» chemotherapy

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Había pasado una semana desde que Salsita salió del hospital; hoy era su primera quimioterapia, estaba nervioso. Jamás había esto presente en este tipo de cosas, temía por que se pusiera mal. Sabía que esta quimio no era como las que todo el mundo conocemos. No se le caería el cabello, ni perdería fuerzas, tampoco sería dolorosa. Sin embargo, el tener que someterse a ese tipo de tratamientos me causaba conflicto porque al terminar todo podía salir bien o por otro lado, no servir de nada.

Entramos a la clínica, hacía un frío de locos, ella llevaba esta chaqueta azul y unos pantalones verde militar y una camisa roja. De todos los atuendos que ha usado desde que la conocí, definitivamente ese era el peor. Pudo haber usado tenis pero no, ella llevaba zapatos de vestir. Jamás la entendería. Ella me guió hacia el consultorio de su doctor, donde esperamos unos minutos hasta que llegó una enfermera.

"Buenos días Zazil-Ha, cuánto tiempo sin verte".

Dijo la mujer de piel oscura y cabello trenzado.

"Lo lamento, pronto me verás más seguido".

"Me alegraría si fuera por visitas y no
consultas".

Ella me presentó con la mujer y pasó a quitarle la chaqueta y los zapatos para pesarla y medirla. Le tomaron un par de datos, junto con una minúscula prueba de sangre y se sentó en la camilla para esperar al doctor Burke. Una vez que llegó platicaron un poco de su progreso en esta semana y mejoras o síntomas.

"Bueno, ¿estás lista?", preguntó y ella asintió.
Yo no lo estaba. Nos dirigimos a una habitación, donde se encontraban un par de máquinas. Le cuidé su chaqueta en lo que se recostaba en la silla y la preparaban para el proceso. Tenía este cosquilleo en mi estómago que no me dejaba tranquilo. Le conectaron una manguera en su mano por la cual le suministraban el fotosensibilizador.
Me acerqué a ella y besé su frente.

"Aquí estaré princesa", ella sonrió y se movió para depositar un pequeño beso en mis labios. "Te amo", susurré y me alejé para que le colocaran unos capuchos en los ojos para el láser y posteriormente le untaran una especie de gel en su rostro, que es donde por la pantalla se miraba el destello que indicaba el tumor.

"¿Va a desear quedarse?", preguntó el doctor.

"Sí, aquí me quedaré".

"Muy bien, entonces será mejor que tome una de las gafas y guarde asiento de aquel lado".

Asentí y me coloqué los lentes para protegerme de los rayos. Encendieron las máquinas.

"Sigo aquí bebé", hablé y ella sonrió. El médico se sentó detrás de la silla y la recostó a su comodidad. Me aferré a la chaqueta que cuidaba y mordí mis labios. Pegué un pequeño brinco al ver la primera luz pegar contra su piel. Oh cielos. Sólo veía como el láser hacía impacto contra ella y tenía ganas de apagar todo.

Odiaba el hecho de que tuviera una estúpida enfermedad, no por lo económico ni por la carga. A partir del momento en el que acepté estar con ella en su condición, supe que esto pasaría y que tendría que enfrentarme a tenerlo todo o nada. Ahora cada que estoy con ella vivo con el temor de que le pase algo y empeore o que al terminar esto, nada mejore. Sabía que ser optimista no era mi mejor cualidad, pero mierda como me costaba pensar positivo.

Así fue el procedimiento por 45 minutos. Su piel estaba totalmente enrojecida e irritada, le colocaron cuidadosamente una crema para bajar la irritación. También le dieron algo para el dolor de cabeza, puesto que terminó con un muy fuerte cefalea. El doctor dejó que se quedara reposando unos minutos para que se le bajara la irritación y el dolor. El color de su piel se recuperaba más ella comenzaba a hablar.

Airplanes » l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora