Capitulo XXV: Príncipes del mundo (II/IV)

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Cuando Ryu estuvo seguro que Amaya no lo veía hizo una mueca de dolor. Varias heridas atravesaban su espalda y sus brazos, no lo matarían, pero dolían y de seguro también restringirían sus movimientos.

Avanzó con la cimitarra en alto. Antes de llegar a las escaleras se encontró a un grupo de centinelas resguardándolas. En lo que enarboló la espada e hizo el rápido y amplio movimiento para asestar su ataque, el dolor lo traspasó. Apretó los dientes, debía terminar rápido aquello si quería llegar al castillo de pie y no arrastrándose por el dolor de sus muchas heridas.

Los vampiros frente a él pronto inclinaron sus cuerpos, sus caras se retorcieron en un vano intento por ganar aire en lo que Ryu desplegó en ellos su onda expansiva. No quiso matarlos, después de todo, ellos eran su misma sangre, miembros de su especie.

Avanzó dejándolos atrás, resollando por volver a respirar.

A pesar de que las antiguas escaleras de piedra cubiertas de suave musgo húmedo eran resbalosas, él las subió en segundos ignorando el dolor de su espalda. En un parpadear se encontró con el enorme frontón de hierro del castillo. Al elevar sus ojos vio en el adarve del alto muro a varios vampiros que lo transitaban patrullando.

En lo más elevado del baluarte, su mirada se cruzó con los ojos azul grisáceo y serenos de Vlad. Llevaba el oscuro y espeso cabello suelto, sus hebras brillantes se movían agitadas por el viento frío. La estampa pálida y a la vez oscura era magnífica, los escasos rayos de la luna parecían iluminarlo solo a él.

El antiguo señor de Valaquia no dijo nada, después de que sus miradas se cruzaron se retiró al interior del bastión.

Ryu permaneció mirando el espacio vacío que dejó su figura un breve instante hasta que, desde el adarve, decenas de vampiros comenzaron a atacarle arrojándole explosivos y flechas cuya punta de plata y estrancio, si lograban acertarle en su corazón, le ocasionarían graves problemas.

Retrocedió y se resguardó con su espalda pegada del grueso tronco de un árbol.

Tenía que entrar al castillo.

Se deslizó sobre la tierra húmeda y pantanosa hasta llegar a la cara norte de la elevada muralla de piedra. Desde allí podía verse abajo la carretera sinuosa y el río donde, según la leyenda romántica que envolvía a "el conde Drácula", siglos atrás se lanzara la primera y única esposa de Vlad. Por supuesto, esto del suicidio de una amada esposa, Ryu sabía que era solo leyenda.

A ese afluente del río desembocaban las aguas del castillo, por el desagüe Ryu, Karan y Amaya habían planeado que uno de ellos entraría al fortín.

Desde donde estaba, con su agudo oído escuchaba en la lejanía del bosque los gritos del enfrentamiento. Esperaba que los cazadores pudieran vencer y pronto llegaran hasta el castillo, de esa forma, luego de que él entrara por la alcantarilla, les abriría la gruesa reja de hierro, si no, tendrían que hacerlo ellos con los explosivos que portaban entre su armamento.

Esperó unos minutos más hasta que en la distancia percibió el cambio. Muchos pasos se acercaban, esperaba que fueran los cazadores los vencedores.

Se acercó a la reja de la alcantarilla que cubría la circunferencia del desagüe desde la porción inferior de la muralla hasta que se enterraba en el suelo negro del bosque. Ryu tiró de ella, con extrema facilidad quitó el entramado de la rejilla de hierro y lo apartó a un lado, sobre la cama de hojas caídas de los árboles. Introdujo su cuerpo por el espacio cilíndrico y se arrastró adentro, sobre el charco del agua de la lluvia que el desagüe dirigía fuera del castillo.

Avanzó unos metros y pronto se encontró frente a otra reja que daba al interior del patio de armas. Ryu tomó la rejilla y apartó el entramado de hierro. Como una oscura serpiente se deslizó fuera del desagüe hasta el suelo de piedra del interior del castillo. El aire denso y opresivo lo alertó.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora