Airplanes » l.h

By abxvethenxise

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«El amor lo inventó un chico con los ojos cerrados, por eso somos ciegos todos los enamorados». Official Trai... More

» soundtrack
» prólogo
» capítulo 1
» drug addict alcoholic?
» capítulo 2
» who is she?
» capítulo 3
» salsita
» capítulo 4
» what it is?
» capítulo 5
» you can't stop me
» capítulo 6
» poopy date
» capítulo 7
» chemistry genius
» capítulo 8
» band-aids
» capítulo 9
» invisible
» capítulo 10
» capítulo 11
» emergency call
» capítulo 12
» perfect
» capítulo 13
» pills
» capítulo 14
» get over it
» capítulo 15
» strip
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» girlfriend
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» kisses
» capítulo 18
» what a feeling
» capítulo 19
» the reckless and the brave
» capítulo 20
» businessman
» capítulo 21
» the way you make me feel
» capítulo 22
» jealous
» capítulo 23
» apologize gift
» capítulo 24
» a little too old
» capítulo 25
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» capítulo 26
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» capítulo 27
» jet black heart
» capítulo 28
» end up here
» capítulo 29
» someday at christmas
» capítulo 30
» you'll be in my heart
» capítulo 31
» ashes
» capítulo 32
» i see the light
» michael
» capítulo 33
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» capítulo 35
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» moving
» capítulo 37
» city of angels
» capítulo 38
» postman
» capítulo 39
» christmasy
» capítulo 40
» airplanes
» capítulo 41
» a whole new world
» capítulo 42
» pray
» capítulo 43
» chemotherapy
» capítulo 44
» down goes another one
» capítulo 45
» finale
♡ agradecimientos ♡

» yes

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By abxvethenxise

Llegué al cuarto de limpieza para ponerme el uniforme, la mañana había sido buena. Desperté de buenas, mi madre tenía waffles preparados, me esperó en la mañana y no peleamos. Bueno, sólo por la música del auto pero supongo que eso no importaba.

Hoy trabajaría en la cafetería, esperaba no encontrarme ratas o algo así. Me coloqué el traje azul a mitad del cuerpo y me dejé los tenis puestos. Tomé un limpiador, junto con el papel de rollo y conecté los audífonos al teléfono. Lo puse a reproducir en camino a la cafetería. Probablemente empiece limpiando las mesas aprovechando que aún era temprano y no había tanta gente. A lo mucho eran diez mesas las que debía limpiar. Empecé con las del fondo y rocié un poco de limpiador para tallar con la toalla de papel. Logré secarla y aproveché para limpiar las sillas. En este momento pasaba en mi teléfono «Love Story» de Taylor Swift. Dios mío, juro que si alguien llegara a saber que escucho estas cosas con pasión no saldría vivo. Pero es que... A veces era inevitable.

Oh, ya venía la mejor parte, cerré mis ojos y canté con pasión en mi menté.

« Marry me, Juliet, you'll never have to be alone, I love you, and that's all I really know. I talked to your dad, go pick out a white dress, it's a love story, baby, just say, "Yes"»


Cielos, qué conmovedor. Miré a la entrada y vi que Salsita caminaba de regreso al ascensor con cafés en mano. Las comisuras de mis labios se alzaron y me moví a otra mesa para limpiar. Era increíble como todo esto ahora salía natural, como sí el tomar un trapo y sacudir fuera algo común –para mí-, creo que... Estaba madurando o simplemente me resigné al hecho de que aquí me quedaría. Eso me lleva a recordar la lista.

1. Conseguir mi tarjeta.

2. Sacar mi auto del corralón.

3. Comprarle los cigarros a Calum.

4. Limpiar supongo.

5. Coger, otra vez.

6. Buscar un maldito departamento.

7. Hablar con ella.

8. Hacer que despidan al señor Kim.

9. Regresarle la ropa que me dio.

10. Hacer que salga conmigo.


¿Y qué ha cambiado?

1. Conseguir mi tarjeta.

2. Sacar mi auto del corralón.

3. Buscar un maldito departamento.

4. Hablar con ella (Este en realidad me gustaría dejarlo)

5. Hacer que despidan al señor Kim.


Bueno aunque... Creo que nos estamos llevando bien. Hoy llegué y me dejó elegir qué hacer. Eso ya es de amigos, sí. No era tan importante.

5. Regresarle la ropa que me dio.

6. Hacer que salga conmigo.

7. Hablarle a alguien para que me pase los trabajos atrasados de la escuela.

8. Ser feliz, creo. Ser positivo, esa es la palabra.

9. Enfrentarme a mi amigo el inodoro.

10. Coger (ya no era tan importante)


Terminé las mesas y pasé a la barra donde se comía y pedías comida. Comencé a secar con la servilleta en rollo y me senté en uno de los bancos para no cansarme. El brazo comenzaba a dolerme un poco, ya eran demasiados movimientos en menos de... ¿qué? Una hora tal vez. Aunque realmente le he usado más tiempo en... Cosas. Me estiré aún sentado y me recargué en el respaldo dejándome llevar y cerré mis ojos. Cielos.

"Ay niño...", escuché en español e hice un movimiento rápido –que casi hacía que me cayera por cierto-, para levantarme. "Tan flaco tú, te vez hambriento", dijo en inglés la señora de la cocina. Tenía un acento... Latino.

"He comido bien", confesé y ella negó.

"Necesitas comida", dijo y comencé a reír. Caminó a la cocina y sacó un par de cosas del refrigerador.

Era una señora morena de complexión un poco robusta, no tanto. Creo que lo normal. Su cabello era oscuro y un poco ondulado. Sus labios eran gruesos pero su nariz era pequeña y respingada. Comenzó a picar un par de verduras y apreté mis labios.

"¿De dónde es?", pregunté curioso y ella me miró unos segundos para hablarme y regresar la mirada a sus dedos.

"Adivina".

"México", dije sin dudar. Quiero decir, no era por su físico, estamos en Los Angeles, media población de este lugar era mexicana.

"Muy inteligente, niño", la palabra «niño» la decía en español, eso llamaba mi atención. Me hacía querer relucir mis conocimientos.

"Se hablar español", dije en su idioma natal y ella me miró.

"¿Ah sí? Y qué es lo que sabes de mi país niño", preguntó, me encogí de hombros.

"Que México no es tacos, ni tequila. Es cultura e historia", ella me miró e hizo un gesto de aprobación.

"¿En serio quieres caerme bien vea'?", reí.

"¿Lo estoy logrando?", pregunté.

"Nomás porque eres adorable hijo de la chingada", negó y solté una carcajada.

"Sé lo que hijo de la chingada significa", dije lo demás en inglés.

"No, no, no. No me le que cambie, tan chido que estoy hablando contigo niño".

"Jamás había hablado con alguien como usted", ella dijo un pequeño silbido y negó.

"Pos como quieres, como yo no hay dos", solté una carcajada, era tan divertida.

"Luke Hemmings, por cierto", me presenté.

"Ana Margarita de la Asunción Paracelso Chávez para servirle", ¿Ana qué? "Pero puedes llamarme Rita".

"Cielos", reí.

"Para ser güero ojo azul hablas muy bien el español", confesó y me encogí de hombros.

"Años de práctica", confesé y ella asintió. Puso en un plato lo que picó y lo colocó frente a mí.

"Toma, lo necesitarás", regresó al inglés. Miré al plato, había apio, zanahoria, pepino, jícama.

"¿Para qué?", pregunté mientras metía un pedazo de zanahoria a mi boca.

"Para barrer todo esto porque no puedo ni caminar con este desmadre", escuché y no pude evitar reír.

"Desmadre", repetí divertido mientras me ponía de pie para agarrar la escoba y entrar a la cocina.

"Desmadre es lo que debes ser tú canijo chamaco", negó y tomé el plato para ponerlo en una barra dentro de la cocina y seguir comiendo. "No por algo estas barriendo aquí".

"Sólo fue una semana de suspensión", confesé.

"Solamente", rodó los ojos. "Si fueras mi hijo, con una que me hicieras te saco de la escuela y ándate que te mando a vivir con la tía Chencha".

"Bueno, ignoraré lo que acabas de decir", confesé riendo y me pegó en el brazo en un trapo.

"Síguele wey", solté una carcajada. ¿Dónde había estado todo este tiempo esta mujer?

Miré que le ponía condimentos a una olla, olía bien. Era una sopa rojiza. Se notaba que tenía un buen sazón, quizá y me quede a comer aquí. Jamás me había atendido ella, más que una vez que comía hot cakes. Ella caminó a la parte trasera y seguí barriendo, habían semillas por todos lados, como que se tiró un bote o algo. Me agaché un poco para sacar bien el polvo debajo de una barra y escuché su voz detrás de mí.

"Hola, me gustaría una hamburguesa con doble queso", sonreí y me giré a verla. Estaba ahí con su cabello suelto sentada en la barra con los brazos recargados.

"¿Con pepinillos?", pregunté y ella asintió-

"Sin mayonesa, si no es mucha molestia", metí mi mano a mi bolsillo y fingí sacar una libreta para anotar lo que me pedía.

"Al contrario", le guiñé el ojo e hice memoria. "Una hamburguesa con doble queso, pepinillos y sin mayonesa. A la orden", ella sonrió y comenzamos a reír.

"Hola", dijo y me acerqué para recargarme en la barra.

"¿A qué se debe tu visita?", pregunté.

"Sólo he venido a ver en qué lío vas a meterte hoy", ¿lo siento? Puse mi mano en el pecho ofendido.

"Mi día ha estado bastante bien, sorprendentemente".

"Así empiezan...", dijo y entrecerré mis ojos.

"Y así terminará, lo verás", aseguré.

"¡Hemmings!, te dije que barrieras el suelo de la cocina y ni siquiera has empezado", escuché a Rita y brinqué un poco del susto.

"En esto estaba", me hice a un lado para que ella se sentara y comencé a barrer.

"Hola niña, ¿me estas distrayendo a este chamaco?", preguntó en spanglish.

"No, para nada", dijo ella.

"Recuerda que habló español Rita", mascullé.

"Cállese la boca y póngase a limpiar", respondió y reí. Salsita se miraba confundida.

"¿Cuál es el menú de hoy?", preguntó.

"Sopa de tortilla", respondió Rita, oh con razón olía tan bien.

"Entonces definitivamente comeré aquí", dijo ella. Y con eso confirmo que definitivamente comeré aquí también. Sirve que molesto a Rita criticándole su comida, sabía que a ningún mexicano le gustaba eso.

"Más te vale. Ahorita tendré que salir a comprar las tortillas para freírlas, necesito que me cuides la sopa porque no confío en tu amigo", escuché.

"De acuerdo".

"Sigo escuchándote", canturreé y ella dio como un aplauso para regañarme. Qué diablos.

"Váyase allá atrás que hay un cochinero", negué y caminé a la parte de atrás con la escoba.

De verdad me gustaba estar aquí, si desde el inicio hubiera sabido que encontraría a esta mujer tan hilarante y divertida, todo hubiera sido mejor y probablemente hasta supiera sus recetas. Con un poco de encanto se consigue todo. Miré alrededor. No había nada que limpiar aquí, mentirosa. Todo estaba perfectamente acomodado. Había un estante con puras cajas de productos. A simple vista podía reconocer las de consomé, harina de trigo, harina de hot cakes, azúcar. Había frascos grandes con semillas también, esa era de arroz, esta de frijoles, aquella de otro tipo de arroz, creo que el que se usa para hacer sushi o algo. Uhm, se me antojaba sushi. En el fondo había una de esas regaderas de emergencia como las que estaban en los laboratorios de química. Supongo que para un incendio o algo. Me recargué en la pared, aburrido sólo mirando la estantería.

"Ya puedes salir", escuché a Salsita y me asomé. Rita no estaba, seguro ya se fue al mercado. Pasé mi brazo por la frente limpiando el sudor.

"Uff, ya no encontraba donde meterme", caminé hacia ella.

"Chamaco, ven a limpiar esto", imitó a Rita poniendo sus puños en sus caderas, no pude evitar reír, lo hacía tan bien.

"Igualito".

Junté la basura en un solo lugar y la puse cerca de la pared para esconderla.

"¿Qué tal el trabajo en cocina? ¿Ya puedes hacer cereal?", dijo y alcé mi ceja.

"Puedo llegar a ser un gran chef, ¿de acuerdo? No por algo tomé un curso de cocina internacional", confesé, ella se me quedó mirando.

"No me digas, es parte de tu carrera", dedujo y asentí, ella cruzó sus brazos.

"Vaya, tú si no te morirás de hambre".

"Trabajando aquí. Oh, para nada", me recargué en la barra y tomé un pedazo de apio del plato y lo mordí.

"¿Picaste verdura?", preguntó y me encogí de hombros despreocupado.

"Aquí me quieren", ella rodó los ojos.

"Uy sí, niño consentido", caminó hacia mí y quitó la tira de apio de mi mano para morderla. Sexy.

"¿Celosa?".

"Llevo más tiempo aquí que tú Hemmings, eres el nuevo chico", respondió airada.

"Comienza a gustarme aquí", dije y de pronto me di cuenta de lo que dije.

¿Me gustaba aquí? Mierda, no. No dije eso, bueno si lo dije pero, mierda. Este no era yo, definitivamente, no podía imaginar a mi madre escuchando esas palabras, probablemente saltaría y me besaría toda la cara.

"Claro, he visto que el inodoro y tú se han hecho bastante unidos", dijo sarcástica.

"Digamos que estamos trabajando en nuestra relación".

"¿Pero la popó los separa?", entrecerré mis ojos divertido.

"Esa hija de puta...", maldecí y ella rió fuerte.

"Qué romántico, me has conmovido", le guiñé el ojo y tomó un cucharon de madera para menear la sopa de Rita. Era gracioso, porque tuvo que ponerse de puntitas para ver arriba. Al sacar la cuchara se le resbaló de las manos y cayó al suelo manchándolo de sopa. Me le quedé mirando y puse mis manos en la cadera.

"Salsita, limpié ese piso".

"Lo siento, ya lo limpio", ella rió y fue a tomar una servilleta.

"Ya lo hago yo", recargué la escoba al borde la estufa y agarré un trapo para limpiar la mancha roja. Me agaché en una rodilla, sentí que el palo de la escoba se movía, lo empujé con una mano y lo único sentí en ese momento fue mi espalda arder. Sentía como mi piel se quemaba y solté un grito fuerte. Mierda, ¿qué putas acababa de pasar? Miré todo el suelo mojado y la olla frente a mi vacía. La puta sopa se cayó en mí, mierda. Estaba hirviendo, sentía todos mis músculos tensos sin poder moverlos, como si se hubiesen acalambrado. Sin darme cuenta estaba lagrimeando, no podía moverme y el dolor era imparable.

"¡Luke, Luke!", ella caminó hacia mí y la miré.

"Salsita, no puedo moverme, mierda, me duele, arde", ella se agachó un poco para levantarme por el pecho. Con el simple hecho de ponerme recto, sentí como si mi cuerpo se hubiese partido en dos. Ella tomó el borde de mi camisa y comenzó a levantarla. Alcé mis brazos y sentí su mano tocar mi pecho. Sentí un leve cosquilleo pero logré quitar mi camisa sobre mi cabeza, dejé la camisa caer al suelo y ella me miró unos segundos.

"Date la vuelta", le di la espalda, mierda. No quería ni siquiera verla, si así dolía no podría imaginar cómo estaría. Sentí uno de sus dedos tocar y grité apenas. ¿Qué le pasa?

"Me arde demasiado, argh", cerré mis ojos y solo sentí como Salsita comenzaba a jalarme para la parte de atrás. Se dirigía a toda velocidad hacia la regadera. ¡Cierto, la regadera de emergencia! Ella me empujó debajo de ésta y me sentí en el cielo cuando el agua helado comenzó a caer sobre mí. Sí era lo único que necesitaba en este momento.

Mi espalda la sentía menos caliente, el ardor se quitó pero el dolor seguía. Sentí unos dedos jugar en mi pecho, mi corazón latía rápido, todo había pasado en menos de un minuto. Pasé mi mano sobre mi rostro para poder abrir los ojos, me entró un poco de agua pero aun así, lo primero que vi fue a Salsita frente a mí, toda mojada igual que yo con su cabello sobre la cara. No pude evitar reconocer su mirada de angustia y preocupación, parecía estar más asustada que yo. Tanto que ni siquiera le importó quedarse bajo el agua helada junto a mí.

Automáticamente una sonrisa apareció en mi rostro y ella hizo lo mismo. Por alguna razón comenzamos a reír, y no tenía idea por qué. Pero quería reírme de verdad quería hacerlo, ¿cómo habíamos terminado así? Yo quemado y sin camisa y ella a mi lado tan mojada como yo. Todo por culpa de una maldita sopa que se me cayó encima. Qué estúpido. Tan estúpido como para hacernos reír así.

El agua había disminuido, intenté buscar su mirada pero la tapaba la mitad de su cabello, subía mi mano a su rostro. Su carita era tan pequeñita al lado de mis manos, acaricié su mejilla con mi pulgar, su piel era tan suave y rosada. Con mis dedos quité el exceso de cabello de su cara y lo coloqué detrás de su oreja, donde pudiera ver sus ojos. Ahora todo estaba bien al juntar nuestras miradas. Mi corazón latía rápido y no era por el susto o el dolor, era... Diferente. Su respiración era pesada y sus labios estaban intentando decir algo, pero apenas salían las palabras.

"Sí", escuché y alcé una ceja.

"¿Sí?", ella asintió efusivamente, parecía feliz.

"Sí quiero salir contigo", una sonrisa grande se formó en mi rostro. Oh Salsita. Mierda. Estaba a punto de hacer algo de lo que no sabía si me arrepentiría después. Sin despegar mi mano de su mejilla, me fui acercando a ella, al mismo tiempo que me agachaba buscando la dirección para sus labios. Tenía que hacerlo, sólo así podría estar seguro de todo lo que estaba pasando conmigo. Sólo eran unos centímetros, sólo...

"¡¿Qué está pasando aquí?!", exclamó Rita y nos separamos rápidamente del susto. Cielos, este si era un susto. Mierda, estuve tan cerca. Cerré el agua como pude.

"Fue un accidente Rita, lo siento", confesé. "Fue mi culpa".

"No...", dijo ella y nos miramos. "Fue de los dos".

Una pequeña sonrisa se formó automáticamente en mi cara y en la de ella también. Por un momento el dolor desapareció y lo único que me importaba era que ella estuviera bien.

"No me importa eso, Dios. Niño, ¿qué te pasó?", preguntó caminando hacia nosotros. Salsita se hizo a un lado y comenzó a exprimir su ropa empapada. "Tu madre va a matarme".

"No te preocupes Rita, yo hablaré con ella", ella miró mi espalda horrorizada.

"Ay tremendo chamaco", dijo tocando su pecho. "Manejaron el calor a tiempo, sólo es una quemadura de primer grado", respondió.

"¿Y eso es grave?", preguntó Salsita.

"Si le ponemos algo ahorita para la noche sólo sentirá como un día entero en la playa bajo el sol".

"Uy", arrugué mi nariz. Salsita caminó hacia mi y me miró.

"¿Quieres ir a un hospital?", musitó en un hilo de voz preocupada.

"Cual hospital, ni que hospital. Ahorita me lo hecho", dijo Rita y vi que sacó tomates y unas hojas verdes con picos. Reí divertido.

"Rita, no es tiempo para cocinar", negué.

"Si no voy a cocinar, acuéstate en la mesa de allá atrás", comenzó a picar en rodajas grandes el tomate y pelar la cosa verde. Miré a Salsita y ella tenía una sonrisa divertida igual que yo. Me encogí de hombros y caminé atrás donde me viera nadie. Me quité el traje azul quedando en pantalones y ella colocó un mantel floreado en la mesa, me recosté boca abajo.


"Iré por alguien para que limpie, no tardo", dijo y asentí. Dos minutos después llegó con un cojín y alguien de limpieza atrás de ella quien se encargó de limpiar la cocina. "Levanta la cabeza", pidió y puso el cojín debajo. Sonreí y dejé mi cabeza caer.

"A ver niña, toma esto", le dio una cosa que parecía gelatina.

"¿Qué es?", pregunté.

"Sábila, te refrescará", dijo y comenzó a esparcirlo por mi espalda. Arrugué mi nariz por el tacto, el dolor era inevitable.

"¿Te duele mucho?", preguntó ella y negué. Sí, me dolía demasiado. Las dos siguieron esparciéndolo por mi piel. Noté que comenzaron a colocar las rodajas de tomate sobre esta, hasta tenerla totalmente cubierta.

"Quédate así unos minutos, el tomate hará que cicatrice", dijo ella y asentí.

"Gracias Rita".

"De nada niño, no te muevas de aquí".

"Yo lo cuidaré", dijo Salsita y Rita asintió. Caminó para la cocina y atender a los que llegaban. Por suerte nada se veía de allá para acá.


Salsita tomó una silla y se sentó frente a mí. Sonrió apenas y pasó sus dedos por mi cabello acariciándolo. Cerré mis ojos cansado y suspiré. Ella ahí se quedó jugando con mi cabello sin hacer más. La miré y sonreí apenas, ella me observaba atenta.

"¿Qué?", pregunté.

"Nada", se encogió de hombros.

"Dime", pedí. Ella miró al suelo y rió un poco.

"A ti todo te pasa Luke", reí levemente junto con ella.

"Comienzo a pensar que eres tú la que me trae esta mala suerte", ella alzó sus cejas.

"Aún puedo cancelarte eh", amenazó y reí nervioso.

"¿Te gusta el sushi?", pregunté curioso y ella asintió. "Estate lista a las ocho".

"¿Hoy?", preguntó sorprendida y asentí.

"Luke, no puedes salir así. Estas... Herido".

"Ya escuchaste a Rita, será como un día en la playa", ella frunció sus labios.

"Pensé que tenías cosas más importantes que hacer hoy", me recordó.

"Bueno... Puedo cancelar", ella se me quedó viendo a los ojos. Apretó sus labios, se acercó a mí para besar mi mejilla.

"Descansa, ya será mañana", ella se puso de pie y comenzó a caminar.

"Oye...", ella se giró.

"Te dije que este día terminaría bien", ella sonrió y sacudió su cabeza para salir de la cocina.


  

✈ ✈✈ 

Shippin' name?


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