Capítulo XXV: Príncipes del mundo (I/IV)

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El grupo designado por La Orden lo formaban cazadores de segundo grado, quienes no poseían psicoquinesis, pero sí un avanzado entrenamiento en combate, así como modificaciones genéticas que incluían resistencia y fuerza aumentada. De la élite, Karan solo pudo convocar a pocos miembros pues la mayoría se encontraban al frente de misiones en otras partes del mundo, por lo tanto, el escaso apoyo de élite lo constituían Samantha, una alta cazadora experta en combate cuerpo a cuerpo y Brian quien también era un hábil guerrero.

A pesar de todo cuanto intentó Amaya en la casa de la costa, no logró convencer a Hatsú de acompañarlos. Eso había supuesto un duro revés en su plan, pues estaba convencida de que la joven adolescente tenía la fuerza y la habilidad suficiente para acabar con los antiguos vampiros, por eso después de la reunión en La fortaleza, ella le había pedido a Karan que la persuadiera de acompañarlos, pero su amigo se negó a hacerlo.

Cuando Ryu y los demás ya habían ascendido varios metros en su caminata por la montaña desde el punto en que los dejó el helicóptero, una llovizna helada comenzó a mojarlos, tornando todavía más resbaladizo el piso del bosque cubierto de hojas y raíces.

Un fuerte olor a sangre y muerte les alertó que se acercaban a su destino.

Frente a ellos la frondosidad vegetal disminuía, en lugar de los árboles otro tipo de bosque lo suplantaba. Amaya recordó en ese momento que el apodo de Vlad era "empalador".

—¡Por Dios! ¡¿Qué es eso?!

Ryu no contestó, la crueldad de Drácula se mostraba frente a él dejándolo sin palabras. Varias decenas de cuerpos en diferentes estados de putrefacción se extendían ante ellos suspendidos en el suelo por estacas de madera que los traspasaban. Algunos gemidos lastimeros evidenciaban que no todos estaban muertos.

Antes de desviar la mirada, horrorizada, la ex cazadora vio el rostro azulado e hinchado del general Fabio, así como el de algunos de los mandatarios que los vampiros tomaron como rehenes en la sede de la ONU. Parecía que la precaución de no acabar con el castillo a través de bombardeos era inútil, ya no había rehenes que proteger.

Amaya estaba mareada, dio un paso atrás y apretó el brazo de Ryu para evitar caer ante la visión monstruosa y nauseabunda. Vlad emulaba su antigua y sádica práctica medieval, cuando asesinó a veinte mil personas y los empaló frente a su castillo para amedrentar al imperio otomano. Ahora intentaba intimidarlos a ellos.

Al frente, del otro lado del bosque de cadáveres y moribundos, estaban las extensas escaleras de piedra que llevaban al castillo Poenari.

Antes de que el grupo se recuperara de la impresión que suponía el escalofriante campo de empalados, fueron rodeados por los vampiros enemigos. En segundos, las espadas se levantaron y brillos plateados poblaron la oscuridad, la lucha entre vampiros dio inicio.

El choque del metal resonó entre los árboles. Amaya saltó hacia adelante y se adentró de lleno en el combate. Hacía gala de toda su pericia y del porqué era considerada una de las mejores cazadoras de La Orden. Una y otra vez, sin descanso blandió la espada. Girando, la hundía en el cuerpo de los enemigos, asestó filosas estocadas que derribaron a varios vampiros.

Pero después de largos minutos de lucha, sus contendientes no parecían acabarse, al contrario, cada vez había más. Tanto ella como Ryu eran conscientes de su inferioridad numérica. Vlad y Zahyr llevaban mucho tiempo preparándose para ese enfrentamiento y poseían un nutrido ejército, ellos en cambio solo contaban con los miembros de su clan. Por más fuertes y hábiles que ambos eran, sus enemigos los superaban en números.

Por eso planearon que Karan llegara con los refuerzos poco tiempo después de que ellos iniciaran la lucha y rodeara a los enemigos por detrás. El problema era que Karan no llegaba.

La noche oscuraWhere stories live. Discover now