Capitulo XXX : Obsesivo amor

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Dorian despertó antes que Lía. La oscuridad de la habitación no evitaba que pudiera apreciar la hermosura del cuerpo a su lado. El cabello negro, lustroso se desparramaba sobre la almohada, los miembros de ella todavía se mantenían laxos, abandonados al sueño. El rostro, de alabastro esculpido, mostraba una expresión serena; los labios, húmedos se abrían como si suplicaran un beso.

Cuando ella se levantara, tal vez permitiría que le hiciera el amor, tal vez, Dorian podría revivir la época en que se amaban, aunque sabía que, si eso pasaba, sería solo él quien sintiera el corazón rebosante de afecto, porque tenía la horrible certeza que ella ya no lo amaba, al menos no como antes, no como lo hacía él.

Se inclinó sobre el argento cuerpo dormido y peinó los cabellos en una suave caricia sobre la almohada. Aspiró el perfume de sándalo y jazmín y sintió el aroma llegarle al pecho y hacer doler su corazón inmortal.

Años atrás, después que ella le demostró su amor convirtiéndolo y él permitiéndole hacerlo, porque la conversión en vampiro era un proceso doloroso para el vampiro y riesgoso para el humano, que puede morir si su cuerpo no resiste la infección, vivieron momentos de ardiente entrega. Lía tenía una apasionada forma de ser. Lo absorbió por completo. Para ella, en ese entonces la vida se resumía a él y, Dorian, gustoso, se abandonó a ella soñando que la pasión arrasadora sería suficiente para mantenerlos como una sola carne hasta el fin de los tiempos.

En la eternidad, el para siempre de Lía duró menos que un capricho.

Dorian se dio cuenta de que el verdadero amor de la vampiresa eran sus hermanos y contra ellos no podía competir. Al menos no vivos. Trabajó duro para eliminar a Octavio llevando información a La Orden sin que se supiera que era él el informante. Ahora Ryu se encaminaba directo a su destrucción casi sin necesidad de que él interviniera. Creyó que cuando Ryu ya no estuviera, Lía por fin le pertenecería en cuerpo y alma, hasta que apareció esa bartender humana.

Aunque Lía no lo supiera, él la vigilaba. Siempre supo de sus devaneos durante las cacerías, pero eso, a pesar de molestarlo podía soportarlo, a fin de cuentas, no era más que extender el placer de la comida. Sin embargo, cuando apareció la bartender, ella no la mató. Por el contrario, acudía a verla casi a diario.

Lía se revolvió entre las sábanas, sus pestañas largas vibraron antes de abrirse y dejarle ver los orbes violetas que le hechizaron desde la primera mirada.

Ella lo enloquecía, estaba seguro que sería su perdición, no podía domarla y ya no trataba de hacerlo, pero todavía no renunciaba a ella. Haría lo que fuera porque le perteneciera con la misma pasión arrasadora del principio.

—¿Dormiste bien cariño? —preguntó solícito, acercándole la mano para acariciar la mejilla fría como mármol.

—Sí, ¿Y tú? —le respondió ella, plantándole luego un beso corto en los labios —Debo prepararme, Ryu quiere que lo acompañe a las Bahamas. Deberías venir, como líder del clan de Octavio lo lógico es que estés enterado de lo que se viene.

Lía se levantó de la cama y se metió al baño. Abrió la llave y dejó que el agua tibia llenará la bañera, Dorian fue tras ella para seguir la conversación.

—Ya sé lo que se viene. La guerra es inevitable. Vlad y Zahyr jamás cederán.

Lía suspiró.

—Parece que el único que cree que puede evitarse es Ryu.

—¿Y tú? —preguntó él

—Yo tengo que apoyarlo y espero que también tú lo hagas, mi amor. ¿Cómo van las cosas con el clan? ¿Aún lo odian por no vengar la muerte de Octavio?

Dorian se acercó a la bañera y esparció en el agua un poco de sales aromáticas, luego encendió una varita de incienso con olor a sándalo, tal como le gustaba a ella.

—Están más tranquilos desde que nos trasladamos a las montañas, allá tienen libertad para cazar, pero no terminan de aceptar del todo a Ryu como su líder, será difícil que perdonen el no matar a la cazadora.

Lía hizo un mohín.

—Lo mejor que él podría hacer es matarla, pero estoy segura que se ha enamorado. Ella lo llevará a la perdición.

El rencor con que hablaba de la cazadora lo hizo hervir de celos. Ojalá y Amaya terminara llevando a Ryu a la tumba, así le ahorraría el trabajo de matarlo él mismo.

Lía dejó caer la bata de seda rosa en el piso de mármol oscuro y él recorrió con ojos ávidos el cuerpo de blanco satén que se introdujo perezoso en la bañera. El cuarto se nubló gracias al vapor del agua, los espejos se empañaron, la niebla los separaba y al mismo tiempo los envolvía. Lía se volteó indiferente para decir:

—Saldré.

Dorian habría querido preguntar si iría a ver a la bartender, si era que ya no lo amaba, si podía acompañarla en la bañera, pero las palabras no acudieron a sus labios y en lugar de eso, solo asintió, dio la vuelta y se marchó. 

 

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La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora