CAPITULO IV: Otra realidad I/II

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La cazadora permanecía día y noche recluida en la habitación que el príncipe vampiro dispusiera para ella. La sensación de que vivía una ilusión era cada vez más constante, su mente se negaba a aceptar que se trataba de su nueva realidad. Era la prisionera de un vampiro, de su enemigo. A veces despertaba y creía que todavía soñaba. Pesadillas la envolvían, se paseaban delante de ella con largos colmillos.

Estar allí sin saber cuál sería su destino la enloquecía. ¿Por qué no la mataban? ¿O la torturaban? Tal vez la incertidumbre era una forma más elaborada de tortura. Cerró los ojos en un esfuerzo porque el sueño viniera por ella y escapar así de la ansiedad.

Pero el sueño no acudió. En su lugar la realidad tocó a la puerta. Amaya se dio vuelta en la cama, de espaldas al visitante cerró sus ojos con fuerza.

—Buenas noches, señorita.

No le contestó a la mucama, no se volteo para mirarla, en su lugar apretó más los párpados.

—Debe comer, señorita. No lo ha hecho desde que llegó.

Escuchó a la mujer suspirar.

—El señor la espera en el comedor.

Una lágrima se deslizó por su mejilla. No quería comer, quería morir.

—Quizás deba ver la situación desde otra perspectiva, señorita.

Las palabras de la mucama la sorprendieron.

¿Otra perspectiva?

Después de todo ella era una guerrera. ¿Tan fácil se daba por vencida? Siempre supo que morir era su destino.

Pero aún no moría.

Y de hacerlo, lo haría luchando, no tumbada en una cama con las lágrimas bañándole el rostro como si fuese una frágil víctima.

—Iré en un momento.

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Cuando Amaya llegó al comedor, Ryu la esperaba sentado a la cabecera de la larga mesa de caoba, bebiendo de una fina copa de cristal lo que sin duda era sangre.

El vampiro sonrió y se levantó para recibirla.

—¡Qué bueno que hayas decidido acompañarme! —expresó él con voz suave, rodando la silla para que ella se sentara—. Estaba realmente preocupado. Me han dicho que en estos tres días no has querido comer.

La cazadora lo escuchó indiferente. Su vista se desplazaba por las fuentes de cristal tallado que contenían suculentos platillos. Un opulento banquete de aromas y aspecto delicioso. Ensalada capresa, estofado de cordero, puré de patatas, una pasta que parecía algún tipo de paté, frutas, postres, cremas.

La actitud complaciente del príncipe la confundía. ¿Qué quería de ella?

—No quisiera que murieras de inanición, querida —dijo el vampiro sentándose a la mesa después de ella.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora