Capitulo XXV: Lía, una buena amiga (II/II)

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Pero esta diosa que tenía sentada en su cama, excedía a la más hermosa de sus alumnas, sobrepasaba cualquier fantasía.

—¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí?

—Eso no importa, lo que realmente importa es que estoy aquí para ti, para tu disfrute.

La mujer sonrió con ojos seductores y el profesor Vincent asintió olvidándose de tragar, un hilo de baba se escurrió por la comisura de su boca. La mujer abrió su túnica y le permitió colocar la mano en su muslo. El profesor lo recorrió con dedos temblorosos, cuando lo desplazó a su interior para ascender hasta su entrepierna, ella negó con la cabeza.

—Aún no, mi querido profesor. Quiero que me prometas algo primero.

El hombre se apresuró a afirmar enérgicamente.

—¡Lo que sea!

—Ya no seducirás más a tus estudiantes. Serás justo con ellas y las dejarás en paz. Sobre todo, a Madeleine Vélez; a ella le corregirás su tesis y dejarás que la presente. ¿Entiendes?

No. No entendía, pero una fuerza superior a él lo obligó a afirmar con la cabeza.

¿Qué tenían que ver sus estudiantes con todo aquello? ¿Alguna de ellas había contratado a esta mujer para persuadirlo? ¿Madeleine, quien se había resistido?

La mujer a su lado ladeó la cabeza y tal como si pudiera leer su pensamiento le dijo:

—Vengo de parte de todos ellos, soy tu obsequio —Ella le limpió un hilo de saliva que escurría por su boca—. Quiero que seas solo mío, no me gustaría compartirte. Si me entero que has coqueteado con alguna de tus estudiantes, no regresaré y te perderás el regalo que tengo para ti —dijo y colocó su mano de dedos finos sobre el pantalón del profesor, apretando su miembro—. ¡Hum!, ¡estás tan duro! —Y se rio, malévola.

El profesor jadeó sintiendo su toque. Esa diosa lo estaba acariciando. En su oído escuchó la voz aterciopelada de ella.

—Regresaré solo si cumples lo que te he pedido, mientras más pronto, más rápido volveré y obtendrás tu premio.

Ella apretó con mayor fuerza y él cerró los ojos intentando controlarse, pero fue en vano, se vino manchando el pijama.

Cuando abrió los ojos ella ya no estaba, pero a su lado permanecía la bata de encaje rojo que la sensual dama vestía.

Al día siguiente el profesor Vincent Black acudió a la facultad como siempre.

En su mente revivía una y otra vez el extraño y erótico acontecimiento de la noche anterior. «¿Será verdad que regresará?» se preguntó esperanzado.

Durante esa semana recibió en su despacho con la mejor disposición a las alumnas bajo su tutelaje. Se comportó como todo un caballero, mantuvo la distancia, hizo las correcciones pertinentes y aprobó sus proyectos de tesis.

Por la noche, el profesor dejaba la puerta de su departamento sin pasar la llave. Mantenía la esperanza de que fuera cierto y la exuberante mujer regresara. Sabía que lo haría porque cuando al final de la tarde él volvía a casa, sobre su almohada encontraba una nota.

Un pequeño papelito con ligero olor a jazmín donde una pulcra caligrafía decía "Pronto". Por eso sabía que ella era real y que volvería.

¿Cómo había sucedido? ¿Por qué era él el elegido? Antes, ya había recibido de parte de algunos de sus alumnos regalos costosos para que la nota de sus tesis fuese la mejor. Quizás alguno de los que estaba por presentar su proyecto de grado decidió hacerle el regalo. Tal vez fue Madeleine Vélez que, al no ser capaz de entregarse, contrató a esa mujer. Si era así, ella sería la primera en obtener la máxima calificación en su proyecto de tesis por enviarle tan exquisito obsequio.

La noche oscuraWhere stories live. Discover now