Capitulo XXVIII: La nueva Orden

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Días después Amaya había sido dada de alta.

En contra de lo que hubiera querido Ryu, ella decidió permanecer en la división médica mientras terminaba de recuperarse, necesitaba aclarar varias cosas sobre sí misma y su futuro.

A pesar de su condición de híbrido, de ser mitad vampiro y de estar tan liada a uno de ellos, siempre se sintió cazadora. Tal vez todo en lo que creyó alguna vez sobre su familia y su origen fue una mentira, pero los lazos que forjó en ese edificio, su entrenamiento y su convicción, eso era verdadero. Deseaba al igual que Karan, hacer de La Orden la institución que llevaba en su corazón.

El tiempo que estuvo allí recuperándose le ayudó a comprender la verdad sobre sí misma: ella era ambos tanto vampiro como cazador y ahora tendría que mantener las dos partes cohesionadas y en paz, hallar el equilibrio.

Así como también tendría que encontrar la cordura en medio de la avasalladora pasión que sentía por Ryu. Lo amaba por lo que era: un vampiro y representaba esa mitad oscura e indómita, que mantenía atada y no estaba segura si quería liberar, de su propia alma.

Tenía que encontrar un punto que le permitiera continuar amándolo sin perderse de vista a sí misma, sin ceder todo lo que era a él. A pesar de todo aún se resistía. A veces se preguntaba ¿qué pasaría si cedía, si se abandonaba por completo a lo que sentía y dejaba que Ryu hiciera con ella lo que quisiera? ¿Al final quedaría algo de ella?

Ahora reflexionaba sobre lo que sintió cuando creyó que él había muerto y más tarde cuando Vlad y Zahyr lo secuestraron. Se asustaba del inmenso vacío en que se sumergió su alma y la desesperación absoluta que la dominó. Sintió vértigo al darse cuenta que si se entregaba a él por completo, su ser la engulliría y dejaría de ser ella. Cuando Ryu le faltó, sintió que sin él no era nada y nada existía ya para ella.

No quería eso, deseaba continuar siendo alguien independiente. Quería continuar amándolo, pero sin entregarse por completo. ¿Sería posible? Amaya suspiró, en el fondo sabía que no.

Al atardecer del cuarto día luego de su herida, tocaron a la puerta de su habitación.

—Adelante —dijo la cazadora sin levantarse de la cama.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Karan, cerrando la puerta y entrando en la pequeña pieza.

Ella se sentó y le dedicó una sonrisa afable a su amigo.

—Estoy bien.

—Es que no te he visto afuera desde que te dieron de alta y para serte sincero me pareció extraño que decidieras permanecer acá mientras te recuperabas.

La cazadora suspiró y miró al techo.

—¿Sucede algo? —preguntó Karan mirando su expresión seria.

—Quiero regresar a vivir aquí, si me aceptas.

El rubio abrió muy grande sus ojos, no entendía la petición de la chica. ¿Acaso sucedía algo entre ella y el vampiro?

Amaya lo miró y sonrió.

—Esto es lo que soy, Karan, una cazadora y quiero estar aquí. Este es mi lugar, mi destino, para lo que nací.

—¿Y Ryu?

Para alguien como ella había sido muy difícil aceptar lo que sentía por Ryu. Ese sentimiento inmenso y avasallador que la asustaba tanto. Tal vez era algo inútil continuar resistiéndose a él, quizás desde hacía mucho ya estaba irremediablemente perdida, pero es que ella era muy terca, debía continuar luchando hasta el final, aunque fuese una causa fútil. Si permanecía rodeada de su aura él terminaría adueñándose de su alma, por eso deseaba continuar siendo cazadora.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora