Capítulo VI: ¿Huésped o rehén? II/II

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La noche del día siguiente, Amaya se encontraba frente a la cama envuelta en una toalla. Observaba, perpleja, el generoso escote en la espalda del vestido rosa pálido de encaje y seda que Ryu le había enviado con Carmín, y el cual debía usar durante la fiesta.

No sabía qué sentir, a cada instante estaba más confundida. El vestido le causaba temor. Nunca antes usó un vestido ni remotamente parecido. Nunca prestó atención a su imagen corporal. Siempre se dedicó a descartar todo aquello que hiciera resaltar su belleza para que no la subestimaran como guerrera y ese vestido solo la haría lucir como una hermosa e indefensa mujer, justo la imagen que siempre odió proyectar.

Y ni hablar de los zapatos plateados de tacón alto.

Pero ahora mismo, veía el vestido y a pesar del temor que sentía, también lo encontraba hermoso. Le parecían deslumbrantes los zapatos y la perspectiva de que ella luciera atractiva en la fiesta la tentaba, aunque no entendía el por qué. Era absurdo que se sintiera así, que quisiera lucir bella cuando toda su vida había detestado su propia hermosura.

Empezaba a sentirse mareada. Por otro lado, imaginarse en esa fiesta rodeada por vampiros que, al igual que Ryu, se creían amos del mundo, solo le hacía desear tener su espada y destazar a cuanto engreído inmortal se le apareciera en frente.

Sacudió la cabeza tratando de poner orden en sus pensamientos. Después de tomar una gran bocanada de aire y serenarse, decidió que lo mejor era centrarse en encontrar la manera de poder escapar, de burlar los guardias y salir de la fortaleza y tal vez esa fiesta era la oportunidad que había estado esperando.

Mientras observaba el vestido y trataba de idear un plan para su escape, sintió el pomo de la puerta moverse. Por un momento pensó que era Carmín para ayudarla a arreglarse, pero la sorpresa se dibujó en sus pulcras facciones al ver la figura elegante de largos y rutilantes cabellos negros de Lía, entrar.

La imponente vampiresa iba vestida de rojo brillante, envuelta en aroma de jazmín y sándalo.

—Pensé que tal vez te gustaría algo de ayuda para engalanarte, Amaya. Aunque sinceramente, pienso que no hay mucho que hacer en alguien de tan extraordinaria belleza.

—Te agradezco —le respondió Amaya, mirándola con fastidio—, pero no necesito ayuda para vestirme.

—Siempre tan dulce —le contestó sarcástica—, linda cazadora. Aun así, te ayudaré.

La vampiresa arrojó una mirada penetrante sobre Amaya haciendo que esta se quedara en blanco ante ella.

—Veamos, veamos, linda cazadora. Déjame ayudarte a colocar este vestido.

Mientras Lía hablaba, Amaya dócilmente dejó caer la toalla que envolvía su cuerpo exponiéndose en toda su desnudez ante la vampiresa quien la recorrió con ojos ávidos.

—Definitivamente, ha sido una excelente elección. Este color resalta tus ojos. Ahora déjame ver que secretos guarda esa cabecita.

Lía deslizó el corto vestido en el cuerpo de la cazadora, subió la cremallera de manera delicada y acarició la pálida piel que se descubría a partir del escote de la espalda. Tomó del tocador un hermoso cepillo con mango de nácar e incrustaciones de obsidiana y peinó las hebras doradas. Ajustó el suave moño con peinetas engarzadas de cristales tornasolados mientras aspiraba el aroma de la cazadora que a ella le resultaba, delicioso.

Trataba de penetrar en su mente, leer lo que ocultaba, pero no lo conseguía. Era como estar frente a una pared. Totalmente bloqueada a pesar de la hipnosis, no podía acceder a sus pensamientos. Lía parpadeó desconcertada, era la primera vez que le sucedía con un humano.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora