos una hora o vamos acompañas y me ayudas".

"¿Qué es exactamente?", preguntó curioso.

"¿Te gusta leer?", él arrugó su nariz y dejó caer sus hombros. "Ya, vamos que se me hace tarde".

Él me siguió al ascensor y presioné el último piso. Jamás habíamos estado solos en el elevador, era raro este silencio.

"¿Y... Cómo va tu dedo?", pregunté y alzó su pulgar. Tenía un nuevo curita pero se quedó un poco morado por la sangre molida dentro.  "¿Te duele?".

"Casi nada", se encogió de hombros y de abrieron las puertas. Caminamos a la sala de correos y prendí la PC. Él se sentó en el escritorio y abrí el correo electrónico. "¿Y cuál es tu trabajo exactamente?".

"Leer estos, escoger los buenos y borrar los malos, imprimirlos y acomodarlos".

Èl se me quedó viendo con cara de «Salsita por favor». Siempre lo hacía.

"Pensé que sólo entregabas en correo", confesó y reí un poco.

"Sí... Tenía que practicar otras cosas", admití y él arqueó una ceja. Meneé mi cabeza. "Olvídalo", miré al computador y suspiré. "Puedes ir acomodando esos...", apunté a unas hojas que tenía listas desde ayer. "Rojo es de parejas, amarillo de comida, azul para ropa y esas cosas, verde para cómicos, anaranjado animales...", comencé a indicarle y él sacudió su cabeza.

"De acuerdo, de acuerdo. Lento", reí apenas y le di las hojas.

"Sólo sepáralos, por favor", pedí y él asintió.

Puse un poco de música esperando a que no se quejara. Èl se quedó callado –eso es raro-, y acomodó los papeles justo como se los pedí. Mientras iba imprimiendo el acomodaba. Trabajo en equipo. Me gustaba. Luke no hablaba mucho, estaba acostumbrada a su silencio pero siempre tenía que pelear por algo o tan siquiera presumir cualquier cosa. En verdad sí quería que lo ayudara. Para finalizar lo mandé a comprar cuatro lattes y un sándwich y al traerlo, terminamos de acomodar, puse la correspondencia en el carrito.

"Sí quieres ve adelantándote", sugerí. "Yo entregaré esto rápido", él asintió y salió de la oficina. Me estiré un poco y tomé en marcha el carrito para hacer lo de siempre. Entregar, saludar, sonreír y ya. Creo. No era un gran problema para mí. Sonreír era natural, Stef siempre ha dicho que le encanta mi risa, ¿por qué? No tengo idea. Pero cada que empiezo a reír ella lo hace también, como si fuera contagiosa o algo.

Awn, la extrañaba. Extrañaba estar todo el día juntas, escuchando música, o simplemente hablando. En la clínica habían chismes grandes, muchos dicen que la seguridad en los hospitales es súper estricta pero sólo los que han estado ahí saben que no. Más en la noche. Las noches en las clínicas es la mejor parte. Como aquella película de "Una noche en el museo", por más muertos que estuviesen, cobraban vida.

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora