Airplanes » l.h

abxvethenxise द्वारा

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«El amor lo inventó un chico con los ojos cerrados, por eso somos ciegos todos los enamorados». Official Trai... अधिक

» soundtrack
» prólogo
» capítulo 1
» drug addict alcoholic?
» capítulo 2
» who is she?
» capítulo 3
» salsita
» capítulo 4
» what it is?
» capítulo 5
» you can't stop me
» capítulo 6
» poopy date
» capítulo 7
» chemistry genius
» capítulo 8
» band-aids
» capítulo 9
» invisible
» capítulo 10
» yes
» capítulo 11
» emergency call
» capítulo 12
» perfect
» capítulo 13
» pills
» capítulo 14
» get over it
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» strip
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» kisses
» capítulo 18
» what a feeling
» capítulo 19
» the reckless and the brave
» capítulo 20
» businessman
» capítulo 21
» the way you make me feel
» capítulo 22
» jealous
» capítulo 23
» apologize gift
» capítulo 24
» a little too old
» capítulo 25
» stressed out
» capítulo 26
» life of the party
» capítulo 27
» capítulo 28
» end up here
» capítulo 29
» someday at christmas
» capítulo 30
» you'll be in my heart
» capítulo 31
» ashes
» capítulo 32
» i see the light
» michael
» capítulo 33
» bites
» capítulo 34
» roses
» capítulo 35
» love you
» capítulo 36
» moving
» capítulo 37
» city of angels
» capítulo 38
» postman
» capítulo 39
» christmasy
» capítulo 40
» airplanes
» capítulo 41
» a whole new world
» capítulo 42
» pray
» capítulo 43
» chemotherapy
» capítulo 44
» down goes another one
» capítulo 45
» finale
♡ agradecimientos ♡

» jet black heart

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abxvethenxise द्वारा

                  

No tenía idea de qué estaba pasando, era domingo por la mañana y no tenía una buena cruda. La cabeza no me dolía, quizá estaba cansado, pero no por lo que tomé –en sí no tomé mucho-, creo que fue más la batalla para lidiar con Salsita. Mierda, cómo me hizo batallar. Pero finalmente pude quedarme con ella hasta que concilió el sueño. Después de eso, no hubo nadie quien pudiera despertarla.

Ella dormía con bastante tranquilidad, no roncaba, ni hacía ruidos extraños, pero cómo se movía. En toda la noche, por lo menos se movió unas quince veces. Sentí una ligera presión sobre mí que me hizo abrir los ojos, ella estaba intentando alcanzar algo del cajón que estaba de mi lado.

"Lo siento, sólo quería quitarme los lentes", gruñí levemente y me di la vuelta para buscar el estuche donde guardaba sus contactos. Se lo tendí y volví a recostarme en su almohada. Olía a ella, me encantaba ese aroma. Era como a flores y cítricos. Era raro, raro bien. Me hacía creer que ella aún olía bonito cuando en realidad tenía todo el hedor a cruda segura. Que sí sabré yo de esos olores.

Sentí que se recostó, pero de pronto el colchón hundirse de mil maneras diferentes. Ya estaba moviéndose de nuevo.

"Deja de moverte".

"Me duele todo", confesó. Pobre pequeña.

"Se llama cruda, te la presento", busqué su cintura con mi brazo y la pegué a mí.

"¿Hice cosas malas?", ya empezaría con sus preguntas. "No lo recuerdo".

"Salsita, ya cállate", pedí y rió silenciosamente.

"Soy mi propio dolor de cabeza", mencionó y soltó un suspiro cansado.

"¿Te duele mucho?", pregunté y ella asintió. Dios, lo que tenía que hacer para cuidarla. Me senté sobre la cama, tallé mis ojos y la miré apenas. Ella tenía uno de sus brazos sobre sus ojos. "Ah, pero no te querías tomar el agua".

"¿Cuál agua?", preguntó. De verdad no lo recordaba.

"Nada", negué y me paré. Hice un par de estiramientos y me di la vuelta. Estaba toda enredada entre las sábanas. "¿Tú papá está aquí?", recordé

"Si son más de las 9, no", tomé mi celular y revisé. Excelente. Diablos, le quedaba 18% de batería.  Le bajé el brillo.

"Son las 9 y cuarto".

"Se ha ido".

Me le quedé mirando nuevamente, reí a mis adentros. Si supiera que las crudas soltaban este olor, me hubiera evitado un par.

"Deberías meterte a bañar", sugerí. 

"No quiero levantarme", sonreí y me puse sobre ella aplastando su cuerpo. A lo que ella se quejó con ruidos.

"Eres una alcohólica", mofé.

"Basta, sólo fue anoche".

Y así se empieza, de verdad.

"Y las que siguen", reí.

Ella se quedó callada por un par de minutos.

"¿Nos besamos?", preguntó. De acuerdo, esta era lo que esperaba que no preguntara. Podía decirle que perdió y me besó, así podría seguir besándola y ella perdería la apuesta. O... Mierda, no lo sé.  Sería muy aprovechado si hiciera eso. Y lo de la apuesta me tenía emocionado, quería que ella perdiera de verdad. Ver hasta dónde podía llegar.

"No", dije finalmente.

"Bien".

"¿Eso era lo que te preocupaba?", pregunté fingiendo inocencia.

"Sólo tenía la duda".

Escondí mi cabeza en su cuello por un momento cuando ella habló.

"Luke, me siento mal", confesó. Cielos, olvidaba que era su primera cruda, seguro se sentía de la mierda. 

"¿Tienes pastillas para el dolor?", pregunté y ella asintió con al cabeza.

"Busca en los cajones que están en la vitrina de afuera",

Salí del cuarto en silencio confirmando que su padre no estuviera, una vez que llegué a la sala, caminé al comedor donde encontré la vitrina de madera. Abrí el primer cajón, habían muchos papeles y facturas. Seguí buscando entre cajones. ¿Donde diablos estaba el de medicinas? Tiré de un cajón, estaba atorado. Seguro este era, tomé con las dos manos la manija y tiré fuerte hasta poder sacarlo dejando caer una caja. Había. Varios billetes y monedas en el suelo. Mierda.

Me agaché para rejuntar todo, tomé unos sobres y los metí ahí mismo, hasta que noté mi nombre en uno de ellos. Entrecerré mis ojos y noté la letra de mi madre.

«Gracias por mantener a Luke tan ocupado, lo necesitaba».

Abrí el sobre y vi varios billetes de cien dólares. Tomé otro sobre parecido que tenía escrito su nombre, este tenía varios de cincuenta, fue revisando cada uno, eran cuatro y todos tenían bastante dinero. Más del que le pagan. ¿Qué mierda estaba pasando aquí?

Leí nuevamente la nota sin querer creerlo. Mi mente estaba jugando sucio, mi madre no pudo haberle ofrecido dinero para estar conmigo. Eran cuatro sobres, y desde que entré han pasado cuatro semanas. Apreté mis dientes y puse mi mano en la frente. Salsita no pudo aceptarlo, ella... Ella no haría algo así. Ella prometió que nunca me lastimaría, me dijo que me quería. Este no podía ser un juego sucio, no... No. Puta madre.

Caminé con la caja al cuarto intentando contener mi rabia. Tenía que ser un puto malentendido, sólo eso.

"Zazil-Ha, ¿qué mierda es esto?", pregunté, ella estaba escondida debajo de sus cobijas.

"¿Las encontraste?", preguntó y tomé un extremo de las sábanas para destaparla. "Hey, tengo frí...".

"¿Mi madre te ha estado pagando para estar conmigo?", ella abrió sus ojos y lo primero que vio fue la caja en mis manos.

"¿Qué? ¿De dónde sacaste eso?".

"Del famoso cajón de medicinas, idiota. ¿De dónde más?", solté.

"No es lo que tú crees", se encaminó hacia mí.

"¿Ah no? ¿Y qué es?", pregunté, esto no estaba pasando. No estaba putas pasando.

"Yo...", se quedó sin habla. Debía imaginario.

"Aquí hay cuatro sobres Zazil-Ha, cuatro putos sobres. ¿Uno por cada una de las semanas que estuve trabajando?".

"Luke, tranquilízate. Esto es un mal entendido", excusó.

"Esto no es un malentendido", tomé el sobre blanco y leí. "«Gracias por mantener a Luke tan ocupado, lo necesitaba»".

Ella miró a suelo.

"Luke yo...".

"Eres una puta zorra interesada", dejé caer la caja sin importarme lo que tuviera dentro.

"Yo no quería Luke, te lo juro. Tu madre fue la que quiso hacer el trato y yo desde un inicio no lo quería aceptar".

¿Cómo pude ser tan estúpido que mi madre de verdad me querría? ¿Que creería en mí? Todo fue un puto teatro.

"Pero lo hiciste".

"Lo necesitaba", ah claro. Por eso lo aceptó.

"No te creo".

"Luke", ella puso su mano sobre su boca y empezó a llorar, sus putas lágrimas no me convencerían.

Me sentía realmente engañado y traicionado en este momento.

"Creía en ti Zazil-Ha, confié en ti. Te conté mis secretos, te llevé al lugar más importante de mi vida, te presenté con mi familia. Te abrí un puto espacio dentro de mí cuando sabías lo difícil que era".

No podía evitar pensar en todos esos momentos en los que salimos, en los que me «apoyó», y me hizo sentir mejor. Todo era por putos billetes. Era por puto dinero.

"Ayer fue uno de los mejores días de mi vida", ay no me vengas con eso.

"¿De verdad? ¿Te pagan más por eventos sociales o cómo?", pregunté sarcástico, ella no dejaba de llorar.

"El dinero no es por estar contigo".

Sentía mi sangre hervir, estaba enojado. Estaba emputado. Claro, por eso odiaba que le comprara cosas, ella podría comprárselo, con todos esos billetes, ¿quién no?

"Lo dice en la puta nota, ¡aquí putas lo dice!", golpeé su pared haciendo temblar algunos marcos colgados. "Pero claro, ya entiendo todo. Definitivamente el idiota fui yo. ¿Cómo iba a creer que alguien se acercaría a mí por gusto propio? Si no se acercaban antes, ¿qué haría que lo hicieran ahora?".

Esas miradas de la oficina eran bastante obvias. ¿Quién querría enemistar con alguien con un aspecto terrible? Con un niño mimado de mami de la cual su única preocupación es si se hará alguna fiesta en la noche.

"No digas eso".

"¿Y qué putas quieres que diga?", pregunté. "Eres una maldita perra, debajo de ese estúpido disfraz de niña buena que no mata ni a una mosca".

Ya decía yo que era demasiada inocencia para una persona. ¿Jamás ponerse ebria? ¿Nunca haber tenido una cita? ¿Es que en realidad no tenía 18 y tiene como 24?

Ella lloraba desesperadamente y no sentía ni un sólo pelo de tristeza. Me gustaba que llorar, que sufriera. Si es que no era otra más de sus actuaciones estúpidas.

"¿Y sabes qué? Llorar como si en verdad te doliera es lo peor que estás haciendo. ¡¿Por qué demonios estás llorando?!", grité.

Y pareció como si le hubiera dicho que llorara más.

"¡No quise, de verdad!".

"¡Claro que quisiste! ¡De otra manera no lo hubieras aceptado!".

"¿Podrías escuch...".

No quería escuchar ni una sola puta palabra, porque no creería nada.

"¡No! ¡No voy a escucharte!", exclamé. "Ya he escuchado suficiente de ti, me das asco. Cuando al fin comenzaba a tener fe en ma humanidad, vienes a cagarlo todo".

"Deja de hablarme de esa manera".

Ah mira, todo este tiempo se porta como una puta zorra y todavía me reclama.

"¿Así es como se les habla de las hijas de puta no? Porque eso eres Zazil-Ha, una maldita perra hija de puta".

Y no me dolía decirlo, al contrario. Lo disfrutaba, me sentía extasiado de poder decirle todas esas cosas.

"¿Estas escuchando a caso lo que dices?".

"No eres nadie", confesé "O al menos para mí ya no lo eres. Nunca lo fuiste".

"Luke, detente".

"¡No me vas a putas callar!", grité desde el fondo de mi ser. "Pensé que eras mejor que esto, pensé que eras diferente. Me hiciste confiar en ti, me atrapaste, jugaste conmigo. Me hiciste creer que era alguien que no era, y...".

"Estoy enferma".

Vaya hasta que lo decía.

"Sí, eres una maldita enferma de mierda".

Ella tapó su rostro y negó.

"No estoy jugando, estoy enferma. Yo... Por eso tomé el dinero. Necesitaba pagar por mis tratamientos".

Mentirme sobre quien era estaba bien, aceptar el dinero de mi madre también, pero decir que estaba enferma se pasaba del límite.

"Okay Zazil-Ha, no voy a estar soportando tus putos teatros y mentiras", caminé a su lado y empujé su hombro para tomar mis cosas.

"A los 4 años me detectaron una retinoblastoma en el ojo izquierdo. Son células cancerosas", me giré para verla. ¿Qué mierda era una retinoblastoma? "Y... Bueno, mis padres tenían la esperanza de que esas células desaparecieran con un tratamiento, pero en realidad empeoró, y se creó un tumor cerca de mis nervios ópticos haciéndome perder la vista".

¿Zazil-Ha ciega? No, era una tontería.

"Estás jodiendome", ella apretó su boca y comenzó a llorar de nuevo. Pero esta vez era diferente, era como si... Lo sintiera.

"Esto es lo que nunca te dije", cubrió su boca y soltó un chillido ahogado.

"¿Tienes cáncer?", pregunté.

Ella apretó sus labios.

Tenía cáncer.

"Más de la mitad de mi vida viví en una clínica con otros niños con diferentes problemas. Y... Esa fue la razón por la que mi madre nos dejó", Dios, esto no podía pasar, no podía ser cierto. "No quería una vida complicada, no quería cuidar toda la vida a una niña ciega, y mi padre por su trabajo tomó la decisión de alojarme temporalmente en la clínica, donde al mismo tiempo tratarían con el tumor que se estaba creando dentro de mi cabeza".

Crucé mis brazos para seguir escuchando.

"Nunca fui a una escuela. Jamás viví una vida normal, pasé seis años de mi vida en un hospital, conviviendo con gente enferma, discapacitada, enfermeras. Ahí te daban clases pero obviamente no es lo mismo cuando no tienes ni idea de lo que es escribir o de cómo se hace una suma o...", alzó sus hombros. "De nada. Fue hasta noveno grado cuando mi tumor logró desaparecer y me dejaron asistir a una preparatoria normal. Para ese entonces ya no tenía cabello, estaba muy baja de peso, tenía la piel más pálida y fea que un muerto. No sabía nada del maquillaje, ni de ropa, ni de lo que estaba de moda en el momento o la música que los chicos de mi edad escuchaban. No sabía lo que era estar rodeada de gente normal. Fue una de las peores cosas que pude hacer, ¿qué mierda me hizo pensar que sería fácil entrar a convivir con personas que no saben nada de ti y aparentemente tú nada de ellas? Se reían de mí, me hacían burla, me humillaban. ¿Qué las personas son buenas? Todas son unas hijas de puta, sabía que no había nada de especial en mí, era una persona como cualquiera, a excepción de que ellos tenían cabello, podían ver, salían con personas, y no tenían que preocuparse por llevar una dieta especial y tomar 12 medicamentos diferentes todos los días. Ellos no vivían con el miedo de saber sí en la mañana despertarían".

Ya no pude retener la mirada. No podía imaginarla como lo describía. Sin cabello y... Hecha huesos. Apreté mis ojos intentando eliminar esa horrenda imagen.

"Pensé que por estar enferma me tratarían con respeto, pero todo era un chiste para ellos. Hice buenas amistades, dos o tres, las que me ayudaron a encajar más en el mundo que me estaba metiendo, pero ¿eso no es lo que hacen cuando te tienen lastima? Todos los días, sentía que las personas me miraban como si tuviera un reloj de arena en la frente, como si esperaran a que muriera para dejar de ser buenas personas".

Mierda no, es que ella... Ella no podía estar enferma. Ella no pudo pasar por todo eso y seguir. Ella... Puta madre. Por primera vez después de mucho tiempo, recordé lo que era vivir con miedo de nuevo.

"Mi padre trabajó duro, trabajó siete días y siete noches por semana durante un año sólo para darme lo que yo siempre quise. Ver", sí era ciega. Mierda. "En mi segundo año de preparatoria me sometí a una operación de trasplante de corneas, que uno o podría perjudicarme, o dos, podría hacer cambiar mi vida. Pasamos seis meses buscando el color exacto de mis ojos y cuando lo hayamos, lo único que deseaba era estar bajo las luces del quirófano. Pasó una semana de la operación y...", ahogó su voz. "Cuando quitaron los parches, lo primero que vi fueron mis manos", comenzó a llorar de nuevo. "Podía ver, podía ver a mi papá, podía ver lo colores, podía ver la luz", sonrió grande. "Fue en tiempo de vacaciones por lo que entrando a la escuela, ya estaba llevando una vida normal con muchos cuidados. Me asignaron unos anteojos, mi cabello estaba creciendo y es por ello que en este momento lo llevaba corto, y uhm, una serie de rehabilitación para controlar mis pasos y conocer los colores y ser capaz de realizar todas las cosas que no podía".

Seguía sin creer creíble todo eso, ella no pudo vivir tanto en tan poco. Era una niña, una bebé, tenía 18 años. Ella... Mierda, ella no pudo haber llevado una lucha de esa magnitud para su edad.

"Pasaron dos años, me gradué e intenté ingresar a la universidad, pero fue cuando mi padre enfermó. Era impresionante como Dios o simplemente la naturaleza nos ponían esta clase de trabas. Justo cuando yo estaba bien, él enfermaba. Entonces decidí regresarle el favor y entré a trabajar con tu madre. Ahí aprendí muchísimas cosas, como a leer con fluidez y a escribir, a utilizar un teléfono celular o una computadora. Yo sólo quería que mi padre se recuperara", lloriqueó. "Yo seguía yendo a mis terapias y chequeos. Todo iba bien conmigo y al parecer con mi padre también ya que logramos superar su problema".

Que no haya un pero, que no haya un pero. Por favor dime que no hay un pero.

"Pero...", puta madre. Ella miró a sus manos. "Hace cinco meses en uno de mis chequeos parciales... En mi radiografía salían un par de destellos", putísima madre. Puta puta putísisima madre. Ella no... Ugh. Seguía enferma, tenía puto cáncer de nuevo. Lo tenía. Golpeé su pared sintiendo como mis nudillos de entumecían. "Aparentemente una parte del tumor se estaba escondiendo, y mis chequeos cambiaron de ser parciales a semanales porque todos los domingos llevo una quimioterapia láser para no afectar mi entorno", eso explicaba porque jamás salía conmigo los domingos. "Y es por eso que tomé el dinero... No por ti, no por tu madre, sino por mí".

Me le quedé viendo, esto era imposible, tenía que ser una broma.

"Lo siento...", susurró y cerré mis ojos.

De ser un fin de semana perfecto, pasó a ser el peor. No recordaba haberme sentido tan triste desde la muerte de Jack, ni siquiera cuando mi padre se fue sentí este hoyo en mi pecho creciendo y aumentando cada vez más. No podía seguir viéndole, sabiendo que todas esas promesas que hicimos, se iran a la mierda algún día. Que sus ojos no son de ella, que esas líneas que tanto llamaban mi atención eran puntos y cicatrices. Que su cabello corto, ese que era tan suave y bonito, es parte de su recuperación de la quimioterapia. Que el hecho de que estuviera tan delgada no era porque comiera poco sino porque así quedó. Ahora todo comenzaba a tener sentido. La forma en la que caminaba, en la que comía, incluso en la que escribía. El hecho de que le gustaban mucho los colores y la naturaleza, de que a veces confundía las palabras y los colores, o la falta de experiencia. Su asombro por mis conocimientos y la razón por la cual no tenía tantos amigos, probablemente estaban muertos o estaban conectados a maquinas.

No podía verla, no podía. Ahora cada que la miraba, podía ver a través de ella y dolía. De verdad dolía. Dolía saber que podía morir y jamás sería mía. Era como el spoiler de mi libro preferido, seguiría leyéndolo y leyéndolo con ansias y al mismo tiempo temor, temor de llegar y que no sea como lo esperabas, temor de llegar a lo que desde el inicio supiste que pasaría, y que al momento que pase, ya nada sería igual. Ya no tendría caso leer el final, cuando ya sabías cuál era.

Y yo no quería leerlo, no quería seguir leyendo.

Me encaminé por mi saco.

"¿Qué haces?", preguntó.

"Me voy", ¿dónde mierda dejé mis llaves?

"Luke, por favor".

"No puedo seguir aquí después de escuchar todo eso Zazil-Ha", tomé mi teléfono. "Hazme un puto favor y desaparece de mi vida".

"Lo siento, sé que debí decírtelo antes yo...".

"Sí, debiste decírmelo", miré las llaves debajo de la cama y me agaché para tomarlas. No podía seguir con esta mierda. "No quiero saber nada de ti, y me gustaría que para mañana dejaras de ir a trabajar".

Mientras menos tuviera relación conmigo, sería mejor.

"No puedes hacer esto", dijo y salí de su cuarto. "Luke...", chilló y no pude evitar sentir esa maldita impotencia dentro de mí.

"¡¿Por qué fuiste tan malditamente egoísta?!", grité. "¡Sabías que estaba sólo, tú lo sabías! ¡Sabías que era débil, que no podría soportar otra partida!", tenía unas malditas ganas de llorar tremendas. Ella lo había prometido. "¡Dijiste que ibas a arreglarme! ¡Lo prometiste! ¡Prometiste que me arreglarías!".

Me sentía tan traicionado.

"Todo pasó tan rápido", excusó. ¿Rápido? ¿De verdad?

"No me putas vengas con eso, tuvimos momentos en los que pudiste decírmelo. Te conté todo Zazil-Ha, TODO. ¿Y tú no pudiste contarme que te ibas a morir pronto?".

"No me voy a morir...".

"¡Sí te vas a morir!", desgarré mi garganta y tumbé uno de los floreros por la gran frustración. "Te vas a morir...", dije en susurro con la voz temblorosa. Sentía como mis ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

Iba a morise.

"Sólo necesito tiempo".

"¿Tiempo para qué?".

"Para curarme".

"Zazil-Ha, comienzo a creer que el que estuvo realmente en una clínica fui yo. Las personas como tú jamás se curan".

"Lo hice una vez, puedo hacerlo de nuevo".

"¿Y mientras qué haré yo? ¿Ver cómo sufres, cómo te debilitas y como mueres? No gracias".

"Luke, no me voy a morir, ¿por qué no puedes entender eso?".

¿Qué yo lo entienda? Era una maldita egoísta de mierda. ¿Por qué malditas sea no se ponía en mi puto lugar por un momento?

"¿Y por qué putas tu no entiendes que estoy cansado? Estoy cansado de ver gente desaparecer de vida, ver gente que quiero morir, ver gente que amo abandonarme".

"Pero yo quiero estar contigo, eres lo mejor que me ha pasado en la vida", le miré.

¿Cómo era capaz de decirme eso en este momento?

"¿Y aun así no fuiste capaz de contarme?".

"No lo entiendes, yo no quería tenerte lástima", puse mis ojos en blanco.

"¿Por qué razón tendría lastima idiota?".

"Yo... No lo sé. Sólo quería sentirme que encajaba en tu mundo".

"Jamás has encajado en mi mundo Zazil-Ha, y jamás lo harás", solté y ella me miró.

"¿Y qué se supone que haga ahora?", preguntó.

"Lo mismo que hacías antes de conocerme: Nada", abrí la puerta y salí.

Quería irme a la mierda de aquí.

"Luke, por favor, tienes que entenderlo", me detuve frente en el césped y me di la vuelta.

"Tú tienes que entenderlo Zazil-Ha. ¿Qué esperabas que hiciera? ¿Qué lo tomara bien? Que al decirme que estas enferma, decida quedarme contigo a luchar como estúpida típica película de amor?", ella apretó sus labios. "Esta la vida real, y esta no es una puta película de amor. Y si así fuera, está a punto de convertirse en el tipo que el chico es un cabrón hijo de puta y ella la perdedora que se queda sola siempre".

Vimos la puta película de mierda y tampoco fue capaz de decirme ugh.

"Has algo de tu vida, y déjame en paz, porque no voy a estar aquí cuando mueras", alclaré y abrí la puerta del piloto donde aventé mis cosas al espacio de atrás.

"Luke".

Apreté mis puños, ya no quería escuchar su voz.

"Respóndeme algo, por favor", suspiré y la miré esperando a que hablara. "Sólo quiero saber, ¿a quién miras cuando cierras los ojos?".

¿Qué putas pasaba por su cabeza al hacerme esa pregunta? Ugh.

Desde hace cinco años, lo único que miraba al cerrar los ojos, era a mi hermano. Él era lo único que pensaba, lo único que extrañaba y lo único que quería. Por cinco años, jamás hubo alguien que pudiera reemplazar su imagen hasta que llegó ella.

Ella cambió mi vida en todos los sentidos, lo cambió todo tan rápido y en tan poco tiempo, y sin idea de quién era caí rendido a sus pies. Ella se convirtió en mi único miedo y en mi mayor anhelo. Era como mi kryptonita, mi debilidad.

Miré directo a sus ojos, dejando que el silencio hablara. Ya no más.

Subí al auto y con todo el dolor arrancándome el pecho, encendí este y aceleré rápido, diciéndome a mí mismo que no volteara hacia atrás. Sin embargo fue imposible porque al momento de ver por el retrovisor, sólo estaba ella de rodillas sobre el pasto con sus manos en la cara. Apreté mis manos en el volante y di la vuelta para perderla de vista.

Esto era lo mejor, lo mejor para mí y lo mejor para ella. Realmente lo mejor para todos, yo me evitaba ver su sufrimiento y ella se mantenía lejos de mí, quien de alguna manera u otra llegaría a hacerle más daño del que ya le había causado. El semáforo se puso en rojo y suspiré cerrando mis ojos. Recargué mi frente sobre mis manos en el volante y los apreté fuerte. No quería llorar, no debía hacerlo, esta ni siquiera era mi lucha. No la era. Ella... Mierda, tenía cáncer. Tenía puto cáncer. Dejé correr fuertemente las lágrimas por mis ojos, no podía retener ni una sola. ¿Por qué me tuve que enamorar de ella? ¿Por qué de ella?

Hicimos tantas cosas, hablamos de cosas que jamás me hubiera imaginado platicar con alguien, la llevé con mi familia y todo para terminar en esto. No quería que muriera, no quería verla desaparecer algún día, no quería asistir a su funeral porque sabría que no podría.

Desvié el auto por la calle y lo paré frente a una casa, ¿qué mierda hacía manejado en estas condiciones? Iba a matarme o algo. Cielos. Cada una de las palabras que ella había dicho pasaban por mi cabeza, de verdad había llevado una vida de mierda. No tenía idea de cuál era mi puto problema. ¿Cómo es que ella era feliz todo el tiempo y tan positiva y tan buena persona cuando ha tenido una vida terrible? Y yo que mi vida no se compara a la de ella, soy un cabrón, hijo de puta pesimista. Era un maldito idiota.

Pero no iba a regresar, no lo haría. No podía. Simplemente era algo que ya estaba en mí. Por más que la quisiera, no podía regresar. Sabía que al momento de elegirla, la lucha ya no sería de una sola persona, sería de los dos. Y sí, era un maldito egoísta, sí era un hijo de puta, sí era un pendejo. Pero no podía evitarlo. Esa era la manera en la que me protegía. No era abierto a las personas, soy bastante grosero, llevaba una vida con vicios. Definitivamente en mis planes no estaba «amar» a alguien y perder el tiempo con esas cursilerías. Así no iba la historia, estaba en el cuento equivocado.

Una vez que logré calmar mis impulsos y las lágrimas, encendí de nuevo el auto para dirigirme a mi casa donde enfrentaría a esa zorra a quien llamaba «madre», ¿quién putas se creía para pagarle a otros por hablarme?

Estacioné el auto frente a la casa y entré. Para mi sorpresa estaba mi madre en la cocina haciendo algo de desayunar.

"Hola amor", dijo ella. "¿Dónde estuviste?".

"Deja la puta hipocresía atrás", ella frunció el ceño.

"¿Tomaste?", comencé a reír.

"Claro, llego fuera de control y estoy tomado o drogado".

"¿Qué te pasa?".

"Más bien, ¿qué te pasa a ti?", pregunté. "¿En serio? ¿Pagarle a una niña para que hable conmigo?", ella se me quedó viendo.

"No tenía otra opción".

Abrí mi boca. ¿Cómo se atrevía?

"¿No tenías opción? ¿De qué mierda estás hablando?".

"No cooperabas, necesitaba que socializaras, que cambiaras".

"Así soy yo mamá, no puedes cambiar lo que soy. No soy una puta organización  benéfica para que metas dinero en mí".

"Ella no necesitaba hijo, supéralo", se dio la vuelta para mover la comida del sartén.

"¿Qué clase de persona eres?", pregunté impresionado. ¿Cómo podía pedirme que lo superara?

"Soy tu madre, guárdame respeto. Ándale, vete a dar un baño para que bajes a desayunar".

"Qué ser tan despreciable tengo de madre", ella se abalanzó a mí y me dio una bofetada. Sí, tal vez la merecía.

"¡Tú no tienes ningún derecho de decir eso! ¡No tienes ni idea de por lo que he pasado y lo que he hecho por ti!", soltó.

"¿Y crees que yo no la he pasado mal? ¿Piensas que mi vida es color de rosa o algo?", negué. "No me conoces, ni un poco".

"Se lo suficiente como para poder castigarte", solté una carcajada.

"Tengo 21 años mamá, no voy a caer en tus juegos de niños de nuevo".

"Vives bajo mi techo".

"Qué bien que lo mencionas", solté. "Pues si de eso se trata, ¿sabes qué?", tomé de nuevo mis llaves. "Me voy de aquí".

Ella entrecerró sus ojos.

"¿Irte de la casa?", rió.

"Debí haber hecho desde hace mucho", comencé a subir las escaleras trotando.

Entré a mi habitación y comencé a quitarme mi ropa, me coloqué unos jeans y una camisa junto con los converse y mi chaqueta. Saqué una maleta grande y tomé todas las camisas de mis ganchos para meterlas. Saqué los jeans de mi cajón, junto con otras camisas y pijama. Metí tres pares de zapatos -vans, zapatos de vestir cafés y negros y los converse que ya traía puestos-, abrí el cajón de ropa interior y lo amontoné. Mierda, ¿por qué tenía tantas cosas? Quería hacer esto rápido. Metí mi desodorante, perfume y cera para el cabello y mi computadora junto con el iPad y todos los cargadores. Ya, era todo lo que necesitaba. Ah y mi cobija de Batman, la tenía desde los cinco años.

Cerré la maleta y me puse la cobija sobre los hombros. Me iría de aquí. Compraría un bonito departamento caro, con una vista fabulosa y dejaría que la cuenta llegara a ella. Después de todo le encantaba pagar dinero por mí. Bajé y la vi en la barra tomando jugo.

"¿De verdad te vas a ir?", preguntó.

"Lo haré".

"¿Y a dónde irás?".

"Con la abuela. Y le contaré lo que hiciste".

Ella se me quedó viendo.

"Ni se te ocurra, jamás me lo perdonaría".

Así que eso era.

"Debiste pensarlo antes", caminé a la puerta. "Después de todo no fuiste la nuera perfecta".

"Tu abuela es un tema serio Lucas".

"Ya, no quiero escuchar más", negué. De pronto la duda carcomió en mi interior. "¿Tú sabías lo de Zazil-Ha?", pregunté desviando el tema. Ella me miró y asintió. "Y tampoco pudiste decírmelo, excelente", negué.

"No me correspondía a mí".

"Ugh", abrí la puerta. "Por el momento ya no quiero hablar contigo".

"Lucas, no puedes alejarte de las personas solo para protegerte, te estás haciendo más daño".

Miré al suelo y apreté mis puños.

"Ya lo veremos".

Salí de la casa y caminé al auto donde metí mi maleta y la cobija. Marqué el número de Michael, hasta que contestó.

"Dime a qué hora y dónde, encarga dos bolsas de hierba y un tubo de coke. Yo llevaré el alcohol".

Saqué un cigarrillo del compartimento de al frente, lo puse en mis labios para encenderlo y arranqué.

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