CAPITULO X: Obsesión

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Desde que salió de la Fortaleza, Amaya perdió el apetito, también el sueño. Por las noches casi no dormía. El recuerdo del vampiro la atormentaba a toda hora. Veía su cara, escuchaba su risa cínica y su voz musical por todas partes.

El hecho de que el doctor Branson le dijera que la fascinación que sentía no era más que parte del mecanismo de defensa innato del vampiro no ayudaba. Era como una obsesión, un veneno corriendo por sus venas que le hacía al corazón latir rápido o al estómago apretársele al recordarlo. No conseguía concentrarse, no le daba hambre. Si dormía, se le aparecía en sueños. Imágenes tormentosas en las que se le acercaba hasta poder sentir su aliento abrasarle el rostro, perturbadoras caricias que quemaban; a veces la besaba. Entonces ella despertaba en medio del sudor, con la respiración agitada y la sangre corriendo por su cuerpo, lava arrasadora, incendiaria. Toda su piel se erizaba como si de verdad pudiera sentir las heladas puntas de sus dedos recorrerla en un tortuoso camino hacia la muerte.

Enloquecía y no podía confesárselo a nadie porque nadie podía ayudarla.

¿Acaso no se suponía que al alejarse de Ryu, ese embrujo pasaría?

No lo entendía.

Cuando entrenaba con su espada, se imaginaba que lo tenía delante. Quería arrancarle la cabeza y acabar así con su recuerdo que no hacía más que martirizarla.

Tampoco deseaba ver a nadie, no se sentía preparada para enfrentar a sus compañeros y que, llevados por la curiosidad, la interrogaran. Lo poco que comía, lo hacía sola en la cocina. Sentía que con cada día enloquecía más y más. Se hundía en lo que sea que él hizo con ella. Despierta lo recordaba, dormida lo soñaba.

Al pasar de largo por los gimnasios, escuchó las voces acaloradas de los cazadores mientras entrenaban con las espadas. Esa era su vida habitual desde que tenía uso de razón: entrenar. Salió al circuito de entrenamiento exterior donde algunos de sus más jóvenes compañeros de tercer rango practicaban combate cuerpo a cuerpo. Más allá se ejercitaban sus condiscípulos de la élite. Vio a Karan enfrentándose con la mole que representaba Amos. Tatiana luchaba con Samantha que, con su cuerpo esbelto, de músculos alargados, había logrado derribar a Tatiana, una morena algo más baja pero mucho más fornida.

Pero a pesar de todo, de que esa era su vida y ellos la única familia que conocía, siguió de largo, no quería ser vista. Deseaba correr en soledad a través del camino que se extendía más allá de los jardines externos, por el sendero estrecho custodiado a ambos lados de árboles altos y espesos. Correr le ayudaría a despejar su mente del ponzoñoso recuerdo del vampiro.

Se colocó los audífonos de su Ipod y buscó su lista de favoritos. Una canción aleatoria comenzó a sonar: "Lovely". Arrugó el ceño,  sonaba demasiado triste, a "él". Pero no quitó la canción. Comenzó a estirar sus músculos, después de diez minutos empezó a trotar.

Desde que era niña, lo único que conocía era ese edificio, La Orden. Su familia eran sus compañeros y maestros. Casi no recordaba a sus padres, los perdió a los siete años y La Orden la adoptó al igual que a todos sus compañeros que, como ella, eran huérfanos, excepto Karan. Estaban todos unidos por la soledad y la desgracia. Un destino de muerte y sacrificio, pero también de determinación, fraternidad y orgullo. En sus manos yacía la salvación de la humanidad, el poder de acabar con esas bestias asesinas e implacables, sedientas de sangre que eran los vampiros.

"Heart made of glass/ my mind of stone/tear me to pieces/ skine and bones".

«Ryu es un vampiro» se dijo dolorosamente «uno de esos asesinos». Tenía que permanecer enfocada.

Solo niños huérfanos con habilidades extraordinarias eran admitidos a quienes luego modificaban genéticamente mejorando, entre otras cosas, sus sentidos. Después comenzaba el entrenamiento y sus nuevas vidas se iniciaba. Llegaban a la organización en su más tierna infancia para dar lo mejor de sí en un sendero de sacrificio, al final del cual los esperaba la gloria y la gratificación de saberse indispensables para la humanidad, porque sin ellos el mundo sería de los vampiros.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora