Capitulo II: Condiciones adversas (II/II)

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 A pesar que Karan decía que Branson estaba arrepentido y dispuesto a ayudarles en su plan de derrocar al concejo de La Orden, Amaya no confiaba en él. Sin embargo, no tenía más opción, estaban en su casa y aunque hasta ahora no los había entregado, se sentía más tranquila con su espada cerca.

Karan no le contó del paradero de Hatsú, pero ella sospechaba que el rubio sabía dónde estaba la chica. En una ocasión lo vio salir misteriosamente y volver muy tarde, en la noche.

La casa se alzaba en una zona escarpada de la costa. A pesar de que el tiempo empezaba a cambiar y había dejado de nevar, los vientos helados allí eran mucho más fuertes. El cielo, sin importar la hora, siempre era gris, las olas azotaban con fuerza el acantilado y en las noches, el mar rugía embravecido. A veces sentía que el océano pugnaba por arrasar con todo.

Amaya, frente a la pequeña ventana de la habitación, se ajustó el abrigo mientras le explicaba a Karan otra vez su plan. Ella no pensaba cejar en su empeño de evitar la guerra. Necesitaba que él regresara a la organización, que ganara el apoyo de sus compañeros y juntos revelarse contra el concejo, pero para lograrlo tenían antes que entrar al edificio con un Karan que no fuera considerado traidor. Lo que ella le proponía era la única manera de conseguirlo.

—¡Estás loca! —le espetó él mientras se levantaba indignado, después de escuchar el disparatado plan.

—¡Es la única manera! —le contestó ella dándose la vuelta para mirarlo.

—¿Y si algo falla? ¿Has pensado en eso? ¿Es que acaso no valoras tu vida?

—Los malos hábitos, ya sabes —le respondió ella con una media sonrisa triste—, no fuimos entrenados para valorar nuestra vida. Pero todavía considero que es nuestro deber ayudar a los desprotegidos, eso está por encima de todo.

—Pues para mí, ¡tú estás por encima de todo!

Se le hizo un nudo en la garganta cuando vio la tristeza en los ojos de su amigo. No soportaba verlo así, le dio la espalda para continuar mirando el agreste paisaje por la ventana. El viento helado soplaba encrespando las olas rizadas de espuma. Karan se acercó por detrás abrazándola por la cintura.

—Si en algo me estimas, no me pidas que haga esto por favor. Debe existir otra manera.

Amaya sintió el aliento abrasador de él en su nuca y sus cabellos. Con la mano limpió una lágrima que se le había escapado.

—No la hay, es la única manera. Este es nuestro destino.

Karan resopló en su cabello y la atrajo hacia sí. Nunca odió tanto su vida como ahora.

—Si algo te pasa, yo no me lo perdonaré. ¿Por qué siempre tienes que ser tan autodestructiva?

El muchacho la giró para tenerla de frente y la cercanía lo tentó. Aspiró su aliento, juntó sus labios con los de ella y los sintió fríos como la brisa marina que se colaba por la ventana. Fue igual que besar a una muñeca. Juntó su frente a la de ella y la sintió temblar.

—Amaya...

—No hay otra forma.

—Creo que lo que deseas es suicidarte —y la rodeó con más fuerza. Ella, sorpresivamente lo abrazó también.

—Ya verás que todo saldrá bien.

El muchacho movió afirmativamente la cabeza dejando escapar un profundo suspiro.

—Vamos entonces.

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La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora