Capítulo XIX: Convalescencia

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Amaya despertó con la boca seca y con dolor en los ojos, la luz brillante de la habitación la hería.

—Tengo sed —dijo con voz pastosa.

De inmediato Ryu, que dormitaba en el sillón frente a su cama, se levantó.

—¡Por fin despiertas!, ten — Y le ofreció un vaso con agua.

Amaya bebió con avidez, luego se dio cuenta que estaba en su habitación en la Fortaleza, pero rodeada de monitores como si estuviera en un hospital. De su brazo salía una aguja que se conectaba a través de una delgada manguera a una bolsa de suero, la mesita que estaba junto a su cama estaba llena de frascos e inyectadoras. Trató de sentarse, pero un dolor agudo en su pecho y abdomen le impidió concretar el movimiento.

—No te levantes por favor, aún no has cicatrizado del todo. Iré a llamar al doctor.

—No, espera. ¡Tú me salvaste, otra vez!

Ryu mostró una expresión algo perpleja por el comentario, cuando se recuperó de la impresión dijo con ojos brillantes y su habitual sonrisa de medio lado.

—Es que eres muy problemática.

La cazadora esgrimió una pequeña sonrisa ante sus palabras, una sensación cálida se apoderó de ella al saberse en la Fortaleza con Ryu, segura. Al mirarlo mejor, notó que estaba más pálido que de costumbre, dos marcas negruzcas bordeaban sus ojos amatistas.

Después de que el médico de confianza de Ryu, el doctor Sebastian Enderson, la hubo examinado, les dijo asombrado que para la gravedad de sus lesiones internas estaba respondiendo sorprendentemente bien, pero, aun así, debía mantenerse en observación con el monitoreo continuo de una enfermera.

Ryu no quiso dejarla en el hospital donde la operaron para detener el sangrado de su hígado perforado y recuperar la función de su pulmón que también resultó herido por las balas y se colapsó. Prefirió mantenerla tras los muros reforzados de su fortaleza en caso de que La Orden decidiera atacarla de nuevo.

A pesar de que Amaya era mitad vampiro, también era mitad humana y por lo tanto vulnerable, menos que un humano promedio, pero seguía siendo mortal. Luego de rescatarla, la llevó al hospital en el que era accionista, donde la intervinieron y pasó dos días en cuidados intensivos, fuertemente custodiada. Apenas el doctor Sebastian Enderson le aseguró que no había peligro, se la llevó a la Fortaleza. Ella se permaneció dormida dieciocho horas más y recién despertaba.

—¿Cómo te sientes? Preguntó Ryu luego de cerrar la puerta detrás del doctor.

Amaya bajó la mirada. ¿Cómo podría sentirse? Los últimos sucesos aparecieron ante sus ojos como una dolorosa tormenta. Todo lo que conoció en su vida se desmoronó, un castillo de arena azotado por el embravecido mar. Creció convencida de que su misión en la vida era salvar a la humanidad de la peste que eran los vampiros y resultaba que era casi uno de ellos, su padre fue un vampiro, amaba al príncipe de ellos. De su vida anterior, prácticamente no quedaba nada ¿Cómo continuaría ahora? Pero sabía que Ryu le preguntaba por su condición física y no moral.

—Cansada, adolorida. Lamento todo esto.

Ryu la miró extrañado.

—¿El qué?

—Las molestias que te he ocasionado.

Él negó con la cabeza desestimando el comentario

—¿Tienes hambre?

—Sí.

De inmediato, después de esa palabra, el vampiro salió del dormitorio sin decir una palabra más, dejando confundida a Amaya. Al cabo de cuarenta minutos, Ryu regresó con un plato humeante de sopa. El olor hizo que el estómago de la cazadora rugiera.

La noche oscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora