CAPITULO V: En la división médica

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—¡Muy bien, doctor Gerald, active el pulso ahora! —dijo la doctora Auberbach observando en el escáner las zonas cerebrales de Amaya.

En el momento en el que el doctor Gerald activó el pulso eléctrico, Amaya, quien yacía sujeta con correas a una camilla en una de las salas más sofisticadas del área de investigación de La Orden, cerró los ojos.

Parecía dormir, sin embargo, si se miraba con atención podía verse el temblor de sus párpados cerrados, que ocultaba el rápido movimiento de sus globos oculares. Los labios también temblaban como si susurraran, pero ningún sonido era producido por sus cuerdas vocales.

La doctora Auberbach observó la representación cerebral de Amaya en la pantalla del escáner, la corteza prefrontal era la que se había activado. La científica deseaba encontrar la forma de producir una obediencia ciega en el sujeto de experimentación. Si lo conseguía adjuntaría el hallazgo al mecanismo del collar.

Ella estaba bastante satisfecha del dispositivo servocontrolador que había creado, pero era consciente que podía mejorarse todavía más, sobre todo porque la obediencia que se obtenía del portador no era genuina, era conseguida bajo amenazas. A través del dispositivo de estrancio y plata se podía generar una descarga tan dolorosa en el portador que, de inmediato se veía obligado a obedecer. Por consiguiente, la supresión de las funciones motoras más avanzadas y por supuesto, la amenaza de muerte a través de una poderosa descarga eléctrica, era lo que hacía que se obtuviera la total obediencia.

Por eso, la doctora quería un dispositivo más sofisticado, el actual le parecía burdo y la captura de Amaya le vino como anillo al dedo. Si lograba conseguir en ella el área cerebral que, al ser inhibida correctamente, anulara la capacidad de realizar juicios, de tomar decisiones, entonces lo habría conseguido: tendría el soldado perfecto, aquel capaz de obedecer ciegamente lo que se le ordenara y entonces lo implementaría en el resto de cazadores.

Frente a la ex cazadora, también en camillas, se hallaban dos vampiros: uno femenino y otro masculino, ambos inconscientes luego de que les tocara su turno como sujetos de experimentación. Ellos tenían allí más tiempo que la cazadora y gracias a ellos era que la doctora Auberbach había conseguido los grandes avances en neuro control pues las ambiciones de la cientifica llegaban a la implementación del collar también en los vampiros. Si La Orden lograba imponerse, entonces colocarían el dispositivo en el cuello de los inmortales y ya no existiría ningún riesgo de ser exterminados, por el contrario, la raza humana sería la dominante.

—¡Muy bien! Es la corteza ventro medial la que se activó. Disminuye el pulso.

Cuando el joven doctor asistente hizo lo que se le ordenó, la doctora se inclinó sobre Amaya y le dijo en voz baja:

—Mueve el tercer dedo de tu mano derecha.

La chica de inmediato lo movió. Era una orden sencilla para comprobar que su capacidad motora fina se mantenía y que obedecía órdenes.

—Ahora quiero que tomes tu espada y mates a tu mejor amigo.

La doctora se volteo y dirigió su vista a la pantalla del escáner. Varias áreas cerebrales se activaron, principalmente aquellas implicadas en la motricidad. El sistema límbico, involucrado en las emociones, no se activó; no se había generado culpa o alguna otra emoción que impidiera obedecer la orden. La doctora sonrió, complacida, ante la respuesta de la cazadora, lo había conseguido.

—¡Excelente doctor Gerald! Por favor reporta la intensidad del pulso, la distribución de la señal y la respuesta obtenida. Cada vez estamos más cerca de lograrlo. Mañana trabajaremos con ella despierta para evaluar su respuesta en un ambiente simulado y controlado.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora