Capitulo XXXII: Destino.

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Mientras desayunaba, la señora Lilian ojeaba el periódico que su esposo dejó en la mesa de la cocina antes de marcharse apurado al hospital. Hatsú, sentada frente a ella, masticaba con parsimonia su desayuno. Pensaba en su propia naturaleza, en las consecuencias que traía ser como era y en que camino debía seguir ahora.

El suceso que ocurrió en el bosque, mientras que para Hatsú fue atroz, la familia Belrose y los amigos de Max lo tomaron como simple torpeza de la chica. Ellos solo notaron una jovencita desorientada que se perdió en la montaña. El horror de lo que hizo pasó desapercibido o al menos todavía no se daban cuenta que ella era, en parte responsable.

Tal vez debería sentirse tranquila, después de todo nadie sabía lo que había hecho, continuaba amparada en la ignorancia de cuantos la rodeaban, pero no era así. En las últimas dos semanas tres personas desaparecieron en ese, antes apacible pueblo enclaustrado en la montaña. Recordó lo que le pasó a Kate en el bosque, en el terrible momento en que ella perdió el control, pero ¿y las otras dos desapariciones?, ¿también eran su culpa?

—¡Tch! ¡Tres jóvenes desaparecidos —dijo de repente la señora Lilian como si le leyera el pensamiento— ¿Conociste a Kate, la amiga de Max? —Hatsú asintió con los ojos muy abiertos— Es una buena muchacha. Conozco a su mamá desde la escuela, está desesperada. En la estación de policía solo le dijeron que debía esperar, que tal vez Kate se marchó con el novio y pronto le llamaría. ¡¿Como le pides a una madre que espere cuando no sabes dónde está tu hija?! ¿Tris me estás escuchando?

Hatsú se sobresaltó al escuchar su nombre falso. El pan se le atoró en la garganta seca. Asintió levemente en dirección a la señora.

—Tal vez Kate sí se fue con el supuesto novio, pero ¿qué hay de los otros dos chicos desaparecidos? Algo malo está pasando, lo presiento. Es mejor que no salgan de noche. Espero que ese muchacho díscolo de Max, me obedezca —La señora Lilian dobló el periódico y se levantó de la mesa para coger su bolso—. Bien, es tarde, me voy o llegaré a la hora del cierre de la panadería. Hay comida en el refrigerador, solo tienes que calentar. Nos vemos en la tarde.

Hatsú se levantó para acompañarla hasta la puerta de la calle y la despidió agitando levemente la mano.

Cuando cerró la puerta, se apoyó en ella y dejó escapar todo el aire que contenía sus pulmones.

Esas desapariciones la mantenían inquieta y al igual que la señora Lilian, tenía un mal presentimiento en su pecho. Sabía lo que le pasó a Kate, pero estaba segura que, desde entonces, no había vuelto a perder el control. Si era así, ¿quién o qué era el responsable de las otras desapariciones? ¿Vampiros? Era la respuesta más lógica. Esa o que ella era la causante y por alguna razón no lo recordaba. A fin de cuentas, también era un monstruo.

Este último pensamiento la hizo jadear.

¡Un monstruo!

Aunque así fuera, no quería ser mala, deseaba no ser el origen de esas desapariciones. La duda y la incertidumbre la torturaban. Hatsú se dio cuenta que no podía vivir así, tenía que saber, averiguar qué era lo que pasaba, tenía que descubrir si acaso ella era la culpable de todo ese horror.

Siempre era en exceso tímida, temerosa de las personas. Pasó su vida sintiéndose insignificante y creyendo que era una joven enferma, no más que una carga para su padre. Ahora resultaba que tenía habilidades, monstruosas sí, pero igualmente sorprendentes. Si la causa era ella se iría sin dudar, pero si eran los vampiros, entonces todo el pueblo estaba en riesgo. Siendo ella capaz de portentos, ¿no estaría llamada a enfrentarse a esos vampiros como lo hacían los cazadores? Por otro lado, si se exponía La Orden la encontraría. Estaba en un dilema. Quería encontrar una respuesta. ¿Qué debía hacer?

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora