CAPITULO VI: ¿Huésped o rehén?

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Mas de una semana y continuaba prisionera.

Del resto de los príncipes no volvió a saber nada desde la misteriosa reunión que sostuvieron con Ryu. Amaya se preguntaba qué habrían tratado en ella. ¿Acaso Ryu buscaba aliarse con los otros dos príncipes en contra de La Orden porque ellos decidieron enfrentarlos? Si esa era su intención, lo más probable es que obedeciera a su deseo de venganza, tal como se lo venía diciendo desde el principio, pues ella, cumpliendo órdenes mató a su hermano. En parte era su culpa si lo que él buscaba era venganza.

¿Y si lo que planeaban era la forma de hacerla pagar su osadía?

Suspiró en un intento de aliviar la ansiedad.

Pero a pesar de su lógica conclusión, Ryu no se mostraba deseoso de llevar a cabo ninguna venganza contra ella. Por el contrario, la trataba con gentileza, incluso por momentos le parecía que intentaba seducirla.

También se dio cuenta de que no eran peculiares esos encuentros entre Ryu y otros líderes de clanes vampíricos. Él recibía casi a diario a importantes personajes, tanto humanos como vampiros, con los cuales pasaba gran parte de la noche en reuniones en su despacho.

De hecho, estar en la fortaleza no se sentía como ser prisionera, más bien era como ser un huésped. Gracias a las órdenes del príncipe, Amaya podía ir a donde quisiera, eso sí, acompañada siempre por algún miembro de su seguridad.

La fortaleza de Ryu era un complejo formado por un amplio terreno amurallado dentro del cual se encontraba el edificio principal y otros más pequeños que funcionaban como depósitos, almacenes, garages o áreas para entrenar. Los terrenos circundantes al edificio le recordaban en cierta manera a los circuitos exteriores de entrenamiento de La Orden, con su grama perfectamente recortada y altos árboles que daban sombra.

Siempre que salía, podía ver algún grupo de varios miembros del equipo de seguridad de Ryu practicando, o bien tiro en el circuito destinado para ello, o combate cuerpo a cuerpo al aire libre. Parecía que, al igual que en La Orden, el príncipe se tomaba muy en serio su lucha contra los cazadores y también su seguridad a la cual Amaya había prestado toda la atención posible.

La seguridad de la Fortaleza la conformaban humanos y vampiros. Lía; Dorian, el esposo de ella; Phidias, el asistente personal de Ryu y por supuesto, el mismo Ryu, gozaban de un grupo selecto de guardaespaldas entre humanos que velaban sus sueños y vampiros que los acompañaban a todas partes mientras se mantenían despiertos. Ninguno de ellos salía del complejo sin su séquito. Ella comprendió que esa era la razón por la que, a La Orden, le resultaba tan difícil acabar con algún líder.

Amaya, por orden de Ryu, también tenía su perro faldero personal, pero a diferencia de los importantes vampiros, el deber de su guardián asignado era evitar que escapara y no protegerla. Aunque ella estaba segura que de haberlo querido, hace mucho le habría roto el cuello a su cuidador con sus propias manos. Pero hacerlo no tendría sentido, pues para poder escapar no solo tenía que vencer a su guardia personal, sino a los más de cincuenta hombres que vigilaban la muralla electrificada que rodeaba el complejo, sin contar a los que se encontraban en el edificio principal cuidando las salidas.

Así que, en lugar de enfrentarse en una lucha de cincuenta contra uno, prefería caminar por las instalaciones y memorizar todo lo que pudiera por si algo sirviera luego cuando escapara, porque así le llevara la vida, algún día lo haría.

Por las noches la cazadora cenaba en el lujoso comedor con Ryu y, a pesar de que no era la compañía que hubiese querido, tenía que reconocer que el príncipe era un gran conversador. Tenía una voz grave, suave y musical que siempre acompañaba por movimientos elegantes de sus manos de pálidos dedos delgados. Además, para alguien como ella que jamás había salido al mundo y solo conocía La Orden, escucharlo hablar de la cultura de otros países, de sus gentes y tradiciones, de cómo había cambiado la sociedad a través del tiempo, resultaba fascinante.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora